InicioDestacada#VTalpasado El antibolivarianismo: Una herencia infundada

#VTalpasado El antibolivarianismo: Una herencia infundada

Tras la muerte del Libertador Simón Bolívar y del resquebrajamiento de la unidad latinoamericana, se vino consigo la implantación de un proyecto ideológico por parte de las oligarquías en el seno de las nacientes repúblicas. Entre sus diferentes propósitos, este proyecto tuvo como fin inicial, desacreditar y enraizar en la mente del colectivo, un sentimiento de rechazo a la figura de Bolívar.

En Venezuela, Nueva Granada y Perú, las oligarquías que se hicieron del poder usaron el sentimiento de rechazo como un instrumento organizado para permear en la conciencia de la población el mito de un Bolívar ambicioso de poder y en contra de los intereses del pueblo. La nueva aristocracia liberal -una mezcla de la élite colonial, terratenientes y nuevos líderes militares de la independencia- trabajó arduamente para que las hazañas del Libertador se olvidarán en el tiempo. Sin embargo, los pueblos a lo largo del todo el territorio demostraron su fidelidad al sueño bolivariano, lo que permitió que su legado permaneciera vivo pese a los mecanismos de dominación social.

El legado de Bolívar se ha mantenido a lo largo de los años y ha sido un ente movilizador en la lucha de los pueblos

Un ejemplo de este trabajo político por parte de la oligarquía, se evidenció cuando el Congreso de Venezuela en resolución del 16 de agosto de 1830 decretó: “Que Venezuela ocupada de su propia constitución conforme a la voluntad unánime de los pueblos no admite la constitución que se le ofrece, ni como existe, ni con reformas cualesquiera que sean; pero que está dispuesta a entrar en pactos recíprocos de federación que unan, arreglen y representen las altas relaciones nacionales de Colombia, luego que ambos Estados estén perfectamente constituidos, y que el general Bolívar haya evacuado el territorio de Colombia.”

En vida, Bolívar era desterrado de su patria. Años aciagos debió soportar en la última etapa de su lucha. Desde 1826, un movimiento de la élite valenciana, en Venezuela, impulsa un proceso de separación de este territorio de la República de Colombia, colocando a José Antonio Páez, el centauro de los llanos, como líder de este grupo social. Bajo su presidencia, a partir de 1830, se invisibiliza la figura del Libertador por más de una década, hasta que, en 1842, son repatriados sus restos a la ciudad de Caracas. Desde este momento, la élite venezolana, al no poder borrar de la memoria el pensamiento bolivariano de las masas populares, se hizo dueña del culto a Bolívar; manejando a su conveniencia su legado en la historia.

Por su parte, la Nueva Granada bajo los influjos de los partidarios de Francisco de Paula de Santander hacia lo propio para sumar en el tiempo una visión crítica con respecto al papel de Bolívar en la independencia. Santander, quien se destacaría como uno de los grandes artífices intelectuales del intento de magnicidio de la llamada noche septembrina, se convirtió en su rival ideológico, dando pie a un naciente antibolivarianismo en la política de la República de Colombia. Por ejemplo el papel ejercido en la Convención de Ocaña en 1828. En la actual Colombia, la figura de Bolívar estuvo en segundo plano hasta la década de 1870, cuando se impuso la defensa del bolivarianismo.

Tras la muerte del libertador y la disolución de la Gran Colombia, Santander fue llamado para asumir la presidencia interina de Colombia

En Perú el sentimiento antibolivariano se inicia tempranamente cuando la anarquía reina en su territorio. A partir del triunfo de Carabobo en junio de 1821, Bolívar vuelca su mirada hacia el sur del continente. Tiene total conocimiento de la realidad, de la fuerte y arraigada presencia de contingentes realistas en el virreinato del Perú y de los esfuerzos del general argentino José Francisco de San Martín por liberarlo. Así, en agosto de dicho año el libertador le escribe a Santander: “Se necesitan de nuevos sacrificios, amigo, para reunir a las tres hermanas de Colombia. Yo preveo que las cosas del Sur irán cada día empeorando, por lo mismo debo ir allá con un ejército digno de los vencedores de Carabobo y Boyacá. La hermana menor no debe marchitar los laureles de las dos primogénitas. Formeme Ud. Un ejército que pueda sostener la gloria de Colombia a las barbas del Chimborazo y Cuzco, que enseñe el camino de la victoria de los vencedores de Maipó y libertadores a del Perú…”

Acciones y reacciones del Perú

Durante el año 1822 diversos acontecimientos aceleraron la llegada de Bolívar a Perú. Reveses de las fuerzas patriotas en la sierra y centro de territorio, toma de la ciudad de Lima por los realistas, disolución de la Junta Gubernativa, instauración de dos gobiernos paralelos, uno presidido por José Riva Agüero y otro por José Torres Tagle, más la presencia del virrey José de La Serna, generaron la anarquía total.

Este desalentador escenario preocupaba a Bolívar y así lo hizo saber en carta a Santander en julio de 1823, antes de su llegada al Perú. En dicha misiva señala: “Yo no sé qué decir a usted sobre mi ida al Perú. Conozco que los intereses de América me llaman a él. Todos, y de todas partes me invitan porque me vaya: en la actualidad tengo aquí una Diputación del congreso rogándome que vuele a presidir los destinos de aquel desgraciado Perú. Pero hay allí, mi querido general, tantos partidos, tantos enredos, está aquello en tal estado de horrible anarquía, que me espanto, me horrorizo al considerarme metido en aquellos laberintos.”

En diversas cartas mostraba su visión de la situación peruana y en esta misiva se entiende que Bolívar no tenía aspiraciones personales sobre el Perú, a diferencia de lo que el antibolivarianismo de la élite peruana ha querido imponer en el tiempo, mostrando a un Bolívar con ansias de poder y de ambiciones personalistas.

El 26 de julio de 1822 se realizó el encuentro entre Simón Bolívar y José de San Martín para hablar sobre la situación del Perú y de la América de Sur

Inicia su periplo con su llegada a Guayaquil. Primer punto de discordia entre los antibolivarianos peruanos. Luego de la entrevista entre el Libertador y el general José de San Martín y tras la disputa de las facciones sobre el destino de esta provincia, se anexa como departamento del Sur dentro de la República de Colombia.

Luego de las victorias de Junín y Ayacucho, esta última que dio la independencia absoluta al Perú, quedaba solo una tarea más por hacer: despejar del Alto Perú al reducto español que aún quedaba en dicho territorio. Alto Perú o Audiencia de Charcas tuvo un caso similar a lo sucedido en Guayaquil dentro del seno de sus habitantes. Por su posición y relación geográfica, hubo facciones que se disputaban su incorporación a Argentina, otras al Perú y los que defendía el hacerse independiente. Así sucedió. Tras la llegada de Sucre a La Paz en febrero de 1825, se convocó una Asamblea Constituyente de todas las provincias del Alto Perú y en agosto del mismo año se decidió la declaratoria de la independencia, creando el nuevo Estado de Bolívar, luego llamado Bolivia.

Escena de la Batalla de Ayacucho plasmada por el pintor venezolano Martín Tovar y Tovar

Para una parte de la mentalidad tradicional peruana que se impuso en el tiempo, se mantiene que lo sucedió en Guayaquil en 1822 y en Alto Perú en 1825, fueron actos de desmantelamiento del territorio por parte de Bolívar. Pero tanto en Guayaquil con una junta electoral como en el Alto Perú con una constituyente, su destino fue decidido por voluntad general.

Otros fundamentos se suman al odio infundado hacia el libertador: La constitución boliviana de 1826 y su carácter vitalicio, la presencia de soldados colombianos en Perú y su asunción como dictador del Perú, ésta última ejercida por petición dada y renovada por el propio Congreso peruano en 1825. Sin embargo, los peruanos han tenido una relación difícil con Bolívar y su ejército. Reconocen su hazaña militar pero lo inculpan de los males del territorio. Quienes lo adversaron y se convirtieron en sus detractores fueron hombres cuya mentalidad liberal y su herencia colonial chocaba con la utopía del Libertador. Además de su enemistad temprana con el gobierno de Colombia y sus enfrentamientos militares, sus traiciones y sus ansias de poder dieron pie a este sentimiento antibolivariano. Después de 1827 lograron diluir el influjo bolivariano e iniciaron su destino en rechazo al proyecto de Bolívar. Como diría Indalecio Liévano Aguirre en su biografía de Bolívar: “…las aspiraciones de la casta aristocrática de Lima, enemiga de Bolívar, no se reducía a liberarse del yugo de Colombia, (…) buscaban también su viejo sueño imperiaslista: apoderarse de Guayaquil…” Así esta conducta fue implantada e infundada en el seno de la sociedad, dando pie a una idea de Bolívar como enemigo del Perú.

SASR/VTActual​

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