Más que un genio militar y tenaz combatiente, Antonio José de Sucre se debe presentar ante la historia, como un hombre de múltiples virtudes humanas. En las diferentes etapas de su vida y a lo largo de sus tan solos 35 años de edad, Sucre demostró otras grandezas personales que lo hicieron merecedor de una admiración entusiasta entre sus allegados y finalmente, en la posteridad.
Al recorrer los hechos y acontecimientos que marcaron el hilo conductor del proceso independentista venezolano y suramericano, encontraremos como las acciones de Sucre figuran en cada uno de sus puntos definitorios. Su proyección moral, su lealtad indiscutible, su pasión castrense, sus dotes de justicia y magnanimidad, su desprendimiento a los intereses políticos, su defensa a la causa americana y a la libertad, y sobre todo su amistad incondicional, hacen de este personaje uno de los hombres más integrales de la independencia.

Los orígenes de su perfil
Su vida inicia el 3 de febrero de 1795. Nace en la ciudad de Cumaná en el seno de una familia distinguida y representativa de la cotidianidad social de finales de siglo XVIII. Poco se conoce sobre su infancia y su educación inicial, pero algunos acontecimientos en este tiempo podrían haber marcado su personalidad.
Tenía solo 7 años cuando queda huérfano de madre y su padre, el teniente Vicente Sucre y Urbaneja vuelva a contraer nupcias tan solo un año después. En 1808, a la edad de 13 años, es trasladado a Caracas para continuar con su educación. En esta ciudad, inicia estudios de ingeniería militar y matemáticas, y luego de dos años, regresa a la ciudad de Cumaná como cadete de la Compañía de Húsares de Fernando VII.
Las acciones revolucionarias de abril de 1810 con la conformación de la Junta de Caracas, hacen que la mayoría de las provincias de la Capitanía General de Venezuela, se adhieran a la causa y establezcan juntas similares. La provincia de Cumaná fue una de ellas. El joven Sucre fue nombrado por esta Junta como Subteniente del Cuerpo de Milicias Regladas del Ejército de Oriente y luego, la Junta de Caracas le confiere el cargo de subteniente del Cuerpo de Ingenieros de Militares.
Al año siguiente, su padre es nombrado presidente ejecutivo de Cumaná y por su lado, Sucre es nombrado Comandante del Cuerpo de Ingenieros con el objetivo de defender los puertos de Margarita. Además, se integra al Estado Mayor de Francisco de Miranda como oficial y participa en las Campañas de Barcelona y del Centro.
Tras la caída de la llamada Primera República en 1812, Sucre regresa a Cumaná y en 1813 se incorpora rápidamente a la Campaña de Oriente, acompañando a Santiago Mariño y otros 45 hombres, a la sorprendente empresa de liberar todo ese lado del territorio. Entraba a la mayoría de edad y ya tenía trayectoria en la guerra. Desde principios de su adolescencia su vida estuvo signada por las armas y así fue concibiendo su pasión por la vida militar.
La asunción de sus virtudes
El libertador Simón Bolívar, su primer biógrafo, señaló en 1825 lo siguiente: “El general Sucre sirvió al Estado Mayor General del Ejército de Oriente desde el año de 14 hasta el de 17, siempre con aquel celo, talento y conocimientos que lo han distinguido tanto. Él era el alma del ejército en que servía. El metodizaba todo, él lo dirigía todo, más, con esa modestia, con esa gracia, con que hermosea cuanto ejecuta. En medio de las combustiones que necesariamente nacen de la guerra y de la revolución, el general Sucre se hallaba frecuentemente de mediador, de consejo, de guía, sin perder nunca de vista la buena causa y el buen camino. Él era el azote del desorden y, sin embargo, el amigo de todos…”
Así vemos un Sucre que fue forjando sus dotes de gran militar. Entre sus cargos y rangos se pueden nombrar: General en Jefe, Comandante General y Gran Mariscal, Gobernador de Guayana y Comandante del Bajo Orinoco, presidente de Bolivia, entre otros cargos que lo caracterizaron por sus cualidades diplomáticas, bondadosas y de rectitud.
En 1820, dos instrumentos de la diplomacia militar son producto de la pluma de Sucre: El Armisticio y El tratado de Regularización de la Guerra, firmados por Bolívar y el general español Pablo Morillo, a fin de darle un carácter humanitario a la guerra y poner fin a las crueldades de su momento. Tras la victoria de Carabobo, Sucre será el personaje que, junto a Bolívar, liderar la independencia del Sur de América.
“El general Sucre es el padre de Ayacucho: es el redentor de los hijos del sol…”
Los últimos años de su vida, han sido catalogados de gran brillantez y rendimiento. Entre diversas batallas, comandó las victorias de Pichincha (1822) y Ayacucho (1824) este último le hizo acreedor por parte de Bolívar del título de Gran Mariscal de Ayacucho. En 1825, tras la liberación del Perú y la independencia del Alto Perú, donde se conforma la República de Bolivia, Sucre es nombrado como su primer presidente.
Tras cumplir con diversas tareas políticas y administrativas, entre 1826 y 1830, Sucre debe enfrentar junto con Bolívar, la crisis en la que se sumergen las nuevas Repúblicas, a partir de la lucha de intereses de los enemigos de la integración colombiana y del proyecto bolivariano. Debe sortear entonces, sublevaciones, fricciones internas y comandar batallas para evitar el desmembramiento de lo logrado hasta el momento.
En 1828 contrae nupcias en Quito y en 1830 es designado presidente del Congreso Admirable, instancia creada para evitar las conspiraciones secesionistas. Muy poco podría hacer, pues el 4 de junio de 1830 es asesinado en las montañas de Berruecos. Su muerte significa un duro golpe al Libertador, pues Sucre se perfilaba como su sucesor, pero más allá, habían asesinado a su fiel y leal amigo. Bolívar señalaría: “Esta noticia me ha causado tal sensación, que me ha turbado verdaderamente el espíritu, hasta el punto de juzgar que es imposible vivir en un país, donde se asesina cruel y barbaramente a los más ilustres Generales, y cuyo mérito ha producido la libertad de América..”
No obstante, pese a su muerte temprana, Sucre dejó un legado indiscutible de valor y entrega que le ha permitido darle su justo valor en la historia venezolana.
Simón Sánchez/ VTActual.com
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