Diariamente en Venezuela, se vive la siembra de la desesperanza por parte de un sector político. En la guerra no convencional, persiguen el logro de sus planes mediante un sabotaje: económico, tecnológico y, sobre todo psicológico; este último se expande a la psique, a través de informaciones que por diferentes medios buscan de una u otra forma propagar sentimientos de impotencia o vulnerabilidad en todos los venezolanos.
Con la inoculación de la desesperanza, que algunos llaman “aprendida”, exponen a la población a una serie de anuncios perversos, planificados desde laboratorios donde toda las expectativas de escape a esta guerra, se vean afectadas, aniquiladas. Este sector olvida que los seres humanos podemos tomar conciencia del ataque y de que tenemos capacidad para recordar los años de una supuesta democracia, donde fuimos sometidos al desabastecimiento y encarecimiento de alimentos, privatización de los servicios básicos, desaparición de personas con pensamientos distintos, entre otras acciones.
Ante este “desamparo” que no logran instaurar los sectores adversos, se observan comportamientos positivos en quienes acechan como víctimas, habilidades para adaptarse exitosamente a la adversidad, a los factores de riesgo, a condiciones altamente estresantes y a enfrentarse efectivamente a ellas, superarlas y mantener una vida productiva. Esta explicación, deja claro que el comportamiento de un individuo resiliente, lleva a activar mecanismos individuales tales como el temperamento, el autoconcepto, la capacidad intelectual y la habilidad para solucionar problemas; y herramientas sociales referidas al apoyo social (familia, escuela, comunidad, amigos, religioso), cuya combinación facilitan la manifestación de la resiliencia.
A partir de las experiencias adquiridas en décadas anteriores a los años noventa, se ha comprobado que los venezolanos tienen la capacidad para resistir, de surgir, de renacer, ante esa siembra maligna; inclusive superarlas y ser transformados. En este orden, se hace necesario aprovechar todas las redes comunicacionales y, ante cada opinión de los protagonistas de la debacle en nuestra tierra, contraatacar con informaciones positivas, manifestaciones de empatía, responsabilidad y tolerancia. Enfrentar todos estos retos, ha sido no sólo una de las fortalezas nuestras como venezolanos; se ha comprobado que toda Latinoamérica, de una u otra forma lucha cada día ante la siembra de la desesperanza, adoptando e implementando lineamientos y direcciones estratégicas para aniquilar esta forma de guerra no convencional.
SP