Lorena tiene 32 años, es ingeniera de sistemas. Trabaja en una empresa del Estado como Web Master del departamento de Comunicaciones. Los del departamento de Informática siempre la buscan, ella suele solucionar en minutos, los problemas de trabajo que ellos llevan semanas tratando apenas de identificar.
El próximo mes se va de Venezuela a otro país suramericano a probar suerte. No le alcanza el dinero, no puede ya mantener los servicios de su carro, no le alcanza su sueldo para cubrir sus necesidades básicas.
Al margen de posiciones políticas, si es o no una guerra económica, miles de profesionales venezolanos, muy bien calificados, han cruzado la línea imaginaria que identifica su territorio para buscar mejores condiciones de vida.
La situación, entre otras cosas, ha generado casi una desertificación en el mercado laboral venezolano, el asunto ya no son profesionales en busca de empleo, ahora se trata de empresas que buscan desesperadamente empleados. Salas de redacción desiertas, oficinas donde un profesional debe cubrir dos puestos de trabajo y un largo etcétera,, forman parte de esta situación.
En la cola de una farmacia, dos hombres conversaban en voz baja. Casi sin darse cuenta, uno eleva un poco el tono para decir «de mi trabajo se van casi cien personas al mes, estamos muy preocupados»
El país caribeño, que durante muchos años ha exhibido como un logro la disminución del desempleo, ahora está en una posición contradictoria. Sus profesionales emigraron y no hay quien ocupe los puestos.
Un estudio de la Universidad Simón Bolívar reveló que al menos 2 millones y medio de venezolanos abandonaron el país durante el año 2017. Estiman que la cifra llegue a 3 millones en 2018.
Nuevos empleos para la crisis
Todo esto ha generado incluso nuevas ocupaciones, que la gente encuentra más rentable que cumplir horario y gastar pasaje todos los días hasta un empleo que solo genera gastos diarios.
Hay de todo, desde quienes prefieren la corrupción como estilo de vida y se convierten en gestores para apostillar documentos y conseguir pasaportes de quienes salen. Otros, gestionan los bienes de los migrantes.
Es el caso de Marlyn Rodríguez. Es licenciada egresada de la Universidad Central de Venezuela, tiene un empleo de perfil medio en una institución pública. Lo mismo que devenga como salario por su trabajo profesional, lo gana en un mes con solo ser una especie de «ama de llaves» de una persona que ya no vive en el país.
Ella cuida la vivienda, gestiona los pagos de servicios públicos del inmueble y gastos en el país, gestiona peticiones especiales como contratar y supervisar quien haga la limpieza.
Marlyn no es de Caracas, pero vive en la ciudad, en la casa de una amiga que se fue del país. Ella paga los servicios y cuida la casa a cambio de ese techo mientras sus propietarios prueban suerte en el exterior.
JS