Pese a que ya no es noticia en los medios internacionales, las protestas en Chile continúan por novena semana consecutiva, y las medidas que ha tomado el Gobierno, al parecer, no son suficientes para aplacarlas.
Todos los días Santiago y otras ciudades del país se encienden para reclamar un cambio total del sistema económico dejado por el dictador Augusto Pinochet, y no medidas que resuelvan las consecuencias de 30 años de neoliberalismo.
Sebastián Piñera ha pasado en estos últimos meses de tener una actitud soberbia, en la que aseguraba que el Estado chileno estaba en una «guerra» para referirse a la protesta social, a admitir que el país que dirige es el reino de la desigualdad en América Latina y a intentar colocar parches para remendarlo.
Incluso, el presidente-empresario, que tuvo que dividir su imperio comercial entre sus familiares para obtener el poder político, ha caído en lo que hasta hace pocos meses él llamaba «populismo» y decidió otorgar un bono de poco más de 100 dólares para las familias de bajos recursos de Chile.
Pero nada de esto ha aplacado a la sociedad, que sigue en las calles, sin importar la represión de los carabineros, sin importar las violaciones a sus derechos fundamentales, sigue en las calles exigiendo reivindicaciones en materia de trabajo, pensiones, salud, servicios básicos, vivienda, medio ambiente e igualdad de género, asuntos que parece que Sebastián Piñera parece no poder resolver.
MMMV/VTactual
Piñera cataloga la represión como un instrumento democrático