Indudablemente, desde la caída del bipartidismo adeco-copeyano, la tolda blanca, Acción Democrática, no remontó la cresta que la llevó, de manera intermitente y durante décadas, a ocupar Miraflores y otros tantos espacios políticos en el país.
La impronta de los desmanes que ocasionó durante la IV República, durante el puntofijismo, le pasó una costosa factura durante los años de la revolución, de la que escasamente se repuso en alguna localidad o región, con una alcaldía o gobernación esporádicas, debido a la escasa representatividad entre las masas.
El cantar de Primero Justicia no fue muy diferente, aunque mostró una nueva cantera de políticos, prometió alejarse de sus modelos socialcristianos y socialdemócratas y pretendió generar mayor empatía popular con un toque moderno.
No obstante, no pasó la prueba de la década. Su constante flirteo con las viejas prácticas y valores, con las viejas caras de la política, con la violencia y el golpismo le alejaron de la oferta inicial, una manoseada “nueva forma de hacer y actuar”.
Dictaduras endopartidistas
Durante los últimos 20 años, la cara más visible de AD resultó Henry Ramos Allup, quien concentró la vocería del partido al punto de que nadie recuerda otra personalidad que pueda arrogarse la representación de esa agrupación política desde la candidatura del caudillo Luis Alfaro Ucero, abandonado por sus propios copartidarios para apoyar a Henrique Salas Römer, en sus aspiraciones contra Hugo Chávez Frías en 1998.
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El filósofo y comunicador Miguel Ángel Pérez Pirela refirió que en los últimos 17 años Ramos Allup ha fungido como secretario general de AD, tiempo en el cual se consolidó como “un dictador, o una especie de latifundista” dentro de su propio grupo.
Recordó que lo mismo ocurrió con Julio Borges, quien aunque permanece en Bogotá, sigue pretendiendo desempeñarse como el gran dictador de Primero Justicia (PJ). De hecho, bien vale recordar la pugna que por un tiempo sostuvo con Leopoldo López por el liderazgo del partido y que llevó a éste último a abrirse paso con una nueva agrupación: Voluntad Popular.
Un fallo interesante
Pérez Pirela refiere que cuando el diputado opositor José Brito (PJ) le dio el golpe de Estado a Juan Guaidó en la Asamblea Nacional en enero pasado, habló de “la rebelión de las regiones”.
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El filósofo considera este concepto “muy interesante, por cuanto aquellos militantes de Primero Justicia, de Voluntad Popular o de AD que están en las regiones, ven cómo todas las decisiones, beneficios y prevendas de las directivas de estas toldas se resuelven en Caracas, y eso les generó malestar”.
En este sentido, el surgimiento de una nueva junta directiva de la AN alejada del grupo Guaidó, viene a poner de manifiesto lo que ocurre actualmente en AD, Primero Justicia y Un Nuevo Tiempo (UNT), integrantes del G4, junto con Voluntad Popular, el partido del autonombrado.
Cabe acotar que se trata de la coalición que ha llevado a Venezuela a la crisis política sin precedentes que vive en la actualidad, víctima del injerencismo estadounidense y muy mermada económicamente a raíz de las sanciones unilaterales e ilegales de Washington.
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Entonces, los liderazgos menores dentro de aquellas agrupaciones, cansados de estar apartados de las grandes decisiones, se vieron forzados a recurrir ante el Tribunal Supremo de Justicia, máxima autoridad judicial venezolana, para dirimir las diferencias, pero principalmente para generar una decisión definitiva en torno a la falta de relevo en esas toldas, cuyas cabezas dicen avalar la democracia y la alternancia en el poder.
El TSJ decidió en favor de los derechos políticos de los integrantes “más débiles” de esos partidos y les dio la batuta para que ellos puedan decidir qué pasará con sus formaciones, que vienen de experimentar peleas internas –especialmente por plata, según Pirela- que las han fraccionado en los últimos años al punto de dar pie al surgimiento de nuevos movimientos de exintegrantes.
¿Nuevos cimientos?
No es muy probable que el surgimiento de nuevas autoridades o directivas anuncien cambios contundentes. Si bien resultan diferentes las etapas históricas de surgimiento las de Acción Democrática y Primero Justicia, les unen las mismas prácticas políticas. Los cambios decretados por el TSJ venezolano no necesariamente determinan un devenir diferente, a juzgar por los actores involucrados, formados en la vieja escuela.
Pirela asegura que en el caso de AD, nadie puede decir que Bernabé Gutiérrez, secretario nacional de organización desde 2001 (hace 19 años), no es un muy cercano colaborador de Ramos Allup.
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De hecho, citó a la periodista Patricia Poleo, autoexiliada en Estados Unidos –hija del también periodista Rafael Poleo, cercano colaborador de Ramos Allup- quien dijo que ambos dirigentes “nunca van a separarse, ni a tener problemas porque tienen demasiado negocios y años juntos”.
A raíz de esta afirmación, el comunicador se pregunta si toda la movida que ocurre actualmente en AD es una jugarreta del propio Ramos Allup: “¿Será que él quiere ir a las elecciones parlamentarias, pero sabe que si lo hace con AD lo sancionan desde Estados Unidos y él quiere seguir en las buenas con ellos (el imperio)?”.
En el caso de Primero Justicia, la designación de una junta ad hoc con el diputado José Brito al mando ha sido muy criticada por los que se autodenominan “partidos mayoritarios de la oposición”, que tildan al dirigente de corrupto y resaltan, a través de sus empresas de información, que Brito terminó expulsado de las filas de la tolda aurinegra, en diciembre de 2019, por ciertos delitos.
De ser ciertas las acusaciones, que no han sido comprobadas pero sí muy difundidas, podríamos estar hablando del mismo musiú con diferente cachimbo.
FF/VTactual.com
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