Por: Indira Carpio Olivo
Las mujeres en América Latina destinan tres veces más de tiempo que los hombres al trabajo del hogar y de cuidados no remunerados. En Venezuela alrededor de tres millones, 30% de las mujeres económicamente activas, se dedican a estas labores domésticas, frente a 0,41% de varones en las mismas tareas.
Esta realidad ejemplifica la división sexual del trabajo que, disminuye a la fuerza laboral femenina y condena a las mujeres a padecer de manera diferenciada la grave crisis económica que vive el país, “porque somos las grandes gestoras de la cotidianidad y el cuidado de la familia”, señala la filósofa Alba Carosio en el Informe 2018: Desde nosotras.
El asignar las labores domésticas, el cuidado de la infancia, de personas con discapacidad, de personas con enfermedades y ancianas, incide directamente en la cantidad de mujeres en los puestos de trabajo en condiciones de igualdad. Son menos empleadas y, ejerciendo labores remuneradas son subvaloradas por los roles impuestos, estigmatizadas como cuidadoras, son las primeras en despedir.
En Venezuela la mitad de las mujeres activas tienen empleos remunerados. La otra mitad se encuentra en situación de vulnerabilidad. En su mayoría, las mujeres son empleadas en el sector público, por los beneficios que esto solía conllevar.
El análisis de los derechos económicos de las venezolanas se desglosa del trabajo que hiciera un equipo de investigadoras de la organización Entrompe de falopio, bajo la tutela de Carosio, también profesora universitaria.
En este capítulo en Desde nosotras las investigadoras proponen cambiar la dinámica económica, “…considerar la creación de un Sistema Integral de Cuidados, que tendrá impacto en la liberación de energía femenina para impulsar la producción, además de crear puestos de trabajo y mejorar de manera sensible la vida familiar, en especial, de sus integrantes más vulnerables”.
Son precisas al decir que el costo de “no tener Política Públicas de Cuidado, determina la sub-utilización estructural de la fuerza de trabajo femenina, que se expresa en: las todavía elevadas tasas de inactividad; la sobre-representación de las mujeres en diferentes formas de empleo precario; la sobre-calificación de la fuerza de trabajo femenina, en relación con las características de los puestos de empleo que ocupa”.
Pobreza
Las mujeres tienen mayor propensión que los hombres a sufrir pobreza: 70% de las pobres del mundo son mujeres y niñas. A la pobreza la acompañan “hambre y la malnutrición, el acceso limitado a la educación y a servicios básicos, la discriminación y la exclusión sociales y la falta de participación en la adopción de decisiones”, enumera el dossier.
Entre 2011 y 2015, el INE reporta un aumento de 5,7% de los hogares en situación de pobreza. Los hogares con mayores probabilidades de sufrir los embates de la pobrezas son aquellos encabezados por madres solteras donde generalmente hay un solo ingreso, y en Venezuela esto representa 4 de cada 10 hogares. Aunque se estima que los hogares matricéntricos constituyan 60% de las familias venezolanas.
Específica el informe que “según el Boletín de Indicadores de Género de 2013, antes de que se acelerara el deterioro económico, por cada 100 hombres en pobreza, había 107 mujeres, mientras que por cada 100 hombres en pobreza extrema, había 112 mujeres”.
¿Qué otras distorsiones se estarán sucediendo?
Los servicios han desmejorado significativamente, cuestión que implica para las mujeres un mayor esfuerzo intelectual y físico en la resolución de nuevas complejidades.
Por ejemplo perder tiempo en largas filas para subirse al hombro una bombona de gas, y poder cocinar; ingeniarse recetas que conllevan mayor tiempo de elaboración con los alimentos que pueda comprar a precios regulados después de amanecer en los supermercados, porque como afirman las investigadoras “alimentarse exclusivamente con los alimentos CLAP conduce a la malnutrición y desnutrición”; perder alimentos y aparatos por las constantes interrupciones eléctricas a las que son sometidas las barriadas, principalmente; caminar por la inexistencia de transporte público y la ineficiencia del privado; la falta de agua; los altos costos de productos de higiene y limpieza; la escasez de medicamentos y, cuando los hubiere, su inaccesibilidad por los altos costos.
Es una serpiente que se muerde la cola. Todas estas dificultades impiden a muchas mujeres continuar en sus trabajos,o aspirar a ascender y obtener trabajos con mejores ingresos. Todo lo que hace que abandonen o sean despedidas, para dedicarse a los cuidados del hogar o de familiares, agudizando el círculo de la pobreza.
En qué trabajan las mujeres venezolanas
Desde nosotras recurre a la Encuesta de Hogares de 2013, ejecutada por el INE para resaltar algunas cifras:
- 48,34% de las mujeres venezolanas se ocupan de los servicios comunales, sociales y personales, donde destacan los servicios educacionales y de salud, que incluyen las trabajadoras domésticas y residenciales remuneradas. Sólo 23% de los trabajadores hombres trabajan en el mismo sector.
- Para 2013, se contaban 620.000 personas ejerciendo la docencia de las cuales el 95% eran mujeres.
- 1 de cada 3 mujeres (32,34%) labora en el sector comercio. La construcción, el transporte y las comunicaciones y el sector agrícola son trabajos masculinizados.
- Banca y finanzas tiene cifras equiparables de participación entre mujeres y hombres.
Insiste la “fuerte segregación ocupacional entre las trabajadoras y trabajadores venezolanos (…) resistencia a emplear mujeres en edad reproductiva, prima la concepción de que las mujeres priorizan las necesidades familiares, y el cuidado, por lo tanto son trabajadoras poco convenientes” infieren las investigadoras.
Adultas mayores
En el país se cuentan 4.095.023 adultos mayores que reciben la pensión, de los cuales 2.803.878 son mujeres mayores de 55 años. Además del beneficio laboral, buena parte de eso hogares se benefician de una serie de bonos que otorga el gobierno como paliativo contra la crisis. Para las analistas los bonos pueden beneficiar más a las mujeres “jefas de hogar” porque las mujeres “asumen la responsabilidad familiar con mayor dedicación”. Pero como ellas mismas señalan “todo ingreso extra más allá del salario no genera ni derechos a quienes lo reciben ni obligaciones a quienes lo entregan”, y se han vuelto extemporáneos después de la reconversión monetaria.
En opinión de Alba Carosio, coordinadora de la investigación para el Informe y hacedora del capítulo sobre economía, quienes disminuyen estos derechos de las mujeres venezolanas son por un lado los grandes capitales, y por otro lado la burocracia pública que no toma las medidas correctas. «Los grandes capitales ponen en vilo los derechos económicos de los pueblos porque no quieren una revolución, tampoco la burocracia enquistada en las instituciones», recalca.
La filósofa asegura que «falta confianza en las capacidades de las mujeres, los créditos del banco de la mujer son casi simbólicos, por ejemplo. Hay poco acompañamiento, menos cuidado a las trabajadoras». Recuerda que en durante la Revolución rusa surgió un gran programa que pretendió asegurar la producción en las fábricas. Este programa era de alimentos pre-codidos. De esta manera se garantizaba el tiempo productivo de las madres en el trabajo.
«Debe reconocerse monetariamente el trabajo doméstico, no solo en la oratoria. La pensión es una parte de ello», reconoce Carosio, «pero no es suficiente». La población económicamente activa es activa en parte por el trabajo invisibilizado y no remunerado de la mujer. Un trabajo que se agudiza en la crisis.