Hoy día, en plena calle, en cualquier barrio de clase media de la Ciudad de México, se vienen presentando escenas de robo y venta de combustible tan frecuentes, durante años, en estados del sureste del país.
De acuerdo con el jefe de Gobierno citadino, José Ramón Amieva, en lo que va de año, de los ductos que atraviesan la ciudad, se han robado más de 358 mil barriles de combustible desde tomas clandestinas, en patios, casas y hasta cementerios.

En 2018, sólo hasta julio, identificaron 81 de estas tomas, pese a que en la capital mexicana operan 15 mil cámaras y se creó un grupo especial conformado por soldados, marinos, fiscales, policías locales y federales, entes del Estado y gobiernos estatales y municipales.
Huachicoleo genera pérdidas “mil millonarias”
Este sistema de robo de la gasolina genera pérdidas de 30 mil millones de pesos (exactamente mil 700 millones de dólares) al año a Petróleos Mexicanos (Pemex) y se le ha dado el nombre de “huachicoleo”.
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Hasta junio pasado, Pemex desactivó 7 mil 590 sitios ilegales de extracción, pero el robo sigue en aumento. De hecho, el aumento de precio del diésel, la gasolina y el gas LP, a principios de 2017, incentivó el trabajo de las bandas de “huachicoleros” como se les conoce.
Hace unos años, el robo de combustibles era una actividad secundaria de carteles de narcotráfico –como los Zetas- para abastecer sus flotillas de camionetas y aeronaves. No obstante, muchos grupos de la población formaron sus propias bandas y operan con altos niveles de violencia.
El reto para AMLO
Algunos funcionarios de Pemex y expertos económicos sugieren que con inteligencia financiera, rastreo del movimiento de los combustibles –especialmente gasolina- y con sanciones más severas, López Obrador podría hacer frente a este problema.
También plantean sanear las vulnerabilidades de Pemex y, a lo largo de toda la cadena de distribución, empezar a hacer inteligencia y diagnósticos más certeros para inhibir el robo y la compra del combustible robado.
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