“Mario era un niño debilucho, engreído y antipático (…) Parece que desde niño supo sacar ventaja de quienes lo querían”. Así arranca “Lo que Varguitas no dijo” el libro de Julia Urquidi sobre su relación con el futuro Premio Nobel de Literatura (2010), Mario Vargas Llosa.
Y es que Vargas Llosa —Varguitas — desde muy joven se aficionó a ir contra la corriente. A sus 19 años se casó con Julia — su tía política — divorciada y 10 años mayor que él. Es probable que en pleno siglo XXI algo así pasara desapercibido, pero para la pacata burguesía limeña de los años 50 fue toda una “bomba”.

Para entender las acciones futuras del Nobel de Literatura (2010) haremos un repaso por su infancia y adolescencia. Tanto el testimonio de Julia como las referencias autobiográficas de sus primeras novelas son bastante elocuentes.
“Marito” y su privilegiada situación dentro de la familia
El exmilitante del Partido Comunista Peruano y actual Marqués de Vargas Llosa nació el 28 de marzo de 1936 en Arequipa (Perú). Y como un niño de abolengo fue bautizado con los nombres de Jorge Mario Pedro Vargas Llosa. Su padre abandonó a su madre embarazada por lo que al pequeño “Marito” le hicieron creer que había muerto.
Es probable que por su condición de infante abandonado la familia tendiera a sobreprotegerlo y a girar en torno a sus deseos. Julia convivió con él una breve temporada cuando ella tenía 19 años y Mario era un niño. Relata: “El tenía conciencia de su privilegiada situación y sabía cómo aprovecharla”. Recuerda que las horas de almuerzo eran las peores del día.

“Yo soy tu padre…”
Marito tenía 10 años y vivía con su familia materna en Piura (Perú). Un día, a la salida del colegio, su madre lo llevó a un hotel de turistas. Le presentó a un señor y le dijo: “Este es tu padre”. En medio del “shock” lo subieron en un auto para «darle una vuelta a la plaza de Piura» y siguieron de largo hasta Lima. Allí fijaron residencia lejos del clan de los Llosa que se quedó “sin el tesorito de la casa”.
Como se trataba de un niño muy mimado, su recién descubierto padre dudaba de su “masculinidad”. Veía con recelo a ese pequeño retraído que devoraba libros en su cuarto y le tenía miedo. Marito fue internado en un liceo militar para que “se hiciera hombre”.

La venganza es un plato que se come frío
Al graduarse, como acto de rebeldía, Varguitas se negó a estudiar en la Universidad Católica como lo hacían los de su condición social. Se inscribió en la Universidad de San Marcos: pública y llena de «Cholos». Para más inri, comenzó a militar en el Partido Comunista Peruano.
Sin embargo, la principal retaliación contra su padre la ejerció a través de sus novelas. Ernesto Vargas es mostrado como una especie de Darth Vader: violento, machista y mujeriego en “La Ciudad y los Perros” (1963), “La Tía Julia y el Escribidor” (1977) y “El Pez en el Agua” (1993).
Su “venganza más poética” la ejecuta en su novela “Conversación en la Catedral” (1969). Aquí es mostrado como colaboracionista de la dictadura de Odría y un homosexual reprimido que se echa sus canas al aire con el “Negro Ambrosio”, su chofer.
“A Julia Urquidi Illanes a quien tanto debemos yo y esta novela”
Con esta tierna dedicatoria sale a la luz “La Tía Julia y el Escribidor” (1977). Varguitas, ya divorciado de Julia, se la envió a Bolivia con una carta. Fue una amarga sorpresa para ella que ventilara su historia en común sin consultárselo. Fue incómodo que revelara detalles íntimos, como por ejemplo, su anticipada noche de bodas.

No obstante, la gota que derramó el vaso fue que Vargas Llosa diera la autorización para que hicieran una telenovela en la cual la personificaron como una «vampiresa corruptora de menores». Como respuesta Julia Urquidi publicó en 1983 “Lo que varguitas no dijo”, en la que revela las vejaciones y el temperamento violento y cobarde detrás del genial escritor.
Las malas artes de Varguitas no se hicieron esperar. Julia escribió:
“No han sido pocas las dificultades que he tenido que vencer para que este libro salga a la luz, desde la amenaza velada —a través de terceras personas hasta el querer silenciarme con malas artes— con la compra de originales por una suma que no era de dejar pasar. Hay algo que olvidaron quienes trataron de hacerlo (además de bloquearme varias editoriales): mi conciencia, mi honestidad, reivindicación e integridad de mujer, no están en venta”.
Varguitas el violento
Julia relata que al principio de su matrimonio Mario Vargas Llosa controlaba su forma de vestir y le tenía prohibido salir con amigos y familiares. En una reunión de fin de año montó una escena de celos que terminó a punta de patadas. Ella amenazó con abandonarlo y él cambió de actitud.

Años más tarde, radicados en París, la violencia psicológica y verbal se instalaría definitivamente en el matrimonio. Un pequeño ejemplo:
“Me agarró con violencia de un brazo, sólo me dijo: – Toma tu cartera y ven conmigo — no sabía lo que pasaba, sentía piernas y brazos como si fueran de plomo, extraños, caminaba con dificultad. Me metió en el auto y a toda velocidad partió. Una vez allí se acercó a María y le dio una cachetada. Ella no dijo nada solo sonrió. Yo le pedí disculpas, le dije que no tenía idea de lo que sucedía…”
Varguitas evadía sus infidelidades y deslealtad acusando a Julia de “loca”. Para “evitar escenas” se comunicaba con ella a través de cartas achacándole cualquier cantidad de trastornos mentales. Eso afectó gravemente su estabilidad emocional y la llevó a dos tentativas de suicidio. Así se comportó él:
“Llegado el momento de dejar el hospital, Mario me esperaba afuera: no me dirigió ni una sola palabra de aliento, que me hubiera ayudado a vencer la vergüenza que sentía, mi ansiedad fue vana. Sólo me tomó el brazo con torpeza guiándome a la administración y me dijo: — Entra y pregunta cuánto se debe por tu ridículo chistecito — pagamos y salimos…”
Varguitas y la “prima Patricia”
Los celos de Julia y su inseguridad no fueron infundados. Con ellos vivían las sobrinas de Julia y primas de Mario — Wanda y Patricia — que habían ido a estudiar en La Sorbona. Patricia tenía 15 años, Varguitas 25 e iniciaron un romance bajo el techo conyugal.

Julia había observado miradas y actitudes “sospechosas” entre ellos. Habló con su marido quien la trató de “mentirosa” y de “calumniar a una niña de 15 años” que, además, era hija de su hermana. Una noche, la casera del apartamento le confirmó sus sospechas:
“Madamme, ya no puedo callar esto. Que su sobrina se vaya de su casa. Todas las noches cuando regresa su marido, se besan en las gradas de la casa; yo los veo desde mi ventana. Usted reemplaza a la madre de estas niñas. No permita esto”.
La muerte de Wanda en un accidente aéreo hizo que Patricia regresara a Perú. No obstante, Vargas Llosa y Patricia mantuvieron un romance epistolar hasta que ella cumplió 18 años. Después de una aparente paz conyugal, Marito viajó a su tierra natal para desarrollar el proyecto de una nueva novela. Desde allí le escribió una carta a Julia pidiéndole el divorcio y que abandonara París. Así podría continuar con su carrera de escritor.
Varguitas y Patricia se casaron un año después. Cincuenta años más tarde — tras de celebrar sus Bodas de Oro — le pediría el divorcio después de que su relación con Isabel Preysler se hiciera pública en la prensa del corazón. Julia no pudo «disfrutarlo». Había muerto 5 años atrás.

Varguitas el “converso”
Uno de los aspectos más interesantes de “Lo que Varguitas no dijo” es la estrecha relación del futuro Marqués de Vargas Llosa con la izquierda de la época. Cortázar y su esposa eran grandes amigos del matrimonio Vargas Urquidi. Su apartamento de la Rue de Tournon sirvió de posada para la primera esposa y la madre del Ché Guevara. Julia y Celia de la Serna establecieron una estrecha amistad hasta el fallecimiento de la segunda debido a un cáncer.
El libro de Julia fue publicado 7 años antes de que Vargas Llosa se lanzara a la presidencia del Perú con un proyecto neoliberal. Al perder las elecciones, “mató el despecho” publicando “El pez en el Agua» y adquirió la nacionalidad española. En la actualidad, el Varguitas político se dedica a atacar a la izquierda en la que militó.
Por otra parte, el Varguitas escritor en “La Fiesta del Chivo” (2000) deja al desnudo el intervencionismo estadounidense en República Dominicana. “El Sueño del Celta” (2010) es una cruda denuncia contra el imperialismo y el colonialismo. Esa brutal bipolaridad es un enigma del que Varguitas nunca hablará.
Enza García Margarit/VTactual.com