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Tres pandemias letales en el siglo XX: ¿Aprendimos algo para frenar la COVID-19?

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“Hay dos cosas infinitas: el universo y la estupidez humana, y no estoy tan seguro de la primera”. Esta frase es atribuida por los medios a Albert Einsten, premio Nobel de Física en 1921 y cuyo coeficiente intelectual era superior a 160 (el promedio es 115). Algo de razón debe haber tenido, mucho más al ver cómo, ante el Covid-19, los Gobiernos y sociedades caen en los mismos errores cometidos durante las tres grandes pandemias gripales del siglo XX.

La mal llamada “gripe española” de 1918, la “gripe asiática” de 1957 y la “gripe de Hong Kong” de 1958, sentaron precedentes, protocolos y acciones preventivas que podrían haber ayudado a frenar y hasta a erradicar rápidamente la actual epidemia del coronavirus SARS-CoV-2, causante de la enfermedad del Covid-19.

Sin embargo, la mayoría de los líderes de las principales potencias reaccionaron muy tarde e incluso, después de seis meses, 6,6 millones de infectados y casi 400 mil muertos, algunas sociedades mantienen su negacionismo y corren el riesgo ser una lamentable estadística más de esta pandemia que ya afecta a 188 países, según datos de la Universidad Johns Hopkins.

La pandemia ha alcanzado a 188 países de los cinco continentes. Gráfico: Universidad Johns Hopkins

El historiador Cédric Cotter, investigador del Comité Internacional de la Cruz Roja, lo planteó bien claro en una entrevista concedida a la agencia EFE: “La Historia nunca se repite totalmente, pero pueden verse tendencias en uno de estos hechos y también en el otro».

La gripe de 1918 fue excesivamente letal: unos 50 millones de muertos (ningún estudio ha sido exacto y algunos calculan 100 millones). Cada una de las dos siguientes provocó alrededor de 1,1 millones de fallecidos. Las tres se extendieron por un lapso aproximado de dos años. El Covid-19 va rumbo a superar, al menos, a las dos últimas.

Cuando China sitió la ciudad de Wuhan, el mundo bostezó y miró al otro lado. Cuando aisló totalmente a varias ciudades, nadie puso “sus barbas en remojo”. Cuando Italia se convirtió en epicentro de la pandemia, aún muchas potencias dudaban del virus. Cuando Estados Unidos cayó preso del Covid-19, fue muy tarde: la pandemia era global y los “fantasmas de la Navidad pasada”, cual historia de Charles Dickens, comenzaron a llenar fosas comunes con cuerpos sin vida.

La Gripe Española no surgió en España, pero fue llamada así para ocultar los efectos de la guerra en otros países. Foto: Web

La gripe de 1918

En 1918, la pandemia afectó a un tercio de los 1.500 millones de habitantes del planeta, en plena decadencia de la I Guerra Mundial. El virus A, del subtipo H1N1, mataba a sus víctimas con suma rapidez, en cuestión de días y hasta horas. Al final, su tasa de mortalidad rondó entre el 10 % y el 20 %.

Millones de personas padecieron fiebre elevada, dolor de oído, cansancio corporal, diarrea, vómitos, hemorragia pulmonar, sangrado nasal y cuadros de neumonía bacteriana secundaria; muchos de los síntomas de ahora. El resultado: 50 millones de muertos. Aun así, hoy todavía existen Gobiernos (Brasil) y sociedades (España) que no se toman el Covid-19 con seriedad.

En aquella época, usar mascarillas (tapabocas) era obligatorio, pero solo para quienes trabajaban con público. Muchos gobiernos cerraron circos, fábricas, teatros y locales comerciales; suspendieron eventos masivos, prohibieron importaciones y aislaban a extranjeros que arribaban al país, recordó un reportaje de National Geographic. El resultado fue igual: 50 millones de muertos. Aun así, hoy existen gobiernos que quieren volver a la normalidad (Chile) y sociedades (Suiza) que disfrutan y acuden esos lugares y eventos descritos.

En 1918 no había tratamiento, pero los medios vendían remedios milagrosos, elixires, hierbas medicinales; recomendaban analgésicos en dosis excesivas, y hasta sugerían fumar mucho, porque “la inhalación del humo mataba a los gérmenes”. El resultado no varió: 50 millones de muertos. Aun así, hoy Donald Trump recomienda tomar desinfectante y muchos consumen ese veneno; y Jair Bolsonaro ordena usar cloroquina, sin un solo caso exitoso, y sus súbditos obedecen.

En 1918, las funerarias y los cementerios se volvieron insuficientes, motivo por el cual millones de cuerpos terminaron en fosas comunes, sin la posibilidad de ser vistos o velados por su familiares. Sí, fueron 50 millones de muertos, pero aun hoy miles caminan por las calles sin tapabocas, sin respetar medidas de higiene y ponen en riesgo a sus familiares y allegados que sí deciden cuidarse.

En 1957, el comercio y los vuelos internacionales no se detuvieron, algo que aceleró la propagación. Foto: Web

La gripe de 1957

En febrero de 1957 se reportó el primer brote provincia china de Yunán, producto de la mutación de un virus común en patos silvestres que se cruzó con una cepa porcina que afecta a los humanos, reseña un reportaje de ABC.

Habían transcurrido solo 30 años de la anterior pandemia y muchos de sus sobrevivientes aún estaban vivos. Aunque se tomaron bastantes medidas preventivas, no se suspendieron las clases y por eso los principales afectados fueron “niños, adolescentes y adultos jóvenes, coincidiendo con el efecto de agrupamiento de la etapa escolar”, como bien recuerda el diario español.

Asimismo, el comercio y los vuelos internacionales no se detuvieron, algo que aceleró la propagación del virus y provocó una segunda oleada que repercutió esta vez en los adultos. Ahora, si bien hoy las clases sí se suspendieron, al igual que buena parte del comercio y el turismo internacional, la principal enseñanza que debe dejar esta pandemia es otra: la mutación del virus.

Al igual que el virus de 1918, este también desarrolló un mecanismo de mutación adaptativa y fue lo que le permitió ser un poco más letal en una segunda oleada. Hasta ahora, el SARS-CoV-2 no ha mutado, pero la Organización Mundial de la Salud (OMS) ya advirtió que el mundo apenas atraviesa la mitad de la primera oleada, y la segunda está prácticamente asegurada.

La gripe de 1968

En julio de 1968 se detectaron las primeras apariciones en Hong Kong, hasta dos años después cuando desapareció con más de un millón de muertos. Pero, ¿por qué también es conocida como la «gripe olvidada»? En ello tiene que ver el contexto: en esos años la atención mundial estaba centrada en la Guerra de Vietnam, la supuesta llegada del hombre a la Luna (1969), el movimiento hippie y la lucha por los derechos civiles en Estados Unidos, con el asesinato de Martin Luther King (4 de abril de 1968) muy reciente.

El mundo decidió obviarlo, pero en menos de dos meses ya había pisado el continente americano: Estados Unidos. En un reportaje de la agencia BBC, el director del Museo Vasco de Historia de la Medicina y especialista en historia de las enfermedades, Anton Erkoreka, recordó que “las medidas preventivas que se tomaron no fueron excepcionales ya que se consideró como una gripe más”.

Sí, esa última sentencia pareciera un deja vu del presidente brasileño, Jair Bolsonaro.

Muchos países impusieron nuevamente el distanciamiento social, el lavado de manos, el uso de mascarillas y hasta se restringió el transporte público. Pero, no hubo cuarentenas, nunca se detuvo la actividad laboral, ni se suspendieron las clases, tampoco las competencias deportivas y la economía solo se ralentizó un poco.

El resultado: más de un millón de muertos. Incluso, la BBC menciona como ejemplo que en Berlín, Alemania, “las autoridades sanitarias tuvieron que almacenar los cadáveres en túneles del metro”, ya que los hospitales y cementerios no se daban abasto.

Los egos de algunos dirigentes mundiales han provocado que el virus crezca exponencialmente en sus países Foto: Web

Paralelismos

Entonces, ¿qué tienen en común las tres pandemias anteriores con la actual? Bueno, aquellas tres vivieron una segunda oleada que en todos los casos fue más agresiva y mortal, una segunda oleada que la propia OMS está seguro que llegará en los próximos meses.

Todas se han politizado para desvincularse de culpas y responsabilidades. La Gripe de 1918 se le llama “Gripe Española” pero ni una sola evidencia arroja que naciera en la nación europea. De regreso con Cédric Cotter, en su entrevista a EFE explicó: “La enfermedad no se originó en España, pero como su prensa podía informar de ella, mucha gente lo pensó erróneamente, ya que otros países no reportaron sus casos a causa de la censura en tiempos de guerra”.

La misma agencia sostiene que diferentes estudios confirman que el brote comenzó en Kansas, Estados Unidos, cuando en marzo de 1918 un soldado se presentó en la enfermería de Fort Riley aquejado de fiebre. “En cuestión de horas, cientos de reclutas cayeron enfermos con síntomas similares y, durante las semanas siguientes, se enfermaron muchos más”.

EE. UU. y Brasil son los dos países más afectados y aún así sus presidentes no creen totalmente en el virus. Foto: Agencias

Hoy, no solo Donald Trump, también una parte de la sociedad alimenta el odio y la xenofobia refiriéndose al Covid-19 como el “virus chino”, aunque aún no se ha logrado comprobar de dónde surgió el virus ni se conoce al paciente cero.

Otro paralelismo es el negacionismo de algunos sectores que se niegan a cumplir con las medidas de prevención por considerarlas exageradas, inapropiadas e inútiles. Hoy se puede apreciar eso en protestas En Estados Unidos, Brasil y Alemania, por solo nombrar tres países y son protagonizadas por grupos de extrema derecha que denuncian violaciones a sus derechos humanos.

En 1918, «algunos alegaron que el uso obligatorio de mascarillas iba contra la constitución y sus libertades personales, por lo que hubo manifestaciones y posteriores detenciones», relató Cotter a EFE.

Y quizás la semejanza más preocupante es que, al igual que los virus anteriores, el SARS-CoV-2 ha sido catalogado por la OMS como “un virus que tiene capacidad de mutar y con potencial endémico”, en otras palabras, que se puede perpetuar en el tiempo.

Esa última revelación pone en alerta una realidad que el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, ha sabido exponer muy bien cuando afirma que el mundo y los pueblos deben prepararse «para vivir en una normalidad relativa y vigilada, de la vida económica, familiar, laboral. La vida no será la misma».

O tal vez nos suceda como ese planteamiento parafraseado por grandes filósofos, académicos, pensadores y hasta presidentes: «Los pueblos que no conocen su historia están condenados a repetirla«.

Manuel Rodríguez / VTactual.com

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