Mientras las bolsas caen y el dólar se tambalea, el periodista Lorenzo Ramírez lanza una advertencia clara: lo que estamos viendo no es una crisis espontánea, sino una operación cuidadosamente orquestada. Las recientes turbulencias en los mercados financieros no son accidentes. Desde Washington, se ha encendido una mecha económica cuyo alcance busca redibujar el orden global. Donald Trump, sin ambages, lo dejó entrever cuando habló de negociar tarifas mientras instaba a la Reserva Federal a comprar deuda y bajar los tipos de interés.
Estados Unidos, con sus aranceles altísimos a China, busca mucho más que castigar al gigante asiático. Ramírez sostiene que la verdadera jugada consiste en provocar a China para que deje de adquirir deuda estadounidense. ¿El objetivo? Forzar una devaluación del dólar y abaratar el coste de su propio endeudamiento. En palabras sencillas: fabricar una mini recesión que funcione como chantaje financiero a la propia Reserva Federal.
Made by Casa Blanca
Los altos aranceles no han sido explicados con claridad. Peor aún, las cifras presentadas por la Casa Blanca, según Ramírez, son falsas o imprecisas. Este es un dato clave. La falta de reciprocidad en los aranceles revela un plan agresivo y unilateral que no busca diálogo, sino desatar un terremoto económico internacional. Esta tormenta comercial funciona como un acelerador hacia una economía controlada desde Estados Unidos, que intenta arrastrar al resto del mundo a una nueva lógica monetaria favorable a sus intereses.
En esta jugada, Trump no quiere mejorar el sistema. Quiere desarmarlo, reconstruirlo y dominarlo. Al alentar el caos, Washington pretende abrir espacio para una hegemonía rediseñada, donde la Fed actúe bajo presión y la inflación voluntaria disuelva poco a poco las deudas impagables del Tesoro.
El coste real lo paga la gente
Mientras las cifras macroeconómicas se debaten en altos despachos, los hogares estadounidenses ya sienten el golpe. Cada arancel impuesto actúa como un impuesto silencioso. Familias que antes compraban productos importados ahora enfrentan subidas de precios constantes. Las empresas, por su parte, deben reajustar presupuestos o trasladar el impacto al consumidor. Con una media arancelaria del 30%, la presión se filtra al día a día.
Expertos advierten que la inflación no es una consecuencia colateral, sino un componente buscado. La estrategia es clara: licuar la deuda sin necesidad de impago, aunque ello signifique perder poder adquisitivo y debilitar el dólar en términos reales. Como suele ocurrir, las cifras engañan. La estabilidad monetaria no está en riesgo por accidente, sino por diseño.
Bancos centrales, oro y un futuro vigilado
La reconfiguración del tablero monetario ya ha comenzado. Bancos centrales de varias naciones acumulan oro, anticipando un nuevo escenario donde las monedas digitales estatales ocupen un papel central. Europa acelera el paso con el euro digital, en una carrera que Ramírez advierte podría tener consecuencias liberticidas.
Frente a esta digitalización, surgen temores legítimos. ¿Qué sucede si el dinero deja de ser completamente nuestro? ¿Qué pasa si la trazabilidad se convierte en control social? Mientras tanto, Trump no propone un modelo alternativo, sino una versión más dura del actual: proteccionismo extremo, espionaje económico y un nacionalismo comercial sin precedentes.
Europa en laberinto
Europa observa cómo sus empresas pierden competitividad ante una economía estadounidense más flexible y energética. La rigidez normativa, las políticas verdes sin contrapesos y una dependencia crónica de proveedores externos están generando una fuga de industrias hacia suelo norteamericano.
Un informe de la Corporación RAND del año 2019 ya preveía esta consecuencia: si estallaba un conflicto en Ucrania, Europa buscaría energía barata fuera de sus fronteras, con Estados Unidos como principal destino. Hoy, esa predicción se cumple. Mientras tanto, los aranceles que Europa sopesa aplicar a Estados Unidos solo empeorarían la situación, castigando directamente a sus propios ciudadanos.
El espejismo de liderazgo
La idea de posicionar al euro como divisa de reserva global no convence. Europa ofrece deuda pública y gasto en armamento, pero carece de liderazgo estratégico. La subordinación política a la OTAN y a los intereses de Washington impide que el continente pueda emanciparse con autonomía.
Ramírez subraya que propuestas como redirigir los fondos de cohesión hacia el gasto militar perjudicarían a los países con menor renta per cápita. La inversión en servicios públicos, salud o educación se vería desplazada por compras de tanques y drones. Para las poblaciones más vulnerables, esto significa ver cómo su futuro se cambia por un fusil que no pidieron.
La propaganda como anestesia colectiva
Uno de los pasajes más inquietantes del análisis de Ramírez aparece al hablar de la manipulación mediática. Una encuesta que afirmaba que los españoles están dispuestos a aceptar recortes sociales para aumentar el gasto en defensa se presenta como ejemplo de propaganda encubierta. Detrás de ella, una ONG financiada por George Soros. El mensaje no es inocente. Según Ramírez, forma parte de una estrategia coordinada para cambiar la percepción social y justificar decisiones impopulares con apariencia de consenso democrático.
La desinformación oficial, amplificada por medios masivos y redes sociales, termina anestesiando a la ciudadanía. La indignación se convierte en resignación, y la confianza en las instituciones se evapora. En ese escenario, el poder actúa sin resistencia.
Privacidad en jaque
En los últimos años, gobiernos occidentales han mostrado señales inquietantes de admiración hacia el modelo chino de control social. Bajo el pretexto de luchar contra la desinformación o el crimen cibernético, se ha planteado la prohibición de redes privadas (VPNs) y aplicaciones cifradas. La Unión Europea ha pedido puertas traseras en plataformas de mensajería. El Reino Unido fue más allá: solicitó a Apple acceso directo a los contenidos de iCloud.
Ramírez lanza una alerta. Si estas medidas avanzan, la privacidad morirá en silencio. El monopolio de la información quedará en manos de pocos, y la ciudadanía perderá uno de sus últimos espacios de libertad real: la confidencialidad.
Trump y la estrategia: Made in USA
Donald Trump no llegó para restaurar un sistema en crisis. Llegó para reescribir las reglas del juego a su medida. Detrás del discurso populista y del estilo agresivo, se esconde una lógica implacable: provocar para reinar. El magnate comprendió que el colapso bien dirigido puede ser más eficaz que mil acuerdos diplomáticos. Al incendiar la economía global con guerras comerciales, empujó al mundo a una recesión selectiva, útil y planificada.
Pero el coste humano es alto. Millones de personas en África, Europa y América sufren las consecuencias de decisiones tomadas a puerta cerrada. Desde fábricas que se mudan hasta alimentos que duplican su precio, las políticas de Trump no solo han reordenado el mapa económico: han quebrado la confianza en los gobiernos, en la información y en el futuro compartido.Hoy, el estallido ya no es una amenaza. Es una realidad made in USA. Y mientras los mercados – desde el rodio hasta los microchips o el petróleo – tiemblan, lo que realmente está en juego es el alma de un sistema que, lejos de regenerarse, ha decidido autodestruirse para renacer bajo el puño de hierro de quienes jamás se someten al juego limpio.