El hacinamiento en las cárceles de Brasil y la violencia que desde ellas se promueve, se cobró la vida entre el domingo y el lunes de 57 reclusos que, en su mayoría, murieron asfixiados o apuñalados con cepillos de dientes afilados. La masacre, ejecutada por miembros de un grupo criminal que se formó dentro de los mismos centros de detención, es la segunda que se produce desde el año 2017.
Los hechos ocurrieron en cuatro cárceles ubicadas en la ciudad de Manaos, capital del estado Amazonas en el norte de Brasil, y aparentemente fueron impulsados por nueve reclusos que serán trasladados a prisiones federales en los próximos días.
La mayoría de las cárceles brasileñas están dominadas por grupos criminales que mantienen violentas disputas por el control del tráfico de drogas. Este país latinoamericano es el tercero con mayor población reclusa con más de 700 mil personas en graves condiciones de hacinamiento.
Con el objetivo de controlare esta situación, el Gobierno Federal informó que enviará una Unidad Especial de Intervención Penitenciaria a las prisiones de Manaos en donde ocurrieron los hechos. Asimismo, reforzará la presencia policial en otros centros penitenciarios del Estado como «medida de precaución».
Por su parte, el secretario de la Administración Penitenciaria de Amazonas, el coronel Marcos Vinicius Almeida, descartó la hipótesis de una rebelión y destacó que las muertes se produjeron durante la visita dominical.
Igualmente, Vinicius aseguró que en todos los penales tienen un sistema de cámaras internas que utilizarán para identificar a todos los que participaron en estos hechos.
Según la Secretaría del estado, no se registraron fugas ni ataques a los guardias de la prisión. Y ningún familiar fue tomado como rehén. Las visitas fueron suspendidas durante un mes en los centros penitenciarios donde se registraron estas masacres.
ARG