Por Indira Carpio Olivo
La tarde del 12 de noviembre, en la Sala C del Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos, se presentó la página web del Entrompe de falopio. El sitio es una plataforma de la organización social que tiene como objetivo “desarrollar acciones para favorecer la conquista de los derechos humanos de las mujeres en Venezuela (…) a través del ejercicio de la comunicación feminista, la investigación, el intercambio de experiencias y la formación”.
La asociación se plantea la aplicación de “procesos formativos en línea, presencial y semi-presencial”, para el estudio de los feminismos latinoamericanos y sus agendas de lucha.
Además de presentar la web, Alba Carosio coordinadora de investigación y Gioconda Mota coordinadora general, ofrecieron una síntesis del primer informe anual que elaboraron junto a un nutrido grupo de investigadoras: Desde nosotras, situación de los derechos humanos de las mujeres venezolanas.
Informe
El documento consta de 236 páginas y puede ser consultado en la referida página del Entrompe de falopio. En él se describe la situación estadística de la mujeres en el país y se analizan los números obtenidos con una visión crítica, antipatriarcal y anticapitalista.
Son revisados los derechos económicos, políticos, sexuales y reproductivos, culturales, educativos, a una vida libre de violencia, a la salud. También la situación de colectivos especialmente vulnerables, como las mujeres privadas de libertad, con discapacidad y cuidadoras, indígenas, afrodescendientes, migrantes, con sexualidades disidentes.
El informe técnico tiene como único objetivo político, según sus autoras, “aportar, desde la investigación, el conocimiento y la información, a la transformación de la realidad”. Representa un esfuerzo “desde el activismo feminista para contribuir a que el Estado dirija con precisión, asertividad y coherencia las políticas públicas dirigidas a las mujeres”.
Pero las cifras son de vieja data, como si nos hablaran de una país distinto: 2011, 2013, rasguñando el 2016. Las estadísticas se apagaron entre 2013 y 2015. “Es este informe una denuncia al respecto, porque ¿cómo trazas políticas públicas sin los indicadores?”, se pregunta Gioconda Mota, Coordinadora del Entrompe de Falopio.
Perfil
Investigar en un país que carece de estudios, estadísticas y sufre una tendencia a la desmemoria, es una tarea titánica. A pesar de ello, y por ello, es necesario desentrañar de la realidad los índices que nos permitan exigir y construir una política pública coherente, eficaz y eficiente.
Según el Informe presentado, en estos momentos las mujeres en el país viven más tiempo, tienen menos hijos, se casan menos, y cuatro de cada diez son jefas de hogar. La mitad de las mujeres venezolanas estarán en edad productiva (entre 20 y 54 años), por lo que Venezuela se encuentra en un bono demográfico. Aun así ha aumentado la proporción de adultas mayores.
En la nación caribeña, las mujeres tienen una esperanza de vida mayor por seis puntos sobre los hombres, superando los 78 años de edad. Y constituyen 49,88% del total poblacional.
En 2013, 4 de cada diez hogares eran monomarentales, tienen a la madre como único responsable: 40% de las mujeres madres son cabeza de familia. Asimismo, más del 70% de las jefas de hogar indican no tener pareja.
Para las estudiosas, “si bien la pareja no implica compartir responsabilidades y menos por igual, sin duda, los hogares monomarentales son más vulnerables, sobre todo desde el punto de vista económico”.
A mayor número de vástagos, mayor probabilidad de que la jefa de hogar esté sola. “Del total de jefas madres sin pareja, 53% han tenido 3 o más hijos”, expone el dossier. Deducen las investigadoras que esta es una de las condiciones “determinantes (…) para hacer frente a las necesidades económicas y afectivas de la crianza de sus hijos e hijas”.
Mujer venezolana
Después de 12 años estudiando a la mujer venezolana y ocho meses elaborando este informe, Gioconda Mota define a la mujer nacional como “emprendedora, una mujer que entrompa a la vida, sale adelante, guerrera, luchadora, alegre”. Sin embargo, observa a una mujer desenvuelta en un “contexto tan poco corresponsable con ella, que le toca más duro que a muchas otras”.

Mota insiste en que las criollas son mujeres echadas pa’lante, pero “también sobreexigidas: son las que trabajan, responden por los hijos, por el cuidado de los adultos mayores, por las personas con discapacidad, van al colegio, al médico, mujeres que regularmente tienen muy poco tiempo para sí mismas”.
La inclusión en la vida pública, que por un lado es positiva, ha supuesto un incremento en las responsabilidades de las venezolanas “y esas labores de cuidado que tienen en el hogar se extienden a la calle: organizan la comunidad, preparan las acciones del Consejo comunal, ordenan los CLAP, producen las actividades especiales”, enumera.
Hoy día se puede decir que la mujer venezolana está incorporada al mundo formal del trabajo, explica la socióloga, “aunque eso no necesariamente signifique que en las condiciones más estables y en las verdaderas garantías de sus derechos laborales”.
¿Qué ocurre con las venezolanas en un momento de aguda crisis económica?
En la siguiente parte del informe, se detalla cómo actúan ciertos indicadores en el desarrollo de los derechos económicos de esa parte de la población que gestiona la cotidianidad, las mujeres.