Tal como lo dijo en días pasados el gobernador de Puerto Rico, Ricardo Roselló, la isla no será la misma tras el paso del huracán María, cuya devastación ha dejado marcas a lo largo del territorio boricua.
Las postales de la catástrofe muestran centenares de vehículos superados por los altos niveles de agua asentados en las zonas urbanas, además de edificaciones destruidas tras ser impactadas por la intensidad de los vientos, aunado a la inundación de zonas cultivadas.
Pero la peor parte de la situación apenas comienza, como dejan suponer los diversos reportes que dan cuenta de los padecimientos de los puertorriqueños para acceder a alimentos, e incluso, a agua potable, aunque las autoridades se esfuerzan por la reapertura de los puertos para restablecer la recepción de insumos básicos para la población.
Además, la carencia de aguas corrientes en los hogares supera el cincuenta por ciento de la población, mientras que el corte de energía eléctrica se mantiene en la mayoría de las casas boricuas.
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Los pocos supermercados que han reabierto no cuentan con lo necesario para responder a las necesidades de los habitantes de la isla, que igualmente han visto restringida la compra de elementos como el gas para sus cocinas, que ya ha comenzado a escasear.
JI