InicioDestacadaLa islamofobia oculta los peligros del extremismo blanco

La islamofobia oculta los peligros del extremismo blanco

El ataque terrorista del pasado 15 de marzo contra dos mezquitas en Christchurch, Nueva Zelanda, que causó 50 muertos y decenas de heridos cuando cientos de fieles islámicos practicaban el rezo del viernes es la muestra masiva más flamante de la creciente islamofobia que afecta a las sociedades del llamado primer mundo.

El principal responsable de la masacre es Brenton Tarrant, un australiano de 28 años que divulgó poco antes de su múltiple crimen un extenso manifiesto cargado de epítetos propios de la ideología supremacista blanca y posteriormente transmitió en vivo la matanza en Facebook y otras aplicaciones.

Tarrant vestía ropa militar, portaba un fusil automático y varios cargadores. El arma estaba decorada con mensajes escritos referidos a otras masacres contra inmigrantes, sobre referentes de la extrema derecha y antiguas batallas entre cristianos y musulmanes de la época de las Cruzadas.

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En 2017 supremacistas blancos cometieron 18 asesinatos en EEUU

El punto de inflexión sobre la islamofobia suele establecerse el 11 de septiembre del año 2001, día de los atentados contra las Torres Gemelas de Nueva York y la sede del Pentágono en Washington, que produjeron unas 3000 víctimas mortales y fueron atribuidos a un grupo terrorista islamista aunque existen diversas teorías que matizan el hecho de una forma distinta a la versión oficial.

Lo cierto es que desde esa fecha en Europa y Norteamérica se comenzó a notar un trato distinto en la esfera pública para las comunidades musulmanas, con un aumento de los crímenes de odio, insultos en la calle y discriminación laboral.

Se olvida que previo a los atentados del 11-S y tras el fin de la Guerra Fría el punto focal del Pentágono y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) se trasladó al mundo islámico, con la Primera Guerra del Golfo en 1991 y las ulteriores agresiones aI Irak de Saddan Hussein. Poco después se identificó como enemigo público número 1 de Occidente a su vecino Irán, asiento de la Revolución Islámica chiita.

Consecuentemente, fue a partir de los años 90 del siglo pasado cuando se comenzó a acentuar el hostigamiento y la estigmatización contra las comunidades islámicas en los países del primer mundo.

El 19 de abril de 1995, minutos después de conocerse el atentado de Oklahoma City (EEUU) contra un edificio federal en el que fallecieron 168 personas, muchos comercios regentados por musulmanes fueron agredidos. Los ataques sólo pararon cuando se conoció que la autoría del crimen fue responsabilidad de Timothy James McVeigh, un terrorista de la extrema derecha estadounidense.

Tras el 11S, las guerras en Afganistán y la invasión definitiva de Irak comenzó a generalizarse la prohibición del velo islámico en la mayoría de los sistemas educativos del primer mundo, síntoma real de la institucionalización de la islamofobia.

Mientras los atentados del terrorismo musulman se sobreexponen en los medios occidentales, a la vez se ocultan las cifras de muertes producidas por el extremismo nacionalista en el primer mundo. Pocos saben que en 2017 los supremacistas blancos cometieron la mayoría de las muertes por extremismo en EEUU, según la Liga Contra la Difamación, con 18 asesinatos de un total de 34.

Los atentados de Nueva Zelanda así como la masacre ocurrida en Noruega que costó la vida de 77 personas en el año 2011, cometida por el fanático de derecha Ander Behring, son una demostración del serio peligro que representa el extremismo blanco y nacionalista, riesgo que ahora pasa por debajo de la mesa con el auge de los gobiernos nacionalistas y de derecha en EEUU y Europa.

YBV

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