Vamos a diferir las abstracciones: la violencia machista va más allá de las estadísticas y tiene territorios concretos que se desplazan día a día, in crescendo, en la medida en que avanza el confinamiento impuesto por el decreto de cuarentena social colectiva.
Sin embargo, no es un tema masivo, más allá del amarillismo periodístico que habla de «crímenes pasionales» o «asuntos de parejas» para vender información, como denunció Enza García a través de este medio en su trabajo #VTanálisis Los femicidios como espectáculo y el “Efecto Copycat”, que demuestra los riesgos del uso y abuso superficial de tan delicado asunto, haciendo de lado todo un abismo de injusticias, maltratos, rechazo, y finalmente rasgaduras del núcleo familiar, que en el peor de los casos agrega crímenes espantosos.
Una amiga, activista de los derechos de la mujer, me propone un ejercicio: “conviértete por un instante en hembra”. La invitación, complicada pero apremiante, implica sentir como mujer, amar como mujer y penar como mujer.
Se trata de desprenderse del instinto troglodita de la virilidad, para adentrarse en un terreno completamente distinto, donde germinan el vaivén de los ciclos naturales, las necesidades existenciales básicas, la autorealización personal y profesional, el espíritu liberador pero a la vez instintivo de la madre, y en general, las reivindicaciones naturales, espirituales y sociales negadas ancestralmente por la preeminencia de un poder unívoco que se ampara en supuestas justificaciones antropológicas, religiosas, evolutivas, económicas.
Transversalizados como estamos de una heredad genética, que dice otorgarnos poderes “incuestionables”, al macho le cuesta calzar los zapatos de una dama, y en la mayoría de los casos reedita el comportamiento de la sociedad que lo ampara: desde la negación hasta la burla, instalado cómodamente del lado opresor que al final es el hegemónico, por capitalista y patriarcal, surtido profusamente de todos los códigos con que las industrias culturales lo justifica.
En resumen, aunque no puedo zafarme de mi condición, cuestionarme se convierte en un deber, así como entender que ser mujer no está fácil.
La alarma de Utopix
Tanto que, según un informe presentado por la plataforma Utopix a partir de las investigaciones y compilación de la antropóloga Aimee Zambrano Ortiz, entre enero y marzo se registraron 72 femicidios en Venezuela, 10 de ellos en pleno período de confinamiento.
Durante los casi dos meses que lleva la emergencia sanitaria en Venezuela por el Coronavirus, hasta el momento de escribir esta nota, se tenían contabilizados 9 fallecidos. Ya vamos divisando la verdadera pandemia.
Se debe tomar en cuenta que se trata de un subregistro. En general, no hay datos más fidedignos por la sencilla razón de que la mujer -en condiciones normales- se abstiene de señalar al agresor por un sinfín de razones que van desde la estabilidad del hogar hasta su propia subsistencia, o sencillamente las instituciones colocan mil trampas en el camino hasta desestimar la denuncia que se cuela por el foso del olvido.
En condiciones atípicas de aislamiento (en este caso para reducir el impacto de una enfermedad de infección viral), no solo se incrementa la intimidación masculina a través de distintos tipos de violencia en el roce cotidiano, sino que se diluye cualquier esfuerzo de nutrir las estadísticas debido a las limitaciones de movilidad.
Por eso (y muchas cosas más), los datos oficiales brillan por su ausencia, y el esfuerzo por visibilizar la violencia intrafamiliar, de género o machista, lo acometen las distintas organizaciones sociales feministas con operaciones casi a hurtadillas, ofreciéndose incluso como carne de cañón al facilitar sus teléfonos personales, correos electrónicos y redes sociales para recibir denuncias, muchas veces desde el anonimato, a través de la campaña #NoEstasSola.
La impunidad que llama a más violencia
Es el caso del colectivo feminista Mujer Género Rebelde, que lidera desde Valencia, estado Carabobo, la activista Maritza Sanabria, quien se asume junto a las suyas comprometida a nunca abandonar un caso desde el momento de recibir la denuncia de una mujer.
Se trata, la región central del país, de una geografía especialmente golpeada por partida doble, tanto por el coronavirus como por la violencia machista, como refleja el insólito caso de Morella León López, 31 años secuestrada por su agresor, Matías Enrique Salazar Moure, quien a la vez mantenía en cautiverio a otra mujer a pocos metros una de la otra, en el corazón de Maracay, estado Aragua.
“Evidentemente el confinamiento contribuye a que se incremente la violencia de género, más si las mujeres comparten el espacio del hogar con una persona agresora. Fíjate que la Organización de Naciones Unidas (ONU) viene advirtiendo que la violencia machista ha tenido un repunte bastante alarmante durante el proceso de aislamiento, y le pidió a los países que implementen medidas para evitar ese repunte mientras avanza la cuarentena” advierte Sanabria.
Observa que los factores que confluyen en este momento histórico, son perfectos detonantes para el aumento de la violencia: el encierro continuo, estrés, el caso del proveedor que tiene que llevar comida a casa, el ingreso familiar día a día, la capacidad y los recursos de movilización, pudieran estar contribuyendo a generar agresiones dentro del hogar, más si el hombre es machista y misógino.
“Yo me atrevo a decir que este tema de la violencia contra las mujeres en este tiempo de cuarentena, no ha sido lo suficientemente priorizado como debería. El tratamiento que se le ha dado a los casos de violencia por el sistema de justicia ha sido muy lento y en muchos casos la impunidad se hace presente. A nuestro juicio, esto ha incidido en el incremento de los femicidios, tomando en cuenta que la impunidad genera la percepción en la sociedad de que si se asesina a una mujer, no pasa absolutamente nada”.
El silencio de los medios
Otra de las sombras que envuelven a la mujer maltratada, es su revictimización. Va y denuncia, la pelotean, y no recibe la orientación adecuada, enumera Maritza, hasta que pierde la confianza en quien está obligado a protegerla que es el Estado, desistiendo finalmente de señalar a su agresor.
“Estamos en la indefensión. El Ministerio de la Mujer diseñó una campaña para esta cuarentena, pero tampoco vemos que sea promovida por la televisión o la radio, por lo que no siento que genere el impacto que debería generar”.
El movimiento Mujer Género Rebelde lucha por el derecho de las mujeres a vivir una vida libre de violencia desde hace 7 años. En este momento de cuarentena, articuladas con otros colectivos en todo el país, participan en la campaña #NoEstasSola asumiendo un voluntariado que se ha servido de las redes sociales para tejerse, conocerse y comunicarse, tratando de afianzar los lazos amorosos que las feministas llaman “sororidad”, entendiendo que al patriarcado se le combate desde el territorio.
Pero el tejido social y sus mediadores no ayudan demasiado. Entre otros aspectos, por la manera en que los medios están asumiendo la causa.
“Basta con encender la televisión para ver que a través de esta lo que se hace es promover la violencia machista, mediante la publicidad sexista, la promoción de estereotipos y géneros, y un sinfín de valores capitalistas que muestran a la mujer como un objeto sexual. Las redes sociales se han convertido también en instrumentos para promover la violencia. Sin embargo, desde los movimientos e individualidades feministas, venimos dando las batallas que nos han permitido visibilizar este problema de salud pública. En lo particular creo que hemos logrado que muchas personas volteen y vean lo que está sucediendo, sobre todo con el tema de los femicidios cuando hemos mostrado cifras”.
Luchan casi solas
Pero aterroriza ver que luchan prácticamente por su cuenta. La exposición personal de la campaña #NoEstasSola resulta preocupante, si tomamos en cuenta que el agresor suele ser un tipo violento que puede terminar yendo por ellas. Es un abandono que va desde lo fáctico hasta lo tangible, desde lo simbólico hasta lo material.
“Dificultad para acceder las cifras oficiales siempre las hemos tenido, porque el Estado no las publica. Tú buscas por cualquier parte y no consigues cifras oficiales publicadas, ni siquiera en la página del Ministerio Público. Esto hace suponer que las cifras de femicidio pudiesen ser mayores a las que tenemos hoy gracias al trabajo de los propios movimientos como Utopix y Aimé Zambrano, o de algunas otras ONG que se han dedicado a investigar. A nosotras nos parece muy grave pues al no haber cifras oficiales, no contamos con políticas públicas acertadas para hacerle frente al problema”.
La violencia machista tiene distintos caminos, como revela Maritza Sanabria. De las 21 que aparecen tipificadas en la Ley Orgánica sobre el derecho de las mujeres a una vida libre de violencia, la que menos se nota pero resulta terriblemente devastadora es la psicológica.
“No la vas a ver en el cuerpo -nos explica-. No vas a ver un hematoma, pero es una violencia que se va a lo interno, cuando tocas la dignidad más profunda de las mujeres y las haces entrar en un proceso de depresión, de desvalorización, tristeza, hasta incluso llegar a la inducción al suicidio. Muchas veces no se le da importancia cuando llegan estas denuncias a la Fiscalía”.
La plataforma Mujer Género Rebelde recibe gran cantidad de denuncias de este tipo de la región central del país, sobre todo mujeres que señalan al hombre porque no las deja salir, estudiar, compartir con la familia, o les critican su manera de vestir o de ser, etc. “Este tipo de violencia muchas veces no se toma en cuenta, a pesar de estar tipificada en la ley”.
Dramático, nos cuenta esta madre y abuela luchadora con amplios estudios del feminismo y militancia en la defensa de género, fue el caso de una reciente denuncia recibida por su plataforma en Valencia, que pudieron canalizar a través de todos los organismos competentes en la región. Al final, sin embargo, la víctima les reveló la condición que le puso la Fiscalía para canalizar su caso: “tiene que esperar a que pase la cuarentena”.
Marlon Zambrano/VTactual.com