Kale Anders, el sueco capaz de enseñarte a hablar inglés en solo tres meses con un método que parece infalible, quedará en la memoria de los hispanoparlantes como uno de los daños colaterales surgidos a raíz de la pandemia del Coronavirus.
Es un fenómeno viral, impuesto por exigencias de las grandes plataformas electrónicas más recurridas durante el confinamiento como YouTube, pero arrasando también en las redes sociales más populares como Facebook e Instagram.

Más allá de las facultades milagrosas de su método de estudio del inglés, Anders se posicionó velozmente entre mentadas de madre y maldiciones de todo el continente porque, aplicando una política cuyas reglas las mayorías desconocen, el sitio web para compartir videos “gratuitos” YouTube, decidió introducirlo como por arte de magia, cada pocos minutos, durante el confinamiento obligatorio, mientras el usuario intenta en vano concentrarse en disfrutar de sus playlist preferidos.
YouTube en el punto de quiebre
No es de extrañar: aunque en el planeta entero la televisión sigue siendo el nicho favorito para la publicidad audiovisual entre los medios tradicionales, no todas las empresas tienen los recursos para permitirse dicha inversión ni todos los públicos son cautivos de este medio.
Por ello, según los analistas de mercado, una de las ventajas principales de la publicidad en plataformas online, y más concretamente en YouTube, es que es mucho más eficaz para focalizar los targets.
YouTube, por otro lado, no tiene fronteras y en este periodo de encierro permanente y agotadas las opciones de entretenimiento en el hogar, se han fortalecido e incrementado exponencialmente sus usuarios.
El estudio “Tendencias de las Audiencias en Redes Sociales durante la Pandemia“ impulsado por las corporaciones de análisis de marketing Talkwalker y Trust Insights a nivel global, concluyó que entre las plataformas más usadas se encuentra el sistema de videollamadas Zoom, con un crecimiento del 2.695%; seguida por el videojuego Animal Crossing, con un crecimiento del 2.587% de interés en comparación con su actividad durante los meses previos al Covid-19.
Por su parte, el acceso a videos de entretenimiento, musicales y transmisiones en vivo en YouTube ha sufrido una escalada del 82% de interés en los últimos meses, siendo México y Argentina los países con mayor consumo de América Latina.
Razones más que suficientes para entender el boom publicitario que nos tiene sojuzgados en el sobrevenido y urgente universo digital.
Catire bello
Anders, (de 25 años y residenciado en Medellín, Colombia) con sus ojos azules y cara de estrella porno caucásico, ni corto ni perezoso invirtió en publicidad asimilando inteligentemente que en el confinamiento lo mejor que puede hacer cualquier mortal es un curso “gratuito” de inglés vía online.
En este video te engaña directamente con la idea aspiracional capitalista
Con su ataque despiadado a los públicos sometidos por el Coronavirus, el sueco maravilloso logró establecer algunos récords importantes en la tabla de influencers de YouTube con una tasa en su canal de 1,4 millones de suscriptores y 20,65 millones de visitas totales para sus 20 videos de promoción, lo que equivale a la bicoca nada despreciable de entre 12.700 y 25.500 dólares promedios mensuales por concepto de ingresos por publicidad.
Sus principales audiencias se encuentran en Colombia, México y España, mientras que Venezuela ocupa el noveno lugar entre sus “seguidores”.
Sin embargo, ni es gratuito ni es infalible. Su método RAIO ofrece otorgar conocimiento rompiendo los esquemas habituales de aprendizaje como lo son el “hablar mucho”, practicar la escritura y utilizar las reglas gramaticales.
Se trata de una publicidad engañosa que al final te presiona para suscribir el curso en su portal, luego de una inversión de USD 497.
Según los expertos, la tragedia es que al final no aprendes más de lo que puedes aprender en cualquier otro curso libre en Internet.
Lo que pasa es que el catirito lo logra apelando a la tradicional impaciencia latinoamericana, la seguridad que ofrece su bello rostro de estudiante de intercambio europeo, y la vocación coercitiva de su brutal campaña publicitaria.
Marlon Zambrano/VTactual.com
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