Era 20 de junio del año 1987. Al día siguiente, Perú y Argentina se enfrentarían en un partido decisivo en la Copa del Mundo de la FIFA que se jugaba en tierra de los últimos, y estos estaban obligados a un resultado grande si querían jugar la final.
Había mucho en disputa, y un grupo de jugadores peruanos decidieron hablar con su técnico, Marcos Calderón, para que no alineara como portero a Ramón Quiroga, argentino con nacionalidad peruana que había defendido la valla durante el torneo. Lo convencieron, pero para sorpresa de esos 6 jugadores, al día siguiente, Quiroga era el arquero titular.
«¿Por qué queríamos que no atajara Quiroga? Era argentino y lo iban a abordar, amenazar y queríamos protegerlo de alguna manera. No nos hicieron caso», recordó «El Patrón», José Velásquez, quien recientemente dio su testimonio de lo ocurrido.
Con una victoria, Perú podía todavía aspirar a terminar entre los mejores 4 países del Mundial, pero terminaron cayendo con marcador de 6-0 contra los argentinos, que debían al menos ganar por margen de 4.
Una nota de la agencia EFE fechada el 17 de septiembre de 1982, da cuenta de la denuncia esgrimida por la revista Línea, según la cual el entonces vicealmirante Carlos Lacoste, quien fuera vicepresidente del «Ente Autárquico Mundial-78» (comité organizador del evento), se encargó de los arreglos del partido que finalmente permitió a los anfitriones alzar la Copa.
«El vicealmirante Lacoste concretó el negocio con los peruanos en 250.000 dólares«, reza el reportaje de la revista, bajo el título de «La fiesta de los corruptos». En la misma, se habla de otros 60 mil dólares que se quedaron los gestores del amaño.
De vuelta al presente, Velásquez acompañó su testimonio, además de la declaración de la participación de los dirigentes de la selección, con los nombres de 4 jugadores peruanos que se vendieron a los intereses argentinos: Rodulfo Manzo, Raúl Gorriti (quien entró precisamente por «El Patrón» al minuto 51 del compromiso), Juan José Muñante y, cómo no, Ramón Quiroga. Se reservó la mención a otros dos futbolistas implicados, dijo, para no dañar sus carreras, al tratarse de dos «muy famosos».
Pero entre sus testimonio, el exjugador confirmó algo más perturbador: «Sí, Videla (dictador argentino en ese momento) entró con el secretario general de Estados Unidos, Henry Kissinger, supuestamente a desearnos suerte. ¿Qué tenían que hacer ahí? Fue como una manera de presionarnos, para ver a los que se habían vendido. La corrupción siempre ha existido«.
Sí, la Argentina del ’78 era futbolísticamente superior al equipo peruano. Figuras como el capitán Daniel Passarella o el goleador Mario Alberto Kempes era de lo mejor del torneo, por lo que los necesarios 4 goles eran más que posibles de lograrse. Pero, ¿y si no lo hacían? Era algo que la dictadura no pensaba permitir, y tampoco su aliado norteamericano, con Kissinger como vocero e imagen de poder.
JI