Desde que el reino de España comenzó a transitar su camino democrático, la derecha de ese país jamás había sufrido una derrota tan humillante. El Partido Popular (PP), principal partido conservador de ese país y heredero de las posturas más extremas del otrora caudillo de España, Francisco Franco, tuvo el revés más grande de su historia en las elecciones generales del domingo 28 de abril.
El máximo líder de ese partido, Pablo Casado, reconoció la derrota ante los medios de comunicación de manera inmediata. Felicitó a su contrincante, Pedro Sánchez y estimó la profunda revisión que su tolda debe comenzar a hacerse “en las calles, junto al pueblo”. El PP quedó como la segunda fuerza política del país con 66 escaños, detrás de los 123 que obtuvo el PSOE. Esto implica la pérdida de 71 plazas para el partido derechista, que en los últimos días de la campaña recibió ataques de sus propios compañeros de fórmula como Ciudadanos y Vox.

En ese escenario, las dos crecientes fuerzas de la derecha sacaron provecho del debilitamiento del PP y lograron algunas plazas importantes. Ciudadanos se apuntó 57 escaños, con lo cual subió 25 puestos en comparación a las elecciones de 2016, y Vox, el controversial partido de ultraderecha, debutó en el parlamento con 24 escaños convirtiéndose en la quinta fuerza política del país. En otras palabras, el retroceso del PP fue conquistado por posturas más extremistas como Ciudadanos y Vox.
Reacomodo de la izquierda
La izquierda española, que no por serlo deja de ser súbdita de su majestad, ganó ampliamente. Sin embargo el PSOE no logró los puestos suficientes como para alcanzar la mayoría calificada, por lo que debe pactar con otras fuerzas afines para conseguir imponerse.

Ya desde la campaña era evidente el acercamiento entre el presidente de gobierno, Pedro Sánchez y el partido Unidas Podemos. Su contendor, Pablo Iglesias, le hizo saber públicamente que están dispuestos a formar alianza siempre y cuando se respeten los compromisos adquiridos con un gobierno mucho más social.
Ahora Sánchez tiene el camino abierto para gobernar si las alianzas con los partidos de izquierda funcionan. Además de Unidas Podemos, el PSOE podrá sumar las voluntades de los partidos nacionalistas, para lo cual deberá literalmente gobernar con mano zurda, por los conflictos que supone la visión separatista de algunos en contraposición con la derecha que los etiqueta de golpistas y traidores a la patria.

Las elecciones españolas tuvieron una alta participación, con 71%, nueve puntos más que en 2016. El jefe de gobierno se mostró complacido con el proceso. «Hemos enviado el mensaje de que no queremos la involución, la reacción ni el retroceso. Queremos un país que avance y mire al futuro… Se puede ganar a la reacción y al autoritarismo«, manifestó Pedro Sánchez.
RB