“Siento al caminar
Toda la piel de América en mi piel
Y anda en mi sangre un río
Que libera en mi voz
Su caudal”
A. Tejada Gomez
Quien no ha conocido un amanecer en la Isla de Margarita en Venezuela, tal vez no comprenda cómo una epifanía puede apropiarse de las ideas. Chávez lo vivió. De aquella irrupción del sol, surgió el ALBA, el primer paso firme en la integración político y social latinoamericana. Su grandeza radica en que ese encuentro no termina en los convenios intergubernamentales, sino que se expande y teje lazos entre los pueblos.
Chávez comprendió que la única manera de desmontar el sistema neocolonial de dominación imperial, era reducir a mínimos no vitales el intercambio comercial con las potencias neocoloniales, pero además, romper con la misma contundencia las relaciones con los circuitos financieros dominados por el imperialismo. Chávez miró hacia el sur. Chávez comprendió que nos uníamos o nos hundíamos.
El imaginario que nos encuentra a todos
Chávez encontró en nuestros Libertadores la esencia profunda que reúne a los pueblos de Nuestra América. Hace doscientos años, la dominación colonial se expandía por el continente, de modo que la liberación debía abarcar la misma grandeza. En un mundo como el nuestro, diseñado al detalle para la opresión global, Chávez no podía dejar de plantear la liberación de los oprimidos del mundo.
Chávez liberó a los héroes del concreto de las estatuas, los convirtió en fuerzas vivas (nunca mejor aplicada la frase), en motores de la transformación del mundo, en la denuncia del sistema a destruir (el capitalismo) y el enunciado del mundo mejor (el socialismo por construir). Chávez tenía el acervo de los clásicos y un verbo accesible para todos:
“Hace 200 años los padres libertadores no pudieron, ellos no pudieron hacerlo, y Bolívar recogió en una frase profunda, en una frase dramática aquella realidad dolorosa cuando dijo: “He arado en el mar…” ¿De qué sirvió esta independencia, decía Bolívar, muriéndose ya, ellos no pudieron, no pudieron cuajar las repúblicas que querían, eliminando las desigualdades, los privilegios, creando repúblicas de iguales y de libres; y luego, al mismo tiempo uniéndolas en la liga de repúblicas para equilibrar con el Norte, con el Este y con el Oeste; así los planteaba Bolívar cuando convocó al Congreso de Panamá en 1824.
El Congreso se reunió en el 26 en Panamá, pero murió al nacer, él decía que era necesario, era indispensable conformar la Unión del Sur, una Liga de Repúblicas, en lo político, en lo económico, en lo social y en lo militar, para luego ir en condiciones de igualdad y de dignidad a negociar sobre la paz, la economía y la guerra, con el Norte, con el Este y con el Oeste”
El amor y la solidaridad por las causas justas del pueblo, fue una característica constante en la política internacional de Chávez. “El hombre, ese ser de nervio, sangre y razón, debe trascender los límites de sus propias miserias individuales y ubicarse en el ámbito fértil de las relaciones sociales solidarias,” escribió en el Libro azul.
Chávez echó su suerte con los pobres de la tierra: se comprometió con el pueblo Palestino y rompió relaciones con el régimen sionista de Israel. Fue de los más férreos oponentes a las guerras en Afganistán e Irak, cuando el concierto de naciones callaba los crímenes de guerra del gobierno de Bush. Fue un contundente defensor de los pueblos libio y sirio frente a las agresiones imperiales de Barack Obama.
Esa es la principal razón por la que Chávez aún va con la adarga al brazo, haciendo camino al andar entre los pobres de este planeta.
LC