Todo tipo de violencia es deplorable e injustificable, los términos para calificarlas son importantes para diferenciar el grado de violencia y sus consecuencias, en esto no interviene la semántica, sino el transfondo y la ideología, tal es el caso de dos términos que han intentado igualarse: violencia de género y violencia doméstica.
La lucha de las mujeres en la actualidad se ha logrado visibilizar gracias a los mass medias, en particular las redes sociales han logrado poner en el imaginario colectivo una realidad que había sido desechada, ignorada y ocultada intencionalmente por el sistema machista patriarcal. Las redes han permitido mostrar cifras de desigualdad, opresión y muertes de mujeres sólo por serlos, ejemplo: los femicidios ocurridos en el Reino de España a inicios de 2019.
De lo anterior se desprende otra realidad, la organización de las mujeres en todos los espacios ha puesto en peligro los privilegios de quienes sostienen el sistema patriarcal, entre sus defensores está Pablo Casado, quien desde un país monárquico pretende sugerir que la violencia de género se reduce sólo a lo doméstico, por lo que defiende que violencia de género y violencia doméstica es la misma cosa.
La España monárquica corre el riesgo de volverse más primitiva aún si los grupos de ultraderecha logran naturalizar que un femicidio es «violencia doméstica», siendo este término destinado para calificar la violencia ocurrida en el hogar y que afecta a la general, mientras que la «violencia de género» es un fenómeno que sólo ataca de manera directa a un género particular de la raza humana: la mujer.
El vocero del PP obvia en su discurso las características particulares del patriarcado: sus defensores son hombres en su mayoría, caucásicos, ricos, opresores y ostentan el poder, de acuerdo a estos rasgos puede señalarse a Casado como una reducida muestra de ello y su discurso ante un femicidio representa también un riesgo de violencia basada en el género.
EC