El caso del padre que ahogó a sus dos hijos para luego incendiar una de las habitaciones de su domicilio, donde había depositado los cadáveres, ha conmovido no solo a la comunidad de Getafe, donde ocurrieron los hechos, sino al mundo entero.
El hombre de 46 años, según han revelado medios locales, portaba en sus bolsillos una nota en la que declaraba el asesinato. «He matado a mis hijos. No quiero que sufran«, rezaba el documento hallado en el cadáver del padre, que tras el asesinato se lanzó a las vías férreas en la estación de Getafe Industrial.
«Yo iré al infierno y mis hijos al cielo«, suscribió también el padre, según una nota publicada por La Vanguardia, donde además se asegura que en la carta se hablaba de problemas con Raquel, la madre de los pequeños, aunque el entorno de esta última desmintió rumores de separación o peleas.
Ana Isabel Gutiérrez, una amiga cercana a Raquel citada por el mismo medio, aseguró que tanto ella como José se dedicaban enteramente a sus hijos, una niña de 8 años y un varón de 13. Este último tenía una severa parálisis cerebral que le impedía el movimiento y el desarrollo del habla.
De ahí que Raquel, señala la misma amiga, no quiera ni siquiera pensar en los motivos de José hasta que las autoridades que investigan el caso no le suministren información clara de lo ocurrido.
También se ha podido conocer que el padre recibía apoyo psicológico por el hecho de tener un hijo con discapacidad, aunque la misma Gutiérrez señala que nunca hubo indicios de que tomaría una decisión como esa.
Por develarse quedan todavía esas motivaciones para que un padre del que hablan como abnegado haya ahogado a sus dos pequeños, los haya acostado en la cama matrimonial y, ya muertos, le prendiera fuego al dormitorio, dejara la casa en llamas y se fuera a la estación para lanzarse.
JI