La interacción entre personas a través de pantallas ha colocado en suspenso todo lo que conocemos sobre la vida. Ya no somos vistos como individuos, ni como seres humanos que piensan y sienten. La tecnología y quienes la controlan nos convirtieron en perfiles, simples estadísticas que utilizan en su beneficio.
¿Pero cómo fue posible? Gracias a toda la información que se encuentra disponible sobre nosotros y nuestros gustos en Internet, y que fue entregada de forma gratuita a millones de empresas que hoy comercian con ese conocimiento.
Se trata de lo que conocemos como Big Data, el recurso más valioso con el que cuentan en la actualidad los políticos, los publicistas y los comerciantes, que adaptan sus mensajes o productos a las preferencias de las masas.
Gracias a esta ingente cantidad de información, productos y políticos terribles han logrado imponerse en el mercado. Su mejor herramienta ha sido saber qué decir, cómo y cuándo, para ganarse la empatía de quienes compramos sus propuestas.
Para muchos estudiosos del tema, como el expolítico español José María Lasalle, el Big Data es una especie de leviatán que poco a poco destruirá la democracia e impondrá la dictadura de los algoritmos, una despersonalización total de la vida que sólo será entendida a través de cálculos y sistemas.
Para Lasalle una de las peores consecuencias ha sido el surgimiento de la violencia en los espacios virtuales, porque a su juicio la empatía hacia el otro sólo se puede construir a través del contacto, viendo al resto como lo que son: nuestro reflejo.
“Desde la empatía cero, es decir desde la incapacidad de dialogar con el otro porque dialogamos con una interface que sustituye al otro, somos capaces de la crueldad más absoluta, como se percibe en los linchamientos digitales, que son capaces de llevar a la muerte civil a muchas personas”, declaró Lasalle en mayo pasado al diario español La Vanguardia.
Quizás lo peor sea que lo que está ocurriendo en el ámbito virtual ya comenzó a apoderarse de la vida real. Una evidencia de ello son los escraches que tanto han afectado a los venezolanos dentro y fuera de sus fronteras. Este tipo de acciones intimidatorias son responsables de la muerte de decenas de personas, cuyas religiones o preferencias políticas han sido expuestas en las redes sociales.
Votantes convertidos en productos
Si las campañas políticas en el pasado tenían material suficiente para estudiar y eran creadas de formas poco éticas con el único objetivo de ganar un curul en algún congreso o alcanzar la silla presidencial, las de ahora son verdaderas odas a la manipulación porque están basadas en decirle a los electores lo que ellos supuestamente quieren escuchar.
La experiencia de la campaña electoral protagonizada por #DonaldTrump en 2016 es una muestra del potencial que tiene dirigir mensajes personalizados a individuos segmentados por sus gustos.

Sin embargo, él no fue el primero. En 2008 el equipo de campaña de Barack Obama, dos veces presidente de EE. UU., comenzó a revisar qué decían las personas en las redes sociales para determinar su posición política y todo lo hicieron gracias a un algoritmo. De esta forma reconocieron a 3,5 millones de potenciales votantes a quienes más tarde dirigieron un discurso muy especifico basado en sus gustos.
¿Cómo lo hicieron? Al reconocer a latinos, feministas y miembros de la comunidad LGBT (por mencionar sólo a algunos sectores de la sociedad) pudieron indicarle a las redes sociales qué tipo de propuestas de campaña debían mostrarle a estos segmentos.
¿Los resultados de la campaña? Un millón de esos potenciales electores se registró para votar y seguramente lo hizo por el partido demócrata. Ocho años más tarde, con nueva tecnología a su favor, los republicanos ubicaron a los ciudadanos que se sentían frustrados por la situación del país (también a través de las redes sociales) y diseñaron una campaña para convencerlos de unirse al proyecto de país del Presidente magnate que prometía hacer grande a América nuevamente. Con esa estrategia olvidaron su supuesta pasión por la democracia y le dieron la bienvenida al populismo.

La victoria de #DonaldTrump en 2016 tiene un componente aún más asombroso porque los medios tradicionales estaban en su contra. Sin el apoyo de la gran maquinaria mediática, pero con redes sociales como WhatsApp y Facebook a su servicio, el otrora presidente del Miss Universo pudo llegar a la Casa Blanca.
Esta estrategia que personajes como J. J. Rendón intentan aplicar en la política latinoamericana, seguirá dando resultados mientras que la población de votantes realmente informados y educados continúe representando una minoría a escala global.
Andreína Ramos Ginés/ VTactual.com