InicioDestacada#VTanálisis Maquila: la esclavitud “made in USA” que conquistó al mundo

#VTanálisis Maquila: la esclavitud “made in USA” que conquistó al mundo

Cuando alguien menciona la palabra “maquila” nos imaginamos unas lejanas y tenebrosas fábricas textiles en los países asiáticos dónde una multitud de trabajadores hacinados – la mayoría mujeres – laboran sin parar. Sin embargo, esta modalidad de producción está más cerca de nosotros de lo que creemos.

A finales de los 90 la vendieron como la “panacea para el desarrollo” en América Latina y se intentó implementar a nivel continental a través del Tratado de Libre Comercio de las Américas (ALCA). Afortunadamente un trío de «rebeldes» llamados Hugo Chávez, Néstor Kirchner y Luis Inácio Lula Da Silva, lo «mandaron pal carajo».

El 4 de noviembre de 2005 en la Cumbre de Mar del Plata los presidentes Hugo Chávez (Venezuela), Néstor Kirchner (Argentina) y Lula da Silva (Brasil) derrotaron al ALCA

Propiedad intelectual estadounidense con partida de nacimiento mexicana

La palabra “maquila” es más antigua que “El Quijote”, quien en su lucha contra los molinos de viento avizoraba el futuro monstruo escondido en sus entrañas. La palabra árabe “makilah” (medida) se aplicaba en la España medieval a la porción de harina que le tocaba al molinero por moler el trigo de los campesinos. Casi quinientos años más tarde la adoptarían los Mexicanos para definir al espejismo de “progreso” que les vendió su vecino del Norte.

Durante la II Guerra Mundial, EEUU implementó el programa “bracero” con México basado en que mano de obra mexicana sustituyera la mano de obra estadounidense que estaba en el frente de batalla. Esto permitió que campesinos mexicanos encontraran trabajo agrícola temporal en los Estados Unidos. El final de este programa en 1964 aumentó el índice de desempleo en la región fronteriza.

Entonces, en 1965 se estableció en México el “Decreto de Maquila” que permitía la instalación de empresas “maquiladoras” en la frontera norte con el propósito de retener la fuerza de trabajo que emigraba al país vecino en busca de empleo. Con la instalación de empresas maquiladoras, México comenzó a exportar su fuerza de trabajo incorporada en los productos finales o ensamblados.

La maquila en América Latina

Con la caída del Muro de Berlin (1989) la doctrina neoliberal se posiciona en el planeta como una de las  “maravillas” promovidas por la globalización. Así, en nombre de la “aldea global” y “la eliminación de las fronteras” comienzan a destruir el poder regulador de los gobiernos y liquidar así al  Estado – Nación para imponer la “Dictadura de las Transnacionales”.

En México, el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (1994) potenció el establecimiento de grandes transnacionales – General Electric, AT&T, Chrysler, Zenith, Ford Motor Company, General Motors, Mattel Toys, Panasonic, Matsuhita electronic, Motorola, Philips Consumer Electronics, Sansonite y Jonson & Jonson Medical, entre otras – abarcando ramas tan variadas como la confección, accesorios y máquinas eléctricas y electrónicas, muebles, automotriz, químicos, alimentos, juguetes, calzado y cuero.

En Centroamérica y el Caribe, nacieron maquiladoras dedicadas a la rama textil y al vestuario, y, en menor medida, algunas hacen montaje electrónico. Las más grandes plantas de este tipo son de propiedad coreana, taiwanesa y norteamericana que producen – bajo contrato – para las grandes tiendas y supermarcas de los Estados Unidos que venden sus productos en Estados Unidos y Canadá.

Maquiladora en Haití

Un negocio redondo para las transnacionales

La experiencia ha demostrado que los países huéspedes de las maquilas abandonan todo proyecto de desarrollo nacional y se insertan en la economía globalizada ofreciendo mano de obra abundante, joven y barata. Para hacerse más competitivos y atraer la inversión extranjera realizan concesiones tributarias, financieras, laborales y ambientales reñidas con los derechos humanos, los intereses de sus pueblos y con los acuerdos y tratados internacionales laborales y medioambientales.

Según un estudio de la OIT esto se traduce en un ambiente no sindical y flexibilidad laboral; exención de impuestos y aranceles a insumos importados y a productos exportados; repatriación sin restricción de los beneficios; créditos a bajo interés y con atractivos plazos; buenos sistemas de comunicación y transporte; subvención de infraestructura, caminos, y servicios de energía.

Además, las maquilas no usan las materias primas nacionales  – salvo si se trata de productos de madera o agrícolas – porque importan todos los insumos. Tampoco transmiten conocimientos y tecnología, porque – en el caso de la industria del vestido – no requiere de tecnologías avanzadas.

La esclavitud tiene cara de mujer

Un informe del Centro de Investigaciones sobre Empresas Multinacionales (SOMO) arroja que las mujeres constituyen más del 50%, y en algunos casos el 90%, del empleo en las maquiladoras. En el caso de las maquilas de El Salvador, por ejemplo, 9 de cada 10 trabajadores de producción son mujeres.

Suelen ser jóvenes de entre 18 y 35 años de edad. Existe una regla no escrita de no contratar a mujeres mayores de 35 años. Aunque se pueden identificar trabajadoras con cierto nivel de educación, la mayoría de ellas no cuenta con formación más allá de la primaria completa o incompleta. Muchas son madres y llevan la jefatura de hogares monoparentales. Embarazarse es motivo de despido y les hacen pruebas de embarazo periódicas, a pesar de ser ilegal.

En Centroamérica 263.000 trabajadoras textiles viven explotadas en las maquilas. Ellas representan un 58% del total de la fuerza laboral en el sector.

Dentro de estas empresas ganan menos que los hombres; ya que en la mayoría de los casos los segundos ocupan los puestos de mayor responsabilidad, como funciones técnicas, de supervisión y administrativas. Sin embargo, los sueldos que ambos devengan no alcanzan para cubrir las necesidades mínimas del día a día.

Irónicamente el precio de venta final de algunos de los productos que confeccionan puede representar 300 veces más de que lo que gana la trabajadora por su elaboración. Un ejemplo: las camisetas de la NFL (Liga Nacional de Futbol Americano), son vendidas a 25 dólares. La empleada que las fabrica sólo percibe 8 centavos por cada una.

Horas extras no pagadas, salarios denigrantes y las largas jornadas de trabajo son parte de la cotidianidad de las mujeres en las maquilas. A eso debemos sumar las múltiples denuncias de violencia ejercida por los empresarios o supervisores con ellas: desde la física hasta la sexual. El hecho de que las mujeres trabajen en horarios nocturnos facilita en algunos casos los abusos sexuales.

Se estima que 27 millones de personas trabajan en las maquilas diseminadas por el mundo. Ninguna de ellas tiene nada que celebrar el Primero de Mayo, cuando se conmemora el Día del Trabajador.

Enza García Margarit/VTactual.com

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