El grosor del hielo ártico ha disminuido 40 por ciento en los últimos 30 años y gracias a eso el nivel del mar ha aumentado 19 centímetros. Sin embargo, a las autoridades de EE. UU. sólo les interesa que el deshielo en esta zona reducirá en 20 días el trayecto entre Asia y Occidente, y que hay una gran cantidad de recursos bajo el agua de los que se podrá disponer una vez hayan desaparecido los glaciares.
No es una simple apreciación o un juicio emitido con base en las acciones de esta potencia. No. Es una afirmación que se basa en las declaraciones emitidas por el secretario de Estado, Mike Pompeo, en la última reunión del Consejo del Ártico realizada en mayo de 2019.
En este evento, EE. UU. fue clave para que la declaración final -la primera que había reunido el apoyo casi total de los integrantes de esta instancia- no se firmara.
Y es que a pesar de las evidencias científicas que aseguran que el Cambio Climático es real y que en buena medida las responsables de este fenómeno son las grandes potencias y su estilo de vida, EE. UU. sigue empeñado en desestimar su cuota de culpa en el asunto.

Es por ello que en esa conferencia las autoridades del país norteamericano decidieron no suscribir la declaración porque en ella se hablaba sobre el calentamiento global, sobre el cual muestran escepticismo principalmente por los billones de dólares que debían aportar para mitigar los efectos de este fenómeno.
Respecto al Ártico, esta administración actúa como lo ha hecho ante cualquier territorio de su interés: con las garras afiladas y el armamento listo para atacar. ¿Cómo no? Si es que debajo de esta zona se encuentra un cuarto de todo el petróleo por explotar en el mundo (aproximadamente 90 mil millones de barriles de crudo). Igualmente, se hayan extensas áreas ricas en níquel, carbón, hierro, plata, oro, zinc y rubíes.
El potencial del Ártico es conocido por todos, aún más por quienes lo protegen: asociaciones de indígenas que habitan los más de 16.500.000 kilómetros cuadrados de extensión que tiene la región y que son compartidos por Canadá, Dinamarca, Finlandia, Islandia, Noruega, Rusia, Suecia y por supuesto, EE. UU.
Estos recursos podrían estar a disposición de quienes los “custodian” antes de lo esperado, pues según un estudio publicado por la revista científica ‘Science Advances’ el Ártico se está calentando el doble de rápido que el resto del planeta.
Quizás por ello la militarización de la región se ha intensificado hasta el punto de albergar unos recientes ejercicios militares que contaron con la participación de más de 37 mil oficiales miembros de las Fuerzas Armadas de los países que conforman la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
Estos ejercicios se denominaron Cold Response 2020 y en ellos se simularon enfrentamientos contra fuerzas imaginarias rusas, que podrían vaticinar las guerras que se librarán por el control de este territorio una vez (y como lo dijo Mike Pompeo) “se consuma el deshielo”. Un dejavú que trajo a la memoria de muchos el recuerdo de la Guerra Fría.
Aunque la mayoría de los países apuestan por mantener la paz, la estabilidad y la cooperación constructiva en el Ártico, es un hecho que el interés por la zona echará por tierra cualquier acuerdo previo. Por ello, muchas de las bases militares construidas en la segunda mitad del siglo XX en la zona han recuperado sus actividades y comienzan a albergar importantes arsenales para combatir al supuesto enemigo.
Lo irónico es que la explotación de los recursos que encontrarán estas potencias en el Ártico significará millonarios ingresos para los países que se adueñen de ellos, pero se convertirá en el principio de la destrucción de la raza humana si lo que han estimado los científicos se convierte en realidad.
Ya el 95% del hielo más antiguo y grueso del Ártico desapareció, lo que queda -si continuamos contaminando y emitiendo gases de efecto invernadero al ritmo actual- podría convertirse en apenas un recuerdo mucho antes de lo anticipado.
Andreína Ramos Ginés/ VTActual.com
#VainaVerdeVT Contaminación ambiental es una deuda del transporte y el uso de energía