La crisis pandémica global ha dado lugar a todo tipo de reacciones. Desde las iniciales subestimaciones, peligrosas por proceder de líderes nacionales como #DonaldTrump o Jair Bolsonaro; las desabastecedoras apocalípticas que en un par de días eliminaron los inventarios del papel higiénico en los anaqueles de todo el mundo; incluso las acaparadoras especulativas, que comenzaron a encarecer artículos de vital uso como mascarillas y alcohol antiséptico.
Pasados dos meses de confinamiento, algunas sociedades observan con cautela la evolución del coronavirus y aún insisten en no descuidarse, ni confiarse de la reducción de algunas cifras. Otras enfatizan en las pérdidas económicas y presionan para que se abran los mercados, aunque sea de a poco.
A pesar de que los contagios no cesan y la propagación resulta peligrosa, en la vieja Londres hay funcionarios que llaman a empezar clases para evitar “un grave daño” en la educación de los más jóvenes.
Y en el trópico, y luego de semanas de descontrol, muerte y apertura masiva de fosas funerarias, hay quienes insisten en que esto es una “simple gripezinha” y dan ejemplos contraproducentes como organizar parrilladas, hacer mítines callejeros, desestimar las cifras de decesos y llamar a todos a trabajar ya, porque “nada ni nadie puede parar el país”. Incluso tosen sobre las personas y rechazan el uso del tapabocas en actos públicos.
En Europa y EE.UU exigen apertura
De vuelta en el civilizado norte, los ciudadanos, azuzados por un líder supremacista, desafían la cuarentena, insultan al personal médico y exigen que se les permita circular, porque están en peligro sus libertades ciudadanas, que no su salud.
Mientras tanto, Europa ya habla de la Bundesliga (Alemania), que comienza sus partidos en los estadios este fin de semana, y de la Premier (Inglaterra), que ya inició entrenamientos, mientras que LaLiga (España), la Ligue 1 (Francia) o la Serie A (Italia) todavía debaten qué hacer y cuándo recomenzar.
Cientos de comerciantes, desde Madrid hasta Praga, se apresuran a abrir sus locales y recuperar el tiempo perdido. Eso sí, con la orden de copar sólo el 50% de la capacidad, animados por el descenso de los fallecimientos y la desescalada en España e Italia.
En América, ocurre igual. Los establecimientos de Florida, Texas o California, en EE.UU., se apresuran a recibir clientela, pero en el sur, desde el río Bravo y hasta la Patagonia, las agencias de noticias resaltan el crecimiento de las cifras y vaticinan que la situación será peor que en el viejo continente.
Batalla tras bastidores por una vacuna
Pero nada de ello ha tenido menos repercusión que la dura batalla por el hallazgo de una vacuna que combata el Coronavirus y, de las informaciones de pequeños avances científicos realizados entre marzo y abril, ya se ha pasado a las zancadillas de mayo en las negociaciones por el privilegio de tener el derecho a las primeras dosis.
Detrás de cada diatriba asoman sus garras los halcones de la Casa Blanca, que con chequera en mano han empezado a girar a diestra y siniestra a las principales transnacionales farmacéuticas, muy probablemente de los recursos que han negado a la Organización Mundial de la Salud en su afán de buscar un culpable (adicional a China) de su ineficiencia en el manejo de la crisis.
Pero se han encontrado con actores que han puesto límites a sus aspiraciones. Ángela Merkel les ha dicho a las de capital germano que ningún país debe adelantarse a Alemania, mientras que Emmanuel Macron le ha llamado la atención a Sanofi.
Le ha exigido que una vacuna contra el Covid-19 debe ser propiedad de la humanidad y no una exclusividad de Washington. Es que la empresa manifestó hace unos días que priorizará a EE.UU. porque ha invertido en las investigaciones, algo que el mandatario galo considera intolerable.
Y mientras #DonaldTrump declara que se está pensando volver a girarle a la OMS, pero sólo el 10% de los 400 o 500 millones de dólares que solía darle, porque no puede estar subvencionando más que Pekín, hay galenos que hablan de manera más optimista pero con criterio científico sobre el desarrollo del virus.
Criterio optimista pero condicionado
El presidente del departamento de Patología del sistema de hospitales neoyorquinos Mount Sinai, el español Carlos Cordón-Cardó, considera que un buen sistema de detección, rastreo y aislamiento de pacientes contagiados de Covid-19, y responsabilidad social por parte de ciudadanos y políticos, permitirán celebrar Navidad y Año Nuevo en condiciones “normales”.
A la pregunta de “¿Cuándo podremos abrir?” contestó que ya, pero “con prudencia, porque tampoco es bueno que las sociedades estén cerradas, lo que tenemos que estar es todos a una, siguiendo las reglas, manteniendo la distancia, usando mascarillas y, al mínimo malestar, hacerse un test”.
Tras mencionar responsabilidad social de la clase política y, por poner un par de ejemplos, vienen a la mente EE.UU. y Brasil. No deja de generar incertidumbre lo que podrá pasar de acá a diciembre con esos dos países.
FF/VTactual.com
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