Las ciudades latinoamericanas están en plena evolución y poseen un potencial extraordinario; aprender de las experiencias de otras latitudes, convertirlas en centros de confort colectivo y de intercambio ciudadano, hacer uso de las tecnologías disponibles, armonizar su desarrollo con la agenda medioambiental e innovar, son la clave para lograr conglomerados metropolitanos socialmente justos y desarrollados.
Dado el vertiginoso aumento de la población urbana en la gran mayoría de los países latinoamericanos, la ciudad y su desenvolvimiento ha de ser un propósito de cuidado prioritario a asumirse por la sociedad en su conjunto. El espacio donde se habita puede tornarse diferente al ideal individual o colectivo, si la inercia del crecimiento desordenado discurre sin parámetros validados democráticamente, sin políticas de convivencia y sin planes regulatorios.
Pero también, la organización del hábitat donde la inmensa mayoría de seres humanos se desenvuelve, no puede supeditarse ni a dogmas de carácter ideológico ni a euforias mercantiles de intereses corporativos.
Relegar a un segundo plano tal desarrollo de la urbe, y asumir que la lógica “auto-reguladora” de la dinámica socioeconómica será altruista es, en buena medida, dejar que las fuerzas segregacionistas y excluyentes del urbanismo dominado por la dinámica de los mercados inmobiliarios especulativos, se reproduzcan y perpetúen, aún en oposición a los postulados de un modelo de desarrollo que atiende a estatutos urbanísticos claramente definidos y puestos en común entre la ciudadanía. Adoptar posturas críticas y emprender acciones de vanguardia respecto de la ciudad sumisa al mercado no regulado, es un llamamiento de primer orden.
Cada entidad urbana precisa definir su propio modelo de ciudad a construir, atendiendo a su especificidad cultural, sus características morfológicas, su historia, su organización social y económica, para ello es primordial establecer mecanismos que posibiliten su evolución en la perspectiva de fundar criterios de inclusión, justicia social, y derecho de todos a la ciudad, de modo que en ella se contenga y expresen los elementos ordenadores de una nueva sociedad.
Preocuparse por el espacio público obliga a pensar el territorio urbano tanto como recurso, como producto y también como práctica societal; por ello, las ciudades son zonas que sintetizan lo sensorial, lo estético, lo social, lo político, lo cultural, lo patrimonial, lo simbólico, lo mercantil, lo comunicacional y lo comunal. No entenderlo como un todo holísticoconstituye un reduccionismo procaz. Poco menos viene ocurriendo, tanto en la concepción de las autoridades gubernamentales, como en la opinión pública, las lógicas corporativistas y las propias comunidades. Sirva este material como llamado de atención a tan significativo asunto de interés colectivo.
La población en las ciudades latinoamericanas
América Latina se coteja a Europa en términos de población urbana; cerca del 80% del total poblacional vive en ciudades, sin embargo, las grandes capitales ya no concentran la mayor aceleración en su crecimiento, son las urbes intermedias(entre 50.000 y 1.000.000 de habitantes) las que exhiben índices de crecimiento superiores a los promedios nacionales.
El cómo se distribuye la concentración poblacional por tamaño de ciudades latinoamericanas, pone de manifiesto la relevancia de planificar los impactos esperados por los crecimientos, particularmente, de las ciudades intermedias que advierten procesos de gentrificación de la periferia urbana, al ocupar zonas locales tradicionalmente de vocación agrícola y/o artesanal, lo que produce desplazamientos, metamorfosis social y segrgación territorial de ingentes masas sociales.
Se cuantifican cerca de mil ciudades intermedias en Latinoamérica, mismas que acogen a poco más de 160 millones de habitantes, esto es, aproximadamente el 31% de la población urbana de la región. Ciudades como Cuenca en Ecuador, Acarigua-Araure en Venezuela, Maranguape en Brasil, Barranquilla en Colombia, así como el resto de la región, poseen una singular oportunidad de orientar su modelo urbano poniendo el acento en la planificación estratégica del territorio, al hacer de sus urbes espacios más inclusivos, asequibles, seguros, productivos, y generadores de empleo.
Ya no son los ejes metropolitanos los nodos exclusivos de expansión y desarrollo, sino las zonas urbanas intermedias. En poco tiempo, la mayoría habrá alcanzado tasas poblacionales propias de gran ciudad, con mayores pasivos ambientales, mayor pobreza en su periferia, mayor demanda energética, mayores demandas socioeconómicas, mayores conflictos y deuda social, si no crecen de forma ordenada y bajo criterios consensuados entre la colectividad. Lo que no se haga ahora, supondrá mayores complejidades y conflictividad social en el mañana; depende del presente no dejar en manos del libre albedrío el futuro de las grandes masas poblacionales condenadas a estar amontonadas en ciudades fallidas.
- Características de la urbe latinoamericana
En el conjunto de las grandes ciudades latinoamericanas, Sao Pablo, Rio de Janeiro, Buenos Aires, Caracas, Lima, Ciudad de México, Managua, por nombrar algunas, se ha impuesto un modelo urbano difuso con características norteamericanas o anglosajonas, constituido por islas conectadas a través de autopistas.
La estructura y morfología urbana inherente a ese modelo consiste en zonas donde se localizan servicios especializados, zonas residenciales exclusivas para los sectores medios y altos, grandes centros de esparcimiento y consumo, con “barrios” en las zonas de alto riesgo y poco valor. El ordenamiento territorial se rige por las fuerzas invisibles del mercado, que decreta la declinación de unas áreas y el ascenso de otras.
Lo que está sucediendo con las grandes ciudades, lo que se haga o deje de hacer, puede convertirse en modelo negativo o positivo a ser emulado por las ciudades intermedias. En las últimas décadas, se ha producido una lenta transformación en las urbes latinoamericanas a raíz de procesos económicos, de entre todos estos cambios, sin duda, el más sobresaliente ha sido, la modificación sustancial de las áreas sociales como consecuencia del acaparamiento del espacio público por parte de corporaciones privadas.
Ciudad de México
También los cambios en tales conglomerados metropolitanos son consecuencia de procesos sociales, políticos, culturales y tecnológicos que se reproducen en su interior, a saber, exclusión social, relaciones de dominación, desarraigo cultural, pérdida patrimonial, pasivos ambientales, sobre poblamiento anarquizado, pérdida de contacto social, deterioro de los espacios y servicios públicos, entre otras características que se manifiesta de distintas formas, repasémoslas:
- a) Segregación espacial y social
La ciudad latinoamericana está visiblemente segregada, presenta en su seno porciones opulentas, capas medias, sectores populares (clase media baja) y grupos excluidos con pocos vínculos entre sí, estratificados en el espacio urbano y con notables diferencias en sus niveles de vida, producto de lo cual se expresan inequidades absurdas y, particularmente, escasa integración social. Caldo de cultivo para la proliferación de enfermedades sociales, delincuencia, violencia, criminalidad y otros flagelos.
La “ciudad formal” ubicada en los mejores asentamientos y mejor dotada de servicios y equipamientos, con conjuntos cercados, amplias vías y avenidas, espacios de esparcimiento, áreas verdes, vigilancia privada y de grandes residencias, no se relaciona con la “ciudad informal” de la periferia, la de las barriadas, con viviendas precarias, con amplias favelas o barrios, servicios deficitarios, hacinamiento y en, múltiples casos, bajo situación de alto riesgo. El vínculo entre ambas ciudades viene dado en el hecho de que en una habita la “mano de obra” de la otra.
Se trata en realidad de dos ciudades entrelazas por una geografía e historia común, sin embargo, una ocupa y se apropia de los mejores espacios en una suerte de carrera indetenible hacia las periferias, y la segunda se ve obligada a la toma irregular de terrenos comprometidos y sin urbanizar, en los límites de la ciudad formal.
En el medio de ambas vive una extensa tonalidad de capas medias, también social y espacialmente segregada. En la basta mayoría de las ciudades latinoamericanas, son apreciables las diferencias e inequidades en el acceso a los servicios y a los beneficios que éstas ofrecen para cada uno de los grupos sociales que la componen.