Por Jessica Sosa
Si es mujer y madre, ¿se ha sentido alguna vez como una criminal por amamantar a su bebé en público? ¿la han mirado feo por decir la palabra teta? ¡Horror!, conmigo lo han intentado muchas veces. Una de ellas, un tío.
Estábamos en una avenida transitada, mi bebé lloraba de hambre por lo que yo saqué mi pecho y lo amamanté en una acera. Él con la mirada atónita me reclamó, que yo era una profesional reconocida, que por qué hacía algo como eso, que debía al menos taparme. No le expliqué mi punto, mi hijo estaba almorzando y no sentí ganas de debatir con alguien que sencillamente no entendería. No quise discutir nuestro derecho. Punto.
Lo cierto es que una teta es bien vista si se usa como instrumento sexual para vender cigarrillos, cervezas, zapatos deportivos o lo que sea, pero no si es para alimentar a un bebé. La publicidad, la pornografía, y sobre todo, la industria farmacéutica y sus intereses para vendernos fórmulas lácteas y desnaturalizar la lactancia, han hecho de la teta una criminal imperdonable a la que hay que esconder y no llamarla por su nombre.
Según una nota publicada por la versión web de El País de España en julio de este año, el antropólogo Ignacio Domínguez considera que «la lactancia en público se permite o no, a partir de ideas dominantes de qué es lo decente y qué no lo es«.
Mientras tanto, también en Europa, una nueva herramienta irrumpe, disfrazada de modernismo y progresismo. Se trata de Heer, nada menos que un banco público con un asiento especial para mamás lactantes, la característica fundamental es que esconde y aísla casi por completo a la madre y a su hijo.
Heer fue presentada por un estudio en Praga, con maravillosas promesas publicitarias, «los brazos que tiene el asiento sirven de pantalla para dar privacidad a la mamá -sin dificultarle la visión del entorno- al tiempo que evita que los bebés se distraigan mientras están comiendo», dice una nota de prensa. Segregación, aislamiento, eso es, el baño para negros de nuestros tiempos.
Doble moral: La teta buena y la teta mala
Una simple búsqueda en internet de la palabra «teta» arroja miles de opciones, todas pornográficas. Al cambiar la búsqueda para tratar de ahondar en el significado, nos conseguimos con la coincidencia en muchos sitios web que la ubican como el órgano fundamental para la alimentación de los mamíferos.
Pero, entonces ¿dónde se perdió la teta de su función primera, al mero erotismo al que se le quiere reducir? Diana Calderón, nutricionista venezolana y militante de la lactancia materna, considera que se criminaliza la teta por los tabúes y mitos sobre sexualidad, «se sigue viendo a la mujer como un objeto y sujeto de mercado en el que ella puede ser comercializada y se omite la responsabilidad que tiene en la sociedad y por eso se criminaliza el hecho de amamantar en público», dice en entrevista para VTActual.com.
En Venezuela, donde hay grandes avances en torno al tema, como una Ley de Promoción y Protección de la Lactancia Materna (2007) y otros instrumentos legales que ofrecen garantías y derechos en torno a esta práctica natural, los señalamientos son más bien de origen moral, desde los tabúes de quienes se escandalizan ante una teta alimentando.
No obstante, en países que se autodenominan como sociedades abiertas y modernas, defensoras de libertades, los hechos son alarmantes. Durante 2010 en Estados Unidos, fueron arrestadas doce mil mujeres por amamantar en público, con base en códigos de indecencia expresados en las leyes de varios estados, según recogió el New York Times a finales de ese año.
Apenas hace dos meses, gracias a iniciativas de estados como Idaho y Utah, se legalizó la lactancia materna en público en EEUU, a pesar de posiciones como la de un representante republicano en Utah, Curt Webb, quien dijo a un diario local que «esto parece decir que no te tienes que encubrir para nada. No me siento cómodo con eso, simplemente no lo estoy”.
Calderón reflexiona que no se criminaliza de igual forma a una mujer que exhibe su pecho para publicidad de productos asociados al placer, «entiéndase cigarrillos, bebidas alcohólicas, entre otros, entonces se ve la teta como objeto del deseo mientras se criminaliza a una mujer que ejerce su derecho de alimentar a su hijo al pecho».
En el citado Artículo de El País, también se menciona la opinión del psicólogo clínico y sexólogo, José Bustamante, para quien «como se codifique el acto de ver amamantar depende de cómo se haya codificado la sexualidad: cuanto más saludable sea nuestra sexualidad menos probabilidad de asociarlo con el erotismo, el exhibicionismo».
La teta o el fin del mundo
La escritora y terapeuta familiar argentina, Laura Gutman, en su libro La Revolución de las Madres, hace una analogía entre nuestro planeta y nuestro cuerpo, «como es adentro es afuera», sostiene y afirma que la destrucción del planeta «es una realidad cotidiana imposible de negar» y que este hecho coincide con «una época en que la maternidad, como símbolo de nutrición, ha perdido todo valor social».
Desde este punto de vista, Diana Calderón recalca que urge un cambio cultural para el cual, la tarea más importante es educar, formar e informar a la población respecto al tema, para que «la gente se empodere del derecho a la lactancia materna… Entiéndase la gente como la mamá que tiene derecho a amamantar a su hijo, el hijo que tiene derecho a ser amamantado y el padre, la familia, la comunidad que debe consagrar ese derecho».
Dice Laura Gutman, que «las madres hacemos la revolución cuando recuperamos nuestros rituales ancestrales, cuando defendemos los espacios íntimos (…) Cambiamos el mundo cuando conservamos el valor sagrado que tienen los pequeños actos de intercambio humano». No hay nada más que se pueda decir.
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