El próximo viernes 10 mayo entrará en vigencia el nuevo aumento de aranceles impuesto por EEUU a cualquier producto de manufacturación china que ingrese a este país. El incremento ubicará el importe en 25 por ciento, más del doble de lo establecido hasta el momento por la nación norteamericana.
De acuerdo con la Oficina del Representante Comercial de EEUU (USTR, por su sigla en inglés), la decisión fue tomada por el país norteamericano luego de recibir el pasado viernes una comunicación del gobierno chino, en donde se modificaban casi todos los aspectos de un borrador de acuerdo comercial de casi 150 páginas que se discutía desde diciembre pasado.
Según lo expuesto por la USTR, en cada uno de los siete capítulos del borrador, China eliminó sus compromisos de cambiar las leyes para resolver las quejas principales que llevaron a #DonaldTrump a iniciar la guerra comercial: supuesto robo de propiedad intelectual y secretos comerciales estadounidenses, transferencias de tecnología, política de competencia, acceso a los servicios financieros y presunta manipulación cambiaria.
Para este jueves, el gobierno de EEUU recibirá la visita del viceprimer ministro del Estado chino, Liu He, quien busca dialogar con la administración de esta país para acelerar la concreción de un acuerdo entre las partes.
Inmediatamente, el huésped de la Casa Blanca asoció este acercamiento del funcionario chino a una táctica para demorar la inminente aplicación del ajuste a los cobros por concepto de exportación.
«La razón para la retirada de China y su intento de renegociar el acuerdo comercial es la sincera esperanza de poder negociar con Joe Biden o uno de los demócratas más débiles», destacó el presidente Trump.
Distintas mesas de inversión prevén que el efecto directo de un aumento del arancel en la lista de 200 mil millones al 25% restará al PIB chino alrededor de 0,1 puntos porcentuales. “Si el arancel se extiende al resto de las exportaciones chinas a EEUU, esto podría reducir el PIB del país asiático en 0,3 puntos porcentuales adicionales», explica Jennifer McKeown, economista de Capital Economics.
ARG