InicioDestacadaEsto sí es represión: el violento desalojo de un Barrio en Bogotá

Esto sí es represión: el violento desalojo de un Barrio en Bogotá

Las imágenes son desgarradoras. Mujeres que abrazan a sus seres queridos. Confusión. Conmoción. Al asentamiento le llamaban «La Esperanza» y fue consumida por las llamas tras el desalojo forzado realizado por el Estado colombiano.

«Eso fue obra del ESMAD (Escuadrón Móvil Antidisturbios de la Policía Nacional de Colombia), ellos se nos mandaron por todas las entradas, empezaron a empujar a todo el mundo, a pegarle más que todo a los hombres y con disimulo a prenderle candela a las casas en todas las esquinas”, dijo a teleSUR una de las víctimas.

El ataque

Desalojo en Suba, Bogotá, Colombia. Fotografía de @MiltonteleSUR

Con el amanecer del 24 de abril llegaron los funcionarios de la Alcaldía de Bogotá, la policía, el Instituto colombiano de Bienestar Familiar, gestores de convivencia y del ESMAD para llevar a cabo la violenta operación que fue inicialmente justificada acusando a los habitantes de microtraficantes de droga.

El primer estigma fue sellado antes del fuego. Los llaman «invasores».

Preguntamos a Pedro Carvajalino, colombiano, comunicador popular y residente en Venezuela el significado de la referencia que se utiliza en los medios para hablar de estos barrios improvisados.

«Son zonas que no están urbanizadas ni hacen parte del ordenamiento territorial, normalmente llenos de desplazados por la violencia, lo único que les queda es hacer las casas de madera. Son «sobrevivencias habitacionales» que existen ante la imposibilidad de acceder a una política de vivienda.»

Carvajalino profundiza y nos explica que, debido al conflicto armado, la mayoría de los centros poblados se convierten en receptores de desplazados.

«En casi todo el período Álvaro Uribe, el departamento del Atlántico, Barranquilla y la capital, se convirtieron en zonas receptoras de desplazados de la guerra. La lógica es que en estas ciudades las personas tienen mejores oportunidades de empleo. Entonces hay dos desplazamientos: el causado por la violencia y el económico. Y, luego, las ciudades se dividen en clases sociales. Muchos desplazados terminan viviendo prácticamente en la indigencia. Y a esa población le toca formar un «cambuche», como dicen en Colombia: formar una solución habitacional a través del ingenio, en ese caso en particular, a través de las tablas.»

Que el fuego acabe lo que no alcanzó el agua

Miguel Uribe, Secretario de Gobierno de la ciudad de Bogotá declaró a los medios:

«Desde las cinco de la mañana, tuvimos un diálogo permanente con los habitantes de estas unidades habitacionales, podemos reportar que no hay ningún herido por este incendio. Fueron 8 personas atendidas por un posible sofocamiento».

Sin embargo, las denuncias de los habitantes del sector indican todo lo contrario. Aseguran que no hubo ningún tipo de debate ni advertencia por parte de la Alcaldía. El sol, implacable, se ocultó en el horizonte y amparados sólo por la bóveda oscura, declararon:

«Hemos pedido que el Alcalde nos de por lo menos 5 minutos de su tiempo, nos atienda, para ver si él puede darnos una solución a lo que nos hicieron», dijo Jeimi Parada.

Algunos de los habitantes del asentamiento humano llevaban 20 años viviendo en ese sector. Rescataron lo que pudieron, pero la mayoría de sus esfuerzos de años fueron extintos por las llamas. Mil doscientas personas quedaron sin techo para pernoctar. 

“No tengo para dónde irme, si tuviera ya lo habría hecho. No necesito que me maltraten ni me atropellen”, declaró Marlen Torres.

Álvaro Vargas, funcionario de la secretaría de Gobierno aseguró que la evacuación responde a que las viviendas estaban construidas en zonas de alto riesgo: “Estamos en temporadas de lluvias, una creciente súbita del río podría causarnos una emergencia mucho peor que la de Mocoa”. La tragedia no llegó por el agua sino por el fuego.

Consumidos por el neoliberalismo

En la Caracas de Bolívar, el hombre que nos unió para siempre, Carvajalino reflexiona sobre el doble rasero con el que se ha tratado la conformación de estos asentamientos.

«La policía de Bogotá ha tenido una política de exclusión, llaman a esas personas los «gamines» (personas en situación de indigencia) o desechos sociales, esas personas las concentran en lugares para «supuestamente» tener el control. Ese fue el caso del «Cartucho» que era una zona donde vendían droga, o el «Bronx» que lo desalojaron hace unos meses. Los desalojó y los permitió la policía porque alrededor de 80 o 100 millones de dólares por concepto de venta de droga se generaba muy cerca del Palacio de Nariño».

No podemos evitar sentir que si Bolívar hubiese concretado su sueño de integración, Colombia sería más amada hoy por sus gobernantes. Si bien, el conflicto por las armas parece haber disminuido en intensidad, la guerra de la desigualdad está más vigente que nunca:

«El desalojo en Suba, es expresión del personaje que lo ha venido haciendo: el Alcalde de Bogotá, Enrique Peñaloza. Ha tenido una política de discriminación social, ligada al neoliberalismo, ligada a las grandes construcciones, a las grandes trasnacionales. Es la expresión de la desigualdad, del neoliberalismo, de la represión social. En cualquier lugar del mundo, o de la historia, generaría un impacto negativo desde el punto de vista de la política internacional, pero no dicen absolutamente nada. «

LC

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