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¿Retroceso o guerra? El caso de los niños que mataron a dos oficiales en Venezuela

Lo que pasó

Este domingo se pudo conocer una lamentable noticia en Venezuela: un grupo de menores de edad –de entre 6 y 15 años- asesinó a cuchilladas a dos oficiales de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) en el Bulevar de Sabana Grande, en una zona que viene siendo como el centro no oficial de la capital, Caracas.

El sargento primero Yohan Miguel Borrero Escalona y José Andrés Ortiz, sargento segundo de 23 años, iban de civiles, y acababan de salir de un bar de la zona cuando fueron interceptados por los menores, que forman parte de una banda llamada “Los Cachorros”. Sus miembros son todos menores de edad, según informaron fuentes policiales, que ya han detenido en total a 6 de ellos. Los dos primeros fueron capturados en flagrancia.

“Los niños no pueden ser de la calle”, una política de Estado

El hecho ha traído a la memoria de los y las venezolanas fantasmas de algo que parecía superado por completo, y que en efecto había quedado en el pasado, en los años 80, 90, específicamente, cuando era común que menores estuvieran no sólo en las calles, abandonados y desnutridos, sino cometiendo crímenes para mantenerse con vida.

Para el año 1989 la pobreza extrema se situaba por encima del 12%. Era tan común hallar niños en situación de calle, que hasta el cine nacional estaba plagado de ellos. «Huelepega», de 1999, por ejemplo, contaba la historia de un niño que se iba de su casa y, como escape a sus problemas, se refugiaba en el pegamento como droga.

Una de las primeras promesas del presidente Hugo Chávez, que llegó al poder ese año, fue la de erradicar la existencia de niños en las calles venezolanas. “Los niños no pueden ser de la calle, deben ser de la Patria, de la escuela, del juego, del deporte, de la vida, de la felicidad”, llegó a decir el mandatario.

La creación de misiones para la atención de personas en situación de calle, además de la democratización de los centros de educación para los niños de menos recursos, así como la alimentación y la dotación de los útiles escolares, incluyendo computadores, en los centros públicos educativos, generaron grandes avances en este apartado. En 2011, el jefe de Estado llegó a evaluar incluso: “Ya casi no se ven indigentes ni niños en la calle vagando”.

Antivalores, droga y televisión

Los grandes medios, nacionales e internacionales, han intentado siempre relacionar las tasas de criminalidad del país con una pobreza creciente, a pesar de los claros índices de avance económico que logró mantener el Gobierno venezolano durante los años posteriores al paro petrolero (especialmente a partir de 2005) y anteriores a la guerra económica (que comienza como la conocemos en 2013, aunque ya se venía gestando) y la baja de los precios del crudo en el mercado internacional.

Dejan de lado algunas de las características esenciales que han formado a una generación violenta, no sólo en Venezuela sino en el mundo. Los antivalores presentes en la mass-media, particularmente en el cine y la televisión, elevan la violencia, el consumo de drogas y la criminalidad en general al nivel de deseable para personas en pleno proceso de formación de su carácter y visión del mundo.

La proliferación de las narcoseries («Breaking Bad», «Narcos» o «El patrón del mal», por citar algunas resaltantes), las películas donde el protagonista es en realidad un criminal con el que nos terminan identificando (la nueva ola de películas sobre mafiosos, por ejemplo, o hasta la reciente «Suicide Squad», donde los “malos” salvan el día), son muestra de lo que los jóvenes están viendo en los medios.

Esto ha generado el crecimiento de muchachos y muchachas que conciben el mundo como un lugar en el que triunfar significa ser el “más malo”, y sí, cuando a esta ecuación se le suma la violencia misma que ocasiona la pobreza, a través del rechazo de toda una sociedad, el resultado es terrible.

¿Retroceso o nueva fase de la guerra?

Mientras el bombardeo en los medios es sostenido y forma el carácter antes expuesto, la fase económica de la guerra contra Venezuela hace también su parte. En efecto, hay nuevamente niños en situación de calle, y uno de los factores es la pobreza y las dificultades por las que pasan los padres en situación de vulnerabilidad para mantener a sus hijos.

Sin embargo, los esfuerzos del Gobierno nacional se han mantenido en esa dirección. La Gran Misión Hogares de la Patria, por ejemplo, busca proteger a las familias más vulnerables, según ha explicado el presidente Nicolás Maduro en diversas ocasiones. Esta ya supera ampliamente las 500 mil familias atendidas.

Igualmente la conformación de los Comité Locales de Abastecimiento y Producción (Clap) busca la regularización del acceso a los alimentos con precios regulados por el Estado, y que la empresa privada sabotea constantemente, además de la actuación traidora dentro de algunas empresas públicas y en la estructura del Estado en general, como ha denunciado recientemente el primer mandatario nacional.

Esta fase, que se encarga de cercar la economía nacional, también genera presión en la gente, que siente mermada su capacidad adquisitiva, y en particular en las zonas con menores recursos.

En paralelo, está la infiltración paramilitar en los barrios, algo que se ha corroborado tras la activación de las OLHP (Operación de Liberación Humanista del Pueblo), que en operativos de inteligencia han desmontado bandas de origen paramilitar en diversos sectores del territorio nacional.

En las investigaciones, además, se ha descubierto un elemento no menor de las operaciones de estas bandas: uno de sus principales modos de acción es la captación de jóvenes en los barrios, que se incluyen en una dinámica con todos los elementos descritos en este trabajo, especialmente la del poder que da ser “el malo”, el de las armas y drogas.

No faltan casos de menores detenidos o abatidos en las OLHP, que hayan estado solicitados por la justicia venezolana por crímenes que van desde el robo, secuestro y extorsión, al asesinato o la violación.

Mientras tanto, el Estado venezolano continúa garantizando el acceso a la educación, los alimentos y los bienes básicos, pero es una guerra de muchos elementos donde la subjetividad es la que ha venido ganándole a los niños y jóvenes del país.

JI

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