Cuando conocimos a Rubén en el 2012, meses antes de ganar la medalla de Oro en los Juegos Olímpicos que se disputaron en Londres, vimos a un muchacho bastante serio, muy maduro para su edad y con la firme convicción que haría historia en el deporte venezolano.
Su mamá, Noris Gascón, le inculcó la pasión por el deporte y lo preparó para los imponderables de la vida. Muy fuerte mentalmente, Limardo fue criado (literalmente) para ser un campeón, de la mano de su tío Ruperto Gascón inició en la esgrima en su natal Ciudad Bolívar y se fue preparando para llegar a lo más alto.
En 2003 se residencia en Polonia, donde vive actualmente, y comienza una nueva etapa en su vida y carrera que vivirá su punto más alto con la medalla de oro olímpica en el 2012.
Convertir la pérdida en victoria
Pero dos años antes de tocar el cielo, Rubén sufre la sensible pérdida de su madre en el 2010. Un hecho que marcó su vida para siempre y que, lejos de amilanarlo, le dio un impulso para ir por sus sueños y dedicárselos a la persona que más amaba.
La medalla de oro llegó en un momento que nadie esperaba, excepto él, no era Limardo la principal figura de la esgrima criolla para la época, ni estaba en las proyecciones para subir al podio. Pero en un día memorable para el deporte criollo, fiel a su estilo: sobreponiéndose a las adversidades, Rubén logró lo que siempre se propuso, ser el mejor.
Con la ayuda de su tío y sus hermanos Francisco y Jesús (El bebé), más el impulso que supuso ganar una medalla olímpica, los Limardo crearon el proyecto «Los Polaquitos» con el cual ayudan a los mejores prospectos de la esgrima venezolana a viajar y competir en Polonia.
La presión comenzó a subir, se esperaba que siempre estuviera en los primeros puestos. Pero el físico comenzó a sufrir, a pesar de ganar el Oro en los Panamericanos de Toronto 2015, una serie de lesiones mermó su capacidad y los resultados no lo acompañaron en Río 2016.
La espada que venció las adversidades
El tiempo es inclemente, especialmente con los atletas, así que Rubén comenzó a dosificar sus esfuerzos y los campeonatos a disputar. Sus hermanos, con quienes integra también el equipo de espada, comenzaron a subir el nivel y Venezuela fue ascendiendo en el ranking mundial por equipos.
Ya no sólo era Rubén, ahora serían «Los Limardo» los encargados de llevar la espada venezolana por las pedanas del mundo y demostrar que su proyecto continuaba rindiendo frutos, lo cual quedó demostrado con la final Panamericana recientemente disputada por los hermanos Rubén y Jesús.
Cuarto Oro Panamericano para el mayor de los Limardo, quien una y otra vez, se ha levantado ante las adversidades para subir a lo más alto del podio.
Con 34 años de edad y tantas metas alcanzadas Rubén tiene ante si un nuevo desafío: ganar otra medalla de oro en los Juegos Olímpicos Tokio 2020.
JC.