Nakary Spafadora es una joven emprendedora venezolana que decidió — en medio de la cuarentena y tras haber investigado: por ejemplo; cuanto paga PornHub— rebuscarse la quincena de una manera creativa.
Mientras hay quien saca copias desde casa, consulta el tarot vía online o vende tetas a domicilio con servicio delivery, ella encontró en su cuerpo la veta de un negocio.
Se registró —como creadora de contenidos— en la página web para adultos OnlyFans, y logró acumular 395 suscriptores de una sentada, quienes pagan hasta 15,99 dólares mensuales para recibir imágenes de la bella muchacha, de exótico aspecto caucásico, en paños menores o desnuda y en lanzazos libidinosos.
Pagar por ver
En un ratito acumuló alrededor de 6.300 dólares y lo comentó en sus redes, con lo que mucha gente (mujeres y hombres), tentada por el dinero rápido y fácil, decidió emprender la misma cruzada que garantiza dividendos inmediatos, en medio de la radicalización del ostracismo.
No es reciente pero responde a un novísimo boom: la pornografía, el sexo a la carta, el flirteo virtual, se ha convertido en uno de los fenómenos emergentes de la pandemia.
OnlyFans es una plataforma social británica (con las limitaciones de ubicación de Ip que eso conlleva) fundada en 2016 que ya acumula más de 30 millones de usuarios y medio millón de creadores de contenido, cuyo mayor atractivo es su oferta de red social del placer, una especie de Instagram porno.
No es el porno habitual
Su funcionamiento es elemental: el interesado se suscribe a OnlyFans y paga una mensualidad para tener acceso a los contenidos, con la posibilidad de pedir videos y fotos personalizadas con un costo extra, a través de un canal directo de comunicación con el creador.
No es exactamente un canal triple X al uso, como los clásicos RedTube, Petardas, Private, etc., sino un servicio por demanda, que asegura trato personalizado e incluye a deportistas en rutinas de ejercicios, exhibicionistas del cuerpo, fashionistas, influencers, entre otros.
Es un repositorio de «nudes», para hablar en términos generacionales, que no se basa en sexo duro sino que se pasea por el roce superficial de las RRSS, al estilo del fugaz y repetitivo TikTok, con oferta de pieles y masturbaciones, al igual que de recetas de cocina y fitness.
La tentación del dinero fácil
La magia está en sus cifras: Dannii Hardwood, una muchacha de buen ver, se convirtió, durante el ocioso mes de marzo pasado, en la primera británica en llegar US$ 1.313.780.00 recaudados por este medio.
La actriz porno Apolonia Lapiedra (como muchos otros) migró del cine duro al aparentemente inofensivo OnlyFans, donde ahora concentra todo su interés. No solo porque el trato es más inmediato, sino porque controla todo el proceso de producción e ingresos sin las molestas exigencias de agentes externos, tomando en cuenta que la plataforma se queda solo con el 20% de las ganancias.
La cara oscura
OnlyFans pasó a ser un «tigre» lucrativo para quienes se ven obligados a permanecer confinados por el Covid-19, es decir, casi todos.
Una opción para actores y actrices porno, impenitentes «trabajadores a destajo» y bellezas superficiales. Para muchos latinoamericanos sacudidos por la recesión económica a consecuencia del «quédate en casa», y los venezolanos y venezolanas que ahora, como antes, buscan desesperadamente posibilidades de incrementar sus ingresos frente a la dura situación económica del país.
Claro está, estas industrias emergentes asociadas al sexo con escaso control, corren el riesgo de estimular no solo la hipersexualización del cuerpo y la banalización de los procesos de socialización, sino también la trata de blancas y la consolidación de redes de pederastia. Además, son terreno fértil para las estafas y la exposición ilegal de terceros.
Maestros de ceremonia
El creador de OnlyFans, el inglés Tim Stokely (llamado el Mark Zuckerberg del porno), es uno de esos sujetos de dudosa reputación vinculado a la multimillonaria industria del sexo, no exentos de sospechas.
Es CEO de una empresa llamada Fenix International LTD: «compañía tecnológica que ofrece servicios como creación de Apps para móviles, servicios de hardware y protección de datos» como lo explica su epígrafe promocional.
Es, a su vez, socio de Leo Radvinsky, un oscuro personaje del mundo del porno, dueño de la web erótica MyFreeCams, señalada por agregar contenidos no autorizados.
Juntos, han logrado una fórmula magistral para que los confinados paguen por ver gente desnuda por Internet, con el aliciente del trato personalizado en una época donde la soledad y el encierro, terminaron siendo una muy lucrativa compañía.
Marlon Zambrano/VTactual.com
https://www.vtactual.com/investigacion/trabajadoras-sexuales-pandemia/