Cuando los nuevos dueños del Castillo de Picomtal, en los Alpes franceses, renovaron los pisos descubrieron en la cara inferior de los listones de madera extensos mensajes con temas sobre sexo, crimen y religión escritos entre 1880 y 1881.
Un tal Joachim Martin, carpintero del pueblo Crottes, de 38 años de edad, dejó escrito una suerte de diario secreto destinado a ser leído mucho después de su muerte.
El episodio más impactante gira en torno a un infanticidio: «En 1868 pasé, a la medianoche, por la entrada de un establo. Escuché gemidos. Era la amante de uno de mis viejos amigos que estaba dando a luz».
Con el tiempo, la mujer dio a luz a seis hijos, nos cuenta Martin, y cuatro de ellos están enterrados en el establo.

«Este criminal está ahora tratando de arruinar mi matrimonio. Con solo decir una palabra y apuntar a los establos puedo mandarlo a prisión. Pero no lo haré. Él es mi amigo de la infancia. Y su madre es la amante de mi padre», confiesa el autor.
Otro de los temas que escribió en su particular diario fue su animadversión hacia el Abad Lagier –sacerdote local- que él consideraba un mujeriego obsesivo que abusaba de los creyentes, durante la confesión de sus pecados para obtener gratificación sexual.
En una de las tablas de madera Martin escribió: «Primero, me parece muy mal que se meta en nuestros asuntos de familia, preguntando cómo uno hace el amor con su esposa y cuántas veces al mes».

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