La noche del pasado 15 de enero, Arnaldo Albornoz fue asesinado cuando llegaba a su residencia, en Caricuao, Caracas. Fue interceptado por dos sujetos que, presuntamente, se disponían a despojarlo de su vehículo, pero que finalmente terminaron quitándole la vida.
Albornoz era animador del programa de farándula La Bomba, transmitido por el canal televisivo Televen, y la fama de la víctima convirtió el crimen en un suceso de conocimiento y divulgación masiva.
Los medios privados no tardaron en vincular esta muerte con la política nacional y los fallos del Gobierno Nacional en materia de seguridad ciudadana, tal como lo hicieron en su momento (año 2014) con el caso de la actriz Mónica Spear, quien fue asesinada junto con su esposo en la vía que conecta los estados Carabobo y Aragua, en la región central del país.
Tras el caso de Albornoz, el medio web Caraota Digital publicaría un reportaje con los famosos víctimas de asesinato en los años recientes. El título, una casi directa acusación: «16 casos de artistas que han sido víctimas del hampa desde que llegó la ‘revolución’ «.
Para quien desde fuera de las fronteras venezolanas lea esas palabras, sería fácil llegar a al conclusión de que la violencia hamponil es totalmente nueva en Venezuela. Sin embargo, no es así, y pasaremos a mencionar algunos casos muy sonados en los años 90, antes de la llegada de Hugo Chávez a la Presidencia de la República.
Marisol Da Silva Vieira era modelo. Tenía 22 años y la costumbre de subir el cerro El Ávila cada mañana. El 9 de febrero de 1993 no fue acompañada por su novio, que solía hacerlo.
Para el 13 de ese mismo mes, familiares, amigos, compañeros de trabajo y su novio no tenían ninguna noción de su ubicación. Ese día un guardaparques encontró su cadáver en avanzado estado de descomposición. Además de haber sido estrangulada, presentó cinco heridas por arma blanca y claros signos de un ataque sexual.
El viernes 28 de abril de 1995, Gustavo Polidor se disponía a salir junto con su esposa Eduvigis y su hijo, Gustavito. Era poco más de las nueve de la mañana cuando, a las afueras de su residencia en la caraqueña urbanización Santa Mónica, fueron interceptados por dos homrbes armados: una primera detonación en la cabeza, y una segunda en el abdomen, acabaron con la vida del beisbolista de los Tiburones de La Guaira, cuando era trasladado a un centro asistencial.
Aunque al final se estableció que el móvil fue el intento de robo y que los delincuentes se dieron a la fuga sin llevarse nada al haber disparado al pelotero, otra de las hopótesis involucraba a la viuda, Eduvigis, como posible partícipe de un asesinato que la convertía en heredera de propiedades múltiples, producto de las ganancias de Polidor en las Grandes Ligas.
En el blog Crónicas del Tánatos, que se dedica a la reconstrucción de sucesos en el país, se destacaba que la zona de Santa Mónica, Los Chaguaramos y Bello Monte conformaban en ese entonces un «Triángulo de la Muerte», además de que «para la época un crimen sucedía a otro».
Al año siguiente, un secuestro perpetrado en la zona de Terrazas del Ávila acabó con un saldo lamentable. Tras más de 20 horas de zozobra, Lorena Monagas, de 19 años, moriría de múltiples impactos de bala, cuando la policía ingresara violentamente en su residencia intentando finalizar el secuestro y el enfrentamiento dejara los cadáveres de ella y su captor, que prevenido por una transmisión televisiva en vivo se atrincheró en el baño utilizando a Lorena como escudo.
Tres horas antes, otro delincuente se había entregado junto con la otra secuestrada, María Magdalena, hermana mayor de Lorena. Se trataba de Hernancito, quien el año anterior había acabado con la vida de Gustavo Polidor.
Ese mismo año, específicamente el 20 de junio, el abogado José Totesaut fue ultimado por un hombre que se acercó al vehículo donde este se encontraba con su esposa, Gisela Rangel, y su hijo de tres años. Sin mediar palabra le disparó en la cabeza y huyó del lugar.
El abogado era yerno de José Vicente Rangel, que rápidamente acusó a Rafael Alcántara, un empresario al que presuntamente Totesaut le sabría algunos ilícitos, pues en el año 1993 había defendido a Alcántara en un caso vinculado al narcolavado de dinero.
En el caso estuvieron involucrados cuerpos policiales, que habrían contribuido a «limpiar» el caso. El autor material del asesinato del abogado murió en algo que sería presentado como un enfrentamiento: Freddy Gutiérrez se disponía a asaltar un banco, relató la fuente policial, cuando se dio el supuesto intercambio. El cadáver, reconocido por la viuda de Totesaut como quien matara a su esposo, presentaba heridas a quemarropa, propias de una ejecución, no de un enfrentamiento.
Una nota de prensa de la época, publicada por la agencia de noticias Inter Press, iniciaba de la siguiente manera: «En Venezuela, donde mueren baleadas decenas de personas cada fin de semana, un asesinato distinto desnudó la connivencia entre narcotraficantes y policías, la guerra entre cuerpos de seguridad y el homicidio como recurso para saldar las diferencias».
Precisamente, eso fue lo ocurrido en a finales de 1994. Cibell Naime, hija de libaneses, robó un cheque a su padre, falsificó su firma y lo utilizó para pagar un gato de angora que había visto en los avisos clasificados.
Su padre, Shauki Naime, era bastante ordenado y notó muy pronto que le faltaba un cheque. Al ver que en cualquier momento sería descubierta, Cibell contactó al vendedor, el abogado Miguel Tauil, para que le devolviera el cheque, pero este ya lo había cobrado y se negó a devolver el dinero: la transacción ya estaba hecha.
La joven de apenas 18 años, tras insistirle en varias ocasiones, decidió cambiar de estrategia: llamó de nuevo y haciéndose pasar por otra persona, manifestó estar interesada en una pareja de perros salchichas que Tauil ofertaba. Este la convocó a su propia casa para que pudiera escoger libremente.
La muchacha tenía la intención de hacer un último intento por recuperar el dinero y así apaciguar a su padre. Tomó un arma de este para amedrentar a Tauil, y enfiló el rumbo hacia la residencia en Los Naranjos. Con la excusa de buscar a su tía, que supuestamente se encontraba en las afueras del complejo, abordó el vehículo de Juan Carlos, socio de Tauil, con ambos.
Tras un forcejeo con el abogado ante una nueva negativa, un disparo en la cabeza lo mató. «Cuando vi lo que había hecho me volteé hacia Juan Carlos que me miraba aterrado y le dije: perdóname, discúlpame, yo no soy mala pero no te puedo dejar vivo porque tú viste todo… entonces lo maté», diría Cibell más adelante en su relato a la policía.
A estos casos se sumaría el secuestro del Urológico de San Román, donde un secuestro terminó en la muerte de cuatro mujeres y los dos delincuentes. Solamente tres de las secuestradas en el centro de salud sobrevivieron a la mala actuación policial, que inició un irresponsable intercambio de balas.
O el caso de Lorena Márquez, asesinada en 1991 por su propio esposo luego de una discusión: ella había descubierto sus vinculaciones con el tráfico de drogas y fue interceptada por este cuando intentaba irse del apartamento en que ambos habitaban.
El caso fue sentenciado en tres ocasiones como un suicidio, a pesar de que todas las pruebas refutaban esa tesis. Las influencias del esposo, Manasés Capriles, editor del diario El Siglo, dejaron de surtir efecto en 1997, cuando se le dictó auto de detención. Tres días había huido del país.
Para entonces, crímenes como estos eran tan comunes que el programa Archivo Criminal, transmitido por Radio Caracas Televisión (RCTV), se encargaba semanalmente de reconstruir los hechos y difundirlos por señal abierta a todo el país. El mismo fue emitido en dos períodos: de 1990 a 1995 y de 1999 al año 2002.
También en esa década fueron escritas las crónicas que luego serían compiladas en el libro Guerra Nuestra, de José Roberto Duque. En sus líneas se podía presenciar escenas marcadas por la represión policial, la impunidad y, en definitiva, la violencia creciente en la Venezuela de entonces.
Pero para algunos medios y voceros políticos, esa época parece no haber existido, y el crimen violento habría llegado en 1999, con la toma de posesión de Hugo Chávez Frías.
JI