InicioDestacada#VTanálisis La “nueva normalidad”: las costumbres del futuro

#VTanálisis La “nueva normalidad”: las costumbres del futuro

“¿Quién es María, ría, ría, ría?” suena en delay la pregunta de la instructora que está manejando a un grupo de mujeres que intenta, vía Zoom, hacer ejercicios on line, una rutina grupal denominada “Método de integración cognitivo corporal: el cuerpo es la herramienta”, que coordina Lourdes García.

Nadie tiene contacto físico, no hay roce de pieles y apenas el guiño fugaz de una imagen remota que entra y sale de las pantallas de las PC, cuando Internet parpadea, mientras el grupo intenta seguir en tiempo real las indicaciones de ejercicios de respiración que la instructora dicta desde un paraje desconocido.

Aunque usted no lo sepa (o sí), esto forma parte de la nueva normalidad.

El presidente Nicolás Maduro ha insistido: “nada será como antes”. No es una posición apocalíptica ni tremendista del mandatario nacional, aunque él sabe, como todos nosotros, que en Venezuela nada nunca ha sido “normal”, o, como dijo el poeta: “lo anormal es nuestra norma”.

Pero se trata de otra cosa. Esa paradójica secuencia de palabras, lo nuevo-normal, pretende indicar que se va a recuperar la normalidad, pero que no va a ser la que conocíamos, sino una diferente.

Por culpa del coronavirus se asoma un nuevo orden de cosas, que se anuncia desde ya como para irnos preparando.

Con el miedo en el cuerpo

Mientras continuamos en confinamiento, cumpliendo a rajatabla el decreto de cuarentena social, nos vamos acostumbrando al desapego, el tapaboca, la higiene extrema, pero también, a una sincronía atípica que parece transversalizada por el miedo al contagio, la ausencia de control, el orden aleatorio que se impone ante la ilusión de que transitamos con libre albedrío nuestras vidas, cuando el virus nos demostró que no es verdad.

Es un nuevo vivir con un nuevo sentir. Lo nuevo-normal, parece indicar la pérdida de la autonomía ante las determinaciones del entorno.

Se aplicó por primera vez, como concepto, después de la crisis económica de 2008 para hacer referencia a las nuevas condiciones del mercado que finalmente se adoptaron como normales en el largo plazo.

Hoy, a la que todos los seres humanos deberemos acostumbrarnos tarde o temprano, en la medida en que nos toca tratar de convivir con el virus, sus mutaciones, o sus fantasmas.

“Prepararnos para la nueva normalidad”, nos pide el presidente, invocando lo que encomienda la Organización Mundial de la Salud (OMS): mantener el distanciamiento social, las medidas de higiene y el uso de tapabocas.

En ese contexto, luego de dos meses de encierro y tiempo detenido, no es descabellado pensar que el espacio público constituirá una amenaza en un sentido sanitario. Salir a la calle, tomar el Metro, subir a un autobús, participar en una fiesta, resultarán auténticos desafíos cotidianos en la medida en que avanza el rescate del sentir orgánico del cuerpo y su presencia en colectivo.

¿Qué será de nosotros en el mañana? Es, quizás, la inquietud más recurrente que recogen sicólogos, sociólogos y pensadores, como el filósofo y profesor universitario Carlos Ortiz, quien trata de responder así en una entrevista de la revista Contrapunto: “Muchos memes, videos, audios, cadenas, algunos incluso de forma muy explícita llaman a revisar la manera en que entendemos la vida y el modo en que nos comportamos con nuestro prójimo y con el planeta. Ese énfasis en el cómo estamos actuando es muy importante, porque lo más probable es que la vida no tenga sentido, sino que estemos en la Tierra para dárselo. Entonces, es imperioso que tomemos conciencia del impacto de nuestros actos, que reflexionemos acerca de hacia dónde nos llevan. El sentido de la vida es vivir sin perderla, sin que se nos pierda. Hoy, uno de los dramas más duros que enfrenta la gente es el miedo a que la vida que ha tenido hasta ahora se haya acabado y no sepa cómo recuperarla”.

Las virtualidades que se vienen

Tareas virtuales corregidas por la maestra en línea, yoga desde la sala de la casa, corales polifónicas enteras ensayando a distancia, chateos sexuales, incursiones fugaces a la calle para adquirir lo urgente, dos metros o más de distancia frente al vecino, el milagro de Netflix como excusa para el consumo de placer visual a la carta, son apenas atisbos de lo que podría quedarse para siempre desde la óptica del pequeño burgués sodomizado por la urbe, pero no deja de tener cercanía con el sentir del barrio o la provincia, donde las realidades son distintas aunque se contrastan, entrecruzan y contradicen, mientras respiran también el aliento del Covid-19.

En España, por ejemplo, uno de los países más golpeados por el virus, ya se habla de un “Plan para la Transición hacia una Nueva Normalidad”, y se insiste en una “desescalada” del confinamiento que arrancó el lunes 04 de mayo y se irá cumpliendo en cuatro fases graduales y asimétricas que impondrán nuevos estilos al comportamiento ciudadano, “liberando” primero que nada, por decirlo de algún modo, al aparato productivo.

Se están previendo, para esa nación europea, nuevos usos del espacio público, como mamparas de separación entre comensales en los restaurantes y en las peluquerías, citas previas para atender a clientes, horarios de atención preferente para mayores de 65 años, guantes y mascarillas obligatorios si hay contacto con clientes, desinfección dos veces al día, etc., durante la llamada Fase 0 que es la que se está iniciando.

Uno de los acuerdos establecidos con el sector comercial, es reducir el número de usuarios al 50% de lo que era habitual “normalmente”, hasta nuevo aviso. Desde las oficinas hasta las aulas -dos casos en los que se incentivará la modalidad a distancia-, pasando por los centros comerciales, los gimnasios y los templos: todos deberán reducir a la mitad sus usuarios mientras resuene aún el murmullo de la pandemia.

Alemania, Italia, Nueva Zelanda, Reino Unido y los países escandinavos, también han alentado una serie de medidas que apuntan a devolver la “libertad” a sus ciudadanos, mientras se reactiva la economía.

Vale decir, el encierro continúa, pero de una forma más relajada.

El «new normal» como se le denomina en otros países, se aplica de formas variadas, pero casi al unísono. En la República Checa se reanudaron las prácticas de golf, tenis y pesca de caña, prácticas que, aunque implican, por su naturaleza, distanciamiento, duplicaron el rigor en esta norma.

Nuestra vieja normalidad

Guardando las distancias, así va el ensayo venezolano: una desescalada gradual y lenta, más prudente que la de España e Italia, como ha dicho también el mandatario, pues se trata de garantizar la salud y el bienestar al pueblo en todos sus contextos, más allá de la apremiante necesidad de reactivar la economía.

Hasta ahora, 50 días después desde que se ordenó el confinamiento en nuestro país, el gobierno ha decidido flexibilizar el encierro permitiendo a niños, jóvenes y adultos mayores, un horario especial de salidas a espacios públicos los fines de semana, con la excusa de estirar las piernas, tomar el sol y socializar, siempre respetando las normas básicas de distanciamiento.

Pero nuestra “nueva normalidad” es tan única en el mundo, que se aplica con métodos viejos e inútiles, como frustrados golpes de estado, desembarcos, intentos de invasión y acciones paramilitares de mercenarios pretendiendo derrocar al gobierno legítimo, campeón absoluto aplanando la curva de contagios por Coronavirus y manteniendo a raya cualquier intento de desestabilización.

 

Marlon Zambrano/VTactual.com

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