La referencia negativa que representaba el portal DolarToday para la economía venezolana ha perdido fuelle, con la inclusión de nuevas páginas web que tasan arbitrariamente las divisas extranjeras en bolívares.
La ventaja de estas últimas, y su mayor daño para la moneda del país suramericano, es que no se limitan a «establecer» el precio de las divisas sino que además hacen intercambio en bolívares. Es decir: compran dinero foráneo con el de Venezuela.
Se trata del fenómeno de las remesas, con las que venezolanos reciben dinero de familiares en el exterior. Pero no les llegan dólares, euros o pesos, sino bolívares, a una tasa de cambio definida por cada portal en cuestión de manera arbitraria, tal como lo hace la propia DolarToday.
De entre esa serie de casas de cambio virtuales, AirTM (conceptualizado como un «cajero automático» en la nube) es la que marca actualmente pauta para el intercambio de monedas por bolívares. Su tasa ya es mayor a los 600 mil bolívares por cada dólar, pero el valor es difícil de precisar dada la arbitrariedad del cálculo.
Ahora, aunque los medios de la derecha alegan directa o indirectamente que esto representa una «inyección de divisas» para el país gracias a la salida de venezolanos a otras latitudes, en realidad no se trata de eso.
Cada dólar o euro que «ingresa» a Venezuela vía remesas, en realidad nunca llega siquiera a oler al país suramericano: ese dinero queda en las cuentas de los receptores (casas de cambio) en el país origen, que tienen socios con cuentas o cuentas propias en bolívares, con la banca local, y con eso envían la remesa.
Es decir, quienes envían ese dinero en realidad están simplemente comprando bolívares con la moneda local de donde se encuentran. No están, en el estricto sentido de la palabra, enviando los dólares a sus familiares.
Lo que sí hacen es debilitar más el bolívar, contribuyendo a inflar cada día los precios ficticios de las divisas a través de ese tipo de mecanismos: los precios son tan arbitrarios que tienen un margen de diferencia entre páginas de hasta 200 mil bolívares.
Pero la pregunta más importante aquí, al margen del ataque a la moneda venezolana, es: ¿Hay alternativa?
La hiperinflación que se vive actualmente en las calles venezolanas representa un golpe durísimo a los bolsillos y hasta a las mentes de los habitantes, preocupados en su día a día sobre su acceso a alimentos, medicinas y demás bienes y servicios.
Por esto, recibir remesas de sus familiares o amistades en el extranjero funciona como un importante salvavidas. Recibir el equivalente en bolívares a unos simples 10 dólares puede ayudar a completar un mercado, pagar las cuentas y vivir con menos preocupaciones.
El problema con esto es que a la par que debilita la moneda criolla, fortalece la política inflacionaria a la que se han volcado comercios y productores nacionales. En Venezuela hay dos economías: una, la del asalariado promedio, que gana en bolívares y ve cómo cada día le suben los precios pero no sus ingresos.
La otra es la de quienes viven ya dolarizados: reciben entre 50 y 100 dólares mensuales en promedio y, aunque los productos suben casi a diario (gracias en gran medida a la propia subida del dólar) a ellos no les afecta.
Pero, ¿cómo fortalece el alza de precios? Sencillo: mientras haya un grupo importante de personas cuya capacidad adquisitiva esté siempre a la par del aumento (porque siempre recibe el equivalente a la misma cantidad de moneda extranjera), en esa medida los precios podrán seguir subiendo sin freno. Los comercios no pierden mientras una masa amplia pueda pagar sus precios inflados.
El fenómeno de las remesas no es nuevo, eso sí. Según el propio Banco Mundial, venezolanos reciben dinero de personas en el extranjero desde el año 1984, cuando ya era común la salida de personas a otros países.
La diferencia, como se puede ver, es que ahora representa prácticamente una forma de vida y negocio ser ese intermediario, debido a una altísima demanda pues, actualmente, hay quienes calculan sus gastos ya en moneda foránea, al cambio diario que establecen las páginas web.
Por ejemplo, un entrevistado que prefirió mantenerse en el anonimato contó una anécdota paradigmática de esta forma de llevar las cuentas: un día pasaba por un comercio, vio un televisor en una vitrina y preguntó el precio: 25 millones de bolívares. Al cambio de ese día eran 50 dólares.
Él, cuya economía se lleva completamente en dólares, hizo ajustes y sacó los 50$, pero fue a comprar al día siguiente. Para ese entonces, el mismo televisor, que todavía costaba 25 millones en bolívares, le costó solamente 30 dólares al cambio de esa hora.
Para el trabajador promedio venezolano, ese aparato costaba 25 millones el día 1, y 25 millones el día 2. Para este sujeto, no. Las dos Venezuelas en una sola compra, con 24 horas de diferencia.
JI