Viena (Austria) ha sido un referente de la música académica, tras derrotar a Moscu y Salzgurgo en muchas ocasiones. Su refinada población – de solo casi dos millones de habitantes -, quienes además se pasean entre los ecos de salones acostumbrados a los divertimentos musicales del Palacio de Schönbrunn o Belvedere, han estado ligados la historia del nazismo y la extrema derecha conservadora. No obstante “El Sistema” la ha tomado por sorpresa en algunas oportunidades y ha tenido que sucumbir ante el hecho de sus jóvenes intérpretes pertenezcan a la más depurada casta de orquestan que la visitan, hasta que le llegó el turno a Dudamel y así un escándalo.
El Concierto de año nuevo siempre lo escoge completamente la Orquesta y solo interviene el director en los arreglos o en versionar sus tiempos. En este caso Gustavo Dudamel y su cosmogonía hizo su trabajo diligente.
El programa
Algunas piezas fueron honestas. El diablo del bosque de Émile («Les Patineurs») se dirigió con ligereza flotante, fina y con belleza natural, incluso el director introdujo campanas del trineo, haciendo adornos realistas. En Lehár («Marcha Nechledil»), enfatizó su particular estilo por tanto que emociono a más de uno, luego la alegría de Cavalier fue a menudo producto de la investigación de la música militar que no está dentro de sus géneros mas definitorios, pero que consiguió extender a la orquesta un goce bastante marcado por caras gratas en una orquesta que se caracteriza por su sobriedad extrema. Y él – en el mismo apartado – hizo con Johann Strauss su ‘polka’ “un baile polular» para encender el vórtice tempos y frescura inusitada – no sólo por los acordes más rítmicos sino el betanzten que hizo estrechar los pasillos de la sala, que además estuvo decorada con frutos tropicales en virtud de rendirse ante el gentilicio del joven de 35 años quien es batuta oficial desde el 2009 de la orquesta Filarmónica de Los Angeles, en California.
Los paisajes sonoros dramáticos y sorprendentes de los valses felices mostrados por Dudamel acerca de la hechura Franz von Suppé en su Obertura de «La dama de picas» fueron de los mejores momentos a pesar de que la crítica del minuto a minuto en redes sociales lo llamaron “tratamiento de dudoso tino”. Pero también en este caso, el director más joven del concierto hecho alguna vez tomo mayor confianza en las manos de la Filarmónica que viceversa. A menudo se inclinó a la naturalidad pero con la torpeza de obviamente sentirse en una de las salas más estimadas de ser invitado; a eso le siguió una pausa refrescante con el Ungekünsteltheit que mostró relleno irrelevante.
Entonces a partir de allí la orquesta recordó a la de Otto Nicolai con una atmosfera fina y romántica con la «Salida de la luna» de la ópera «Las alegres comadres de Windsor» con la misma base de la Filarmónica que lo ha hecho durante los últimos 175 años – con el apoyo del Orfeón de la ciudad. El venezolano mostró su humor mediante la combinación de elementos de Johann Strauss en el Vals «Mephisto Höllenrufe» y la polca «Tanto miedo que no somos», dijo: “aquí estamos en un lugar alegre y por eso haremos del lenguaje musical lenguas de fuego se enfrenten a una vida terrenal más ágil y menos parsimoniosa”.
Muchas (ahora) piezas populares se mostraron esta vez sin éxito entre los asistentes pero para la Filarmónica se pudo escuchar cantar de nuevo brevemente como un acto de amor por la novedad, chirriando a el conductor en un Vogelstimmenpfeiferl (expresión tipifica de alegría para los músicos más académicos de la ciudad) para luego ser aplaudiendo por multitud de manera violenta pero muy delicada en la «Marcha Radetzky» con la que llego a ser el clímax de la segunda parte.
Las otras obras de arte – del furioso compositor Josef Strauss dio sonoridad agradable pero insistentemente pintoresca con la Polka de vientos “Lust», contrastando con la partitura de Johann Strauss y su versión «extravagante» del Vals de «Las mil y una noches» en el que Dudamel salió de maravilla con suspiros melancólicos, emocionando a adeptos y a no tantos.
El escandalo
La elección de Gustavo Dudamel se entiende comúnmente como un signo de la apertura de la Filarmónica de Viena, como el cambio de generación, pero al menos como una señal para una joven generación de conductores. Realmente aumentado este experimento musical a pesar de la (esta vez muy retraído) Vitalidad Dudamel y la magnífica sonoridad de la Filarmónica fueron criticados duramente por los locales. Al punto de que se evalúa sus venideros compromisos en la ciudad. No obstante tanto el raiting del show televisado y la data de audiometría dicen de este concierto como uno de los más vistos en los últimos años con la misma factura y distribución de los medios tradicionales y digitales.
FC