Estados Unidos exporta la guerra a todo el mundo, apoyando a ejércitos rebeldes, ya sea económicamente o enviando directamente tropas. Además, ha seguido expandiendo su territorio, a través de la instalación de bases militares en diversos países, tanto de África, como de Europa y América Latina.
En total, son 42 los países con presencia militar estadounidense, para una cifra no menos que escandalosa de casi 600 bases. Esto sin contar con más de 100 instalaciones en territorios de ultramar y las más de 4 mil que se encuentran en el mismo suelo de la nación norteamericana.
La repartición de efectivos militares estadounidenses por el mundo asciende, por otra parte, a más de 250.000, según datos de la Secretaría de Defensa de Estados Unidos. La ciudad argentina de Paraná, capital de la provincia de Entre Ríos, no llega a este número de habitantes; tampoco Coro, capital del estado Falcón, en Venezuela; Oporto, la segunda ciudad en importancia en Portugal, o Ginebra, la segunda con mayor población en Suiza.
Si agregamos los que hacen vida dentro de Estados Unidos, el número supera los tres millones. Solo hay seis ciudades europeas con una población superior a esa cifra; mientras que, en Venezuela, solamente Caracas y Maracaibo superan los 3 millones de habitantes.
En cuanto al territorio que ocupan estas instalaciones, la más grande fuera de las fronteras estadounidenses se encuentra en Kosovo. Con el nombre de Camp Bondsteel, esta base de poco menos de 4 kilómetros cuadrados fue construida a finales de los años 90, a raíz de la intervención directa de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en el conflicto de los Balcanes (en 1999 bombardeó Yugoslavia), con la excusa de proteger a la población civil.
Camp Bondsteel cuenta con más de 25 kilómetros de vialidad, poco menos que la autopista Francisco Fajardo, que recorre unos 28 de polo a polo en la capital venezolana, Caracas; y representa 1.5 veces la distancia entre esta ciudad y La Guaira, donde se encuentra el principal aeropuerto internacional de la nación suramericana.
Hay bases dentro de Estados Unidos comparables a ciudades no menores. La mayor de ellas, la base militar conjunta Lewis-McChord, tiene una superficie cercana a los 1700 kilómetros cuadrados. Sería la sexta ciudad más grande de Europa, solamente superada por Londres, Moscú, París, Francia y Milán.
La presencia militar estadounidense en América Latina se vio reducida durante los primeros 15 años de este siglo, con la llegada a la región de líderes que velaban por la soberanía territorial de sus naciones, como Hugo Chávez, Lula Da Silva, Néstor Kirchner, Evo Morales, Rafael Correa o Daniel Ortega.
Sin embargo, recientemente se ha ampliado la cantidad de bases con que cuentan y que, con argumentos como la lucha contra el narcotráfico, han ido cercando a las naciones que se mantienen firmes contra la injerencia norteamericana.
Instalaciones en El Salvador, Honduras, Costa Rica, Curazao, Perú, Colombia, Paraguay, Argentina, además de las ubicadas en Guyana o Surinam, amenazan directamente la seguridad de los pueblos de la región. Van desde bases navales y aéreas hasta puestos de espionaje y comunicaciones.
JI