InicioDestacada“No preguntes, no digas”: violencia machista en el Ejército de los EEUU

“No preguntes, no digas”: violencia machista en el Ejército de los EEUU

A los pocos días de la captura en suelo venezolano del mercenario estadounidense Airan Berry, comenzó a circular  a través las redes sociales la “denuncia” de que ese personaje estaba pagando cárcel en los EE.UU. por el presunto femicidio de su esposa y que no se entendía qué hacía en la Operación Gedeón. Al final, se trató de un bulo porque su cónyuge apareció sana y salva en Alemania, país de residencia del norteamericano desde 1996.

Independientemente de que el caso Berry sea un “fake”, no cabe duda de que las acusaciones sobre los femicidios y violencia machista dentro del Ejército de los EE.UU. son veraces. El número de casos de violencia doméstica y malos tratos en el seno del componente militar estadounidense en la década del 90 multiplicaba por 5 la tasa global del país, de acuerdo con estadísticas del Pentágono que recogieron 50.000 casos de esposas de militares maltratadas por sus maridos entre 1992 y 1996.

Las guerras de Afganistán e Irak le echaron gasolina al fuego

Los atentados del 11-S del 2000 sirvieron como excusa para que EE.UU. ejecutara “La Guerra contra el terrorismo” y en octubre de 2001 las fuerzas de combate de esa nación atacaron Afganistan. Ese mismo año, los casos de violencia doméstica, sexual y maltrato infantil aumentaron en las familias de los militares estadounidenses, según datos aportados por el Pentágono en enero de 2012.

Ante las denuncias de violencia doméstica dentro del Ejército de los EEUU el Pentágono trata de ignorar las recomendaciones judiciales y «tapar» los casos sin adoptar medidas preventivas ni de castigo.

Los casos de delito sexual violento aumentaron un 64% desde 2006 hasta 2011. Los de violencia doméstica un 33% en el mismo periodo y el maltrato infantil aumentó un 43%.

En aquel momento, el general Peter Chiarelli – del Estado Mayor conjunto – manifestó que después de diez años de guerra en Irak y Afganistán siempre van a aparecer problemas imprevistos como, en este caso, el aumento de los casos de violencia intrafamiliar:

«Aunque las tropas han abandonado Irak y la retirada de Afganistán está prevista, los problemas de salud psicológica van a continuar, y en algunos casos podrían incluso aumentar a medida que los veteranos entren en el mundo civil», expresó.

Los problemas más comunes identificados en los soldados que participaron en estas guerras son las lesiones cerebrales traumáticas y el estrés postraumático, en los que se observaba una tendencia constante al alza, con 126.000 casos de lesión cerebral traumática y 70.000 casos diagnosticados de trastorno de estrés postraumático desde 2003.

La filosofía del “No preguntes, no digas” en los casos de abuso sexual en el Ejército

En 1991 salió a la luz el primer gran escándalo de abusos sexuales dentro del Ejército. Durante la convención de Tailhook, aproximadamente 200 marines borrachos agredieron sexualmente a al menos 83 mujeres en los pasillos del hotel Hilton de Las Vegas. En 1996 se reveló una veintena de violaciones cometidas en el campo de pruebas de Aberdeen (Maryland). Fue gracias a este suceso que se descubrió la existencia de una “cultura de la violación” dentro de la institución; ya que en otros centros de entrenamiento los acosos también estaban a la orden del día.

25 años después de los eventos de Tailhook, los números de casos de acoso sexual en la Armada siguen siendo alarmantes. En 2014, el Departamento de Defensa estadounidense recogía que aproximadamente 20.000 miembros del servicio militar se habían visto sometidos a relaciones sexuales no consentidas. A pesar de lo grave de esta situación, la expresión «No preguntes, no digas» – que le dio nombre a la Ley promulgada por Obama (2010) para el ingreso de los homosexuales a las Fuerzas Armadas – parece ser la filosofía imperante dentro de los círculos castrenses.

Intimidación y miedo a las represalias

Muchas de las víctimas de abuso sexual dentro del Ejército aseguran que, tras reportar la violación, sus comandantes hacían preguntas como: “¿Qué llevabas puesto la noche que sucedió el supuesto altercado?” o “¿Qué esperabas que sucediese al juntarte con un grupo de jóvenes marines borrachos?”

La cultura de la violación en el ejército estadounidense es un reflejo de esa sociedad: en Estados Unidos donde cada 98 segundos se produce un abuso sexual.

En 2014 una encuesta llevada a cabo por el Departamento de Defensa arrojaba que el 62% de las víctimas aún activas en la Armada habían recibido algún tipo de represalia tras denunciar su acoso a las autoridades militares. Por eso no es de extrañar que las denuncias manejadas por las autoridades estén por debajo de los casos reales.

Las retaliaciones pueden ser sociales y profesionales. Para comprender las sociales, debemos imaginar al Ejército como una “gran familia”. Cuando se acusa de violación a algún miembro de una unidad militar, el resto hará todo lo posible por proteger la cohesión.

Las represalias profesionales consisten en la realización de “pruebas psicológicas” a la víctima que pueden derivar en un “despido involuntario” por un eventual diagnóstico de “transtorno de la personalidad”. Si eso ocurre, la incorporación a la vida civil es sumamente dura, pues no se les brinda ayudas y les cuesta trabajo conseguir empleo.

Delincuencia uniformada

En la actualidad, existe un gran número de delincuentes entre los soldados activos de las Fuerzas Armadas estadounidenses. Tras la guerra de Irak, la popularidad de la Armada disminuyó y, como consecuencia, el rigor a la hora de evaluar los antecedentes penales de los nuevos alistados prácticamente desapareció.

Estudios realizados por la Marina en 2012 revelaron que un 15% de los nuevos reclutas había cometido o tentado al menos un acto de violación antes de unirse ese cuerpo. Por su parte, el FBI, manifestó en 2011 que miembros de más de 53 bandas callejeras se encontraban infiltrados en las Fuerzas Armadas.

Enza García Margarit/VTactual.com

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