La indignación mundial generada por el asesinato del afroamericano George Floyd en manos de un policía blanco, y las manifestaciones que cuestionan al polémico gobierno de #DonaldTrump, han ido mucho más lejos de lo que Washington esperaba. Y por más increíble que parezca, para el gobierno estadounidense el responsable de las violentas protestas que aún se mantienen, no es otro que el gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela.
Olvidemos toda la propaganda de guerra fría contra los rusos, o la paranoia antimusulmana generada a partir de septiembre de 2001; descartemos a los competidores chinos o al terrorismo internacional que muchas veces el Pentágono ha financiado, acá se trata de señalar a un pequeño país del Caribe, bloqueado, empobrecido y saqueados sus activos en bancos extranjeros, como el nuevo blanco de acusaciones injerencistas, por más absurdas que ellas parezcan.

Esta práctica no revela nada nuevo bajo el sol, pero sí una sistemática y progresiva conformación de Venezuela como un enemigo de los Estados Unidos, trabajo para el cual han colocado toda su maquinaria de propaganda a posicionar esta idea en el imaginario del norteamericano promedio. Es el experimento goebeliano sobre la mentira, puesto en práctica una vez más.
Maduro, el conspirador
Supongamos que el presidente venezolano no tiene problemas graves qué atender en su país. Olvidemos que Venezuela esta bloqueada económica y financieramente por Estados Unidos y sus países aliados y subordinados, que además de ello tenga que lidiar con problemas internos como una oposición terrorista que en cada pestañeo intenta un golpe de Estado. Borremos de nuestra mente que Venezuela enfrenta problemas de abastecimiento de productos básicos, de un precario sistema de salud, de unos servicios públicos que funcionan de manera inestable y de una población descontenta que resiste cada ataque al presupuesto familiar de manera milagrosa. Supongamos que antiguos aliados de Venezuela no se voltearon en su contra, convirtiéndose en potenciales cabezas de playa para una intervención militar. Supongamos finalmente que no hay una emergencia mundial por la pandemia del Coronavirus. Aún en ese escenario ideal, ¿tendría Venezuela la capacidad de infiltrar y financiar protestas es Estados Unidos?
Here's my video of the peaceful protest that escalated into cars on fire, tear gas being deployed and looting in Downtown Miami tonight. pic.twitter.com/a1zUUzDI3x
— Joel Franco (@OfficialJoelF) May 31, 2020
La manera creciente y sostenida en la cual vienen ocurriendo las manifestaciones contra los abusos raciales de la policía en diferentes ciudades estadounidenses, amerita un urgente desvío de la atención. Es por ello que se activa de esta manera el aparataje mediático y a falta de ideas mejor pensadas, enfilan sus ataques contra Venezuela y Cuba.
La prensa de Miami, con toda la animadversión que la caracteriza contra estos dos países y sus modelos de gobierno, fue la primera en atacar, y pese a sus señalamientos descabellados, fue tomada como fuente digna de crédito para imponer la idea de un supuesto financiamiento venezolano a las manifestaciones antirraciales en Estados Unidos. El periodista de origen venezolano Casto Ocando, con fuertes vínculos con el poder económico del estado de Florida, fue el que dio el primer paso para acusar al presidente Maduro y sus «enviados» para encenderle el patio a Trump.

Pasando por alto que los vuelos desde Venezuela están suspendidos por la pandemia y que el país no dispone de recursos ni para abastecer por sí mismo su mercado interno de gasolina, Ocando declaró lo siguiente: «Definitivamente hay individuos asociados con Venezuela que pagaron viajes a personas a varias ciudades de Estados Unidos para promover el caos».
La prensa de Miami reseñó citando a Ocando, que hay ciudadanos detenidos por el FBI provenientes de Haití, Venezuela, Cuba, Honduras y Estados Unidos, que declararon haber recibido dinero el pasado 30 de mayo en Downtown Miami para causar desorden público dentro de las manifestaciones antirracistas de varias ciudades. El absurdo de estos señalamientos no es obstáculo para que se produzca una decisión en consecuencia.
La culpa es de la izquierda
El tema no es que un policía blanco mató vilmente a George Floyd, tampoco que de cada 10 hombres abatidos por la policía en Estados Unidos 8 son negros. No parece tener importancia el racismo y apartheid que en pleno siglo XXI vive la sociedad norteamericana. Para esconder toda esta basura podrida bajo la alfombra, más vale buscar rápido un responsable foráneo. Una historia repetida hasta el cansancio, y a pesar de lo mala y trillada, sigue dando resultado.

Las publicaciones del Miami Herald, PanamPost, Diario de las Américas y muchos más de tendencia conservadora de derecha, publicaron fotografías de manifestantes con símbolos del Ché Guevara, Hugo Chávez, el Frente Sandinista de Liberación Nacional y el Movimiento Mapuche de Chile, para asegurar que la izquierda latinoamericana está detrás de las protestas en Estados Unidos.
Pero las acusaciones no se quedan sólo en exhibir las gráficas, sino en señalar directamente a estos grupos de ser los responsables de los saqueos y daños materiales que se han producido al calor de la brutal represión policial y militar. Así convierten el uso de símbolos reivindicativos de las luchas latinoamericanas, en objeto de persecución y represión «justificada». Una imaginación digna de mejores propósitos.
La razón de una rabia que no se va
El movimiento #BlackLivesMatter, fundado en 2013 a raíz del asesinato del afroamericano Trayvon Martin, se alzó como la voz de las manifestaciones antirraciales en Estados Unidos. Desde que las protestas por el homicidio de George Floyd cobraron fuerza, las acciones del movimiento han dado un giro todavía más a la izquierda, captando la opinión favorable de un importante sector de la sociedad norteamericana.

Mientras desde Washington y los despachos de sus colaboradores se acusa a elementos extranjeros de promover estos actos de protesta, en su propio territorio viene creciendo un movimiento que no será fácil detener a pesar de las prepotencia con que se gobierna ese país. Después de todo, muchos de los derechos civiles que hoy tiene el mundo, le debe mucho a las luchas del pueblo estadounidense.
Randolph Borges/VTactual.com