El reciente comunicado conjunto emitido por el presidente de EE.UU. Donald Trump y la primera ministra británica, Theresa May, pretende «abrirle los ojos» al presidente ruso Vladimir Putin sobre lo inconveniente que resulta ser aliado del presidente sirio Bashar Al-Asad.
«La primera ministra y el presidente coincidieron en que actualmente existe una posibilidad única de convencer a Rusia de que su alianza con Asad no corresponde a sus intereses estratégicos», indica un comunicado conjunto.
En un gesto casi ofensivo, ambos líderes pretenden decirle a Putin, a través de la visita a Moscú del jefe de la diplomacia estadounidense, Rex Tillerson, qué es lo mejor para él y para Rusia, como si el líder eslavo no tuviese en cuenta las consecuencias del apoyo estratégico otorgado a Siria en su lucha contra el terrorismo.
Trump, en cuestión de pocas semanas ha cambiado radicalmente su posición con respecto a Siria y Al-Asad, a quien en un principio consideraba “necesario” para lograr el triunfo sobre los terroristas que asolan Siria. El clímax de este viraje político fue la orden que emitió el pasado viernes de lanzar 59 misiles Tomahawk contra la base aérea siria de Shairat, donde murieron 15 personas, entre ellos 4 niños.
De esta manera, el presidente gringo se suma a la postura política occidental caracterizada por su pensamiento único, en el que sus líderes determinan qué está bien y qué está mal en el mundo, así como el total desconocimiento a la autodeterminación de los pueblos.
Cabe recordar que Al-Asad fue elegido en 2014, por primera vez en elecciones multipartidistas, con más de 10 millones de votos pese a los obstáculos impuestos por el terrorismo. Los contrincantes Hassan Al Nuri y Maher Hayar se llevaron 500 mil 279 votos y 372 mil 501 votos, respectivamente. Estaban convocados más de 16 millones de sirios para participar en las elecciones y participó el 73,4% del padrón electoral.
JA