Siete candidatos se pelean la presidencia de Brasil, un gigante derrotado por la actuación enana de una derecha que, a base de un impeachment ilegal, derrumbó los avances que el país había alcanzado de la mano del partido obrero.
La desigualdad social es la gran brecha que separa al pueblo de los políticos, que luego del golpe de Estado judicial y hasta ahora, han llevado las riendas del país suramericano. Brecha que tendré que estrechar el nuevo inquilino del Palacio de la Meseta.
Ante las marcadas desigualdades políticas, sociales y económicas, las calles se activaron reclamando el derecho de los ciudadanos a una elección transparente, asunto que ha sido imposible con un candidato detenido ilegalmente a quien le fue anulada su candidatura.

En lo económico el Banco Mundial asegura que el país suramericano se enfrenta a tres desafíos que deberá sortear el próximo presidente de Brasil: el desequilibrio fiscal, la falta de crecimiento sostenible y la dificultad del Estado para proporcionar servicios básicos.

Ante las demandas sociales el presidente de facto Michel Temer ha respondido con represión poniendo a las fuerza de seguridad del Estado contra quienes le adversan y ha manteniendo encarcelado Lula Dasilva el candidato con mayor popularidad.

Por la gran desigualdad y la militarización de las fabelas, la inseguridad se ha estimulado considerablemente, pues los cuerpos de seguridad lejos de garantizar derechos, representan vulnerabilidad e inseguridad para los ciudadanos.
EC