InicioDestacadaLa vieja huella de sangre que marca a Sri Lanka

La vieja huella de sangre que marca a Sri Lanka

Randolph Borges

Sri Lanka, la lágrima de la India. Esta nación insular recibe este apodo por su forma peculiar y por su ubicación geográfica, pero como toda nación colonizada, las lágrimas forman parte de su historia. Desde el siglo II a.C. ya los esrilanqueses tenían bien definida su cultura religiosa, la cual han mantenido de forma mayoritaria hasta nuestros días: el budismo. Ni los colonizadores holandeses, portugueses e ingleses que se repartieron los tesoros de la isla, doblegaron sus costumbres.

Producto del intercambio cultural impuesto por la fuerza, la conformación social-religiosa de Sri Lanka se ve dividida en una mayoría budista, seguida del hinduismo, el islam y el cristianismo. La convivencia entre estas culturas religiosas ha sido relativamente pacífica, de no ser por la desigualdad económica que las clases dominantes han instalado en el país, para que luego de la independencia al finalizar la Segunda Guerra Mundial, seguir tributando a las potencias económicas.

La religión budista es practicada por más del 63% de la población de Sri Lanka.

De ser un país exportador de caucho, canela y té durante la colonia, pasó a ser una economía de creciente industrialización en la segunda mitad del siglo XX, donde la manufactura y la exportación de textiles se elevaron hasta casi el 70% de los productos que salen de los puertos esrilanqueses. La desigualdad social imperante en Sri Lanka, ha hecho que este crecimiento se produzca sobre la explotación de millones de trabajadores que laboran en condiciones de maquila.

Sri Lanka tuvo una economía eminentemente rural hasta su independencia en 1948
Trasnacionales de reconocidas marcas de ropa, explotan a trabajadores de Sri Lanka, donde la práctica de la maquila es cosa habitual.

Esta situación social se agravó en los años 70 con una sangrienta guerra civil protagonizada por los grupos de poder económico anclados en el gobierno y el grupo separatista conocido como los Tigres de Liberación del Eelam Tamil, que defendían la separación de territorios habitados por la etnia tamil, segunda en mayoría en la isla-país. Detrás de esta guerra civil que se prolongó por más de 30 años, afloró la discriminación entre cingaleses, de mayoría en Sri Lanka y los tamiles. Finalmente el grupo rebelde fue reducido en una sangrienta guerra y la clase dominante siguió en el poder.

Los enfrentamientos entre los militares apoyados por occidente y los Tigres de Liberación del Eelam Tamil (foto), dejaron desolación y división en la sociedad esrilanquesa.

El reciente atentado terrorista perpetrado en varias localidades de Colombo, la ciudad más poblada de Sri Lanka, pese a ser efectuado en varias iglesias católicas, no reviste intenciones religiosas. El ataque también afectó a varios hoteles de lujo de esa ciudad y otras instalaciones colmadas de turistas. El gobierno de la isla responsabilizó de los ataques al movimiento islamista local National Thowheet Jama’ath (NTJ), que supuestamente habría actuado como represalia al ataque a las mezquitas en Nueva Zelanda, aunque el grupo terrorista Estado Islámico se adjudicó su autoría.

Rápidamente, Estados Unidos se ofreció para “luchar contra el extremismo” una vez más. El vicepresidente de ese país, Mike Pompeo, aseguró que la lucha contra el extremismo en Sri Lanka es también del gobierno norteamericano. El actual gobierno de la isla tiene fuertes vínculos con occidente y mantiene el estatus quo que desde esos países se orientan. Esa suerte de pactos fue la que desató la guerra civil iniciada en 1976, cuando grupos armados se levantaron contra la entrega de recursos, las alianzas esclavistas y la dependencia nacional.

La tragedia volvió a Sri Lanka con nuevos atentados terroristas.

Los atentados terroristas en Sri Lanka se convierten en otro capítulo de sangre en la historia de esta sufrida isla-país. Más de 320 muertos en esos ataques, parecen abrir una nueva puerta al terror que durante décadas ha vivido esa sociedad. Queda en manos de las autoridades la maniobra justa para que no se revivan viejos episodios de odio y guerra que tiñeron de rojo a “La Lágrima de la India”.

RB

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