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La novela morada de Podemos

De la historia se pueden atesorar postales. De esas que se conservan con amor. De esos amores que pudieron ser y no fueron. O que fueron y no trascendieron. O de los que se espera que siempre trasciendan.

De España, tomo la primera postal. Madrid, 2011. El mensaje: «El grito mudo convocado ayer por el 15M resonó en toda España. La noche dejó entre los manifestantes ansias y emoción. Hoy, pese a lo que los medios silencian, en la Puerta del Sol el megáfono es de todos».

Otra postal del Manifiesto fundador de Podemos: Nosotros pensamos que no es tiempo de renuncias sino de mover fichas y sumar, ofreciendo herramientas a la indignación y el deseo de cambio. En las calles se repite insistentemente «Sí se puede». Nosotras y nosotros decimos: «Podemos».

Podemos es lo más parecido a un amor llevado por la química. A cuatro meses de su formación ganó cinco escaños en el parlamento europeo: el cuarto partido más votado de España. Ingresó rápido en las encuestas. Vemos una postal de esperanza.

Otoñal postal recibimos en Caracas la ocasión que Pablo Iglesias defendió como «preso político» a Leopoldo López: «No nos gusta, venga de quien venga, que se condene a alguien por hacer política». López no fue condenado por «hacer política» sino por encabezar el plan terrorista conocido como «La Salida» que costó la vida a 43 personas.

Podemos envió una postal de corazones. El mensaje, escrito de la mano de otro amante, una crisis de identidad (o publicidad). De la pasión desenfrenada a la propuesta «madura»: Ya no son los chavales soñando una Revolución y cantando «Papá cuéntame otra vez». O tal vez si. En todo caso, en Podemos «hay para todos, carnal», de modo que garantizaron una alianza con Izquierda Unida, liderada por Alberto Garzón, con quien podríamos tener una aventura pero esas postales están en otra caja.

La nueva postal, es de despecho: Íñigo Errejón y Pablo Iglesias de ruptura. Oportuno para escuchar a la Pantoja cantando «Se nos rompió el amor de tanto usarlo». PLENO CONGRESO

Carnicería

En enero del 2016 el joven Partido se enfrentó a uno de los desafíos más duros de su historia política: facilitar o no la investidura de Pedro Sánchez, Secretario General del PSOE. Pactar o no con «la casta». Se impuso la posición de Pablo Iglesias y de inmediato se sucedieron más de una decena de dimisiones en el partido, todos ellos vinculados a Íñigo Errejón.

Íñigo Errejon y Pablo IglesiasEsto condujo a una compleja reorganización, en la que no faltan anécdotas de «corazón». Como canta Monsieur Periné: «Has olvidado tu ordenador, arrinconado en mi habitación, lo habías dejado prendido y tal vez fue tan grande mi tentación» que leí tus mensajes en Telegram. Así los «pablistas» que hallaron una computadora, en la sede de Podemos, descubrieron que el número dos estaba montando un partido dentro del partido. Pasa en el amor, pasa en la vida, pasa en Podemos.

Desde entonces, intercambios de directas vía Twitter. Íñigo y Pablo intercambiaron cartas públicas en las que se juraron aprecio eterno. Al parecer, asumen la separación de mutuo acuerdo. Pero uno de los dos saldrá gravemente herido.

Con todo el lodazal, la ambigüedad (interpretada por muchos como traición al proyecto inicial), con las pequeñeces de las peleas internas y la miserias, no existe en la experiencia de la política española un partido en el que los simpatizantes tengan un poder de tanto peso como en Podemos. En el PP, quienes votan al líder son los 3.128 compromisarios. En el PSOE, los militantes pueden escoger exclusivamente al secretario general.

Los más de 455 mil inscritos en la tolda morada podrán elegir su nuevo líder, rumbo político, estructura y cúpula a lo largo de esta semana. El triunfador se conocerá al cierre de la segunda asamblea ciudadana Vistalegre II el próximo domingo 12.

Hasta ahora, las encuestas y los medios dan a Íñigo como vencedor. Tomando en cuenta las «predicciones» de encuestadoras en los procesos electorales recientes: Enhorabuena, Señor Iglesias.

LC

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