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Karl Lagarfeld: su propio mejor producto

Por @frankastellanos

Siempre resulta poco claro quien fue primero en el mundo del arte, si la obra o el artista. Básicamente el problema reside en la fractura entre la realidad y la sensibilidad para apreciarlo: el arte es caos. No obstante los aristas más reconocidos del mundo no siempre son los mejores en términos creativos sino los más difundidos. En ese mismo plano LA MODA es para muchos una disciplina artesanal industrializada que se difumina en la eterna patente de quien fue primero: la necesidad de vestirse o la necesidad de parecer quien se es.

Es por ello que hablar de Karl Lagarfeld es igual de complejo porque no solo fue un artista y a la vez un modista excelso sino que tal vez su propio mejor producto.

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Con la admiración de quien se cubre de harapos, los pueblos del mundo han de agradecerle a Lagarfel por varios regalos creativos como el hecho de masificar las prendas típicas de Bolivia, el Congo o Vietnam con la pretenciosa intensión de imitarla irremediablemente. Culposo y confeso de tal crimen, solía incrementar la polémica con declaraciones pesadas y nada ajustadas a lo políticamente correcto, lo que le hizo un icono de los sarcasmos en medios de comunicación. No obstante, siempre se expresó muy mal sobre el robo de ideas de la industria de la moda, en reconocimiento del sentido folclorista de algunas tendencias en la masificación de prendas de vestir como fueron los casos de las ruanas peruanas y los gorros de inverno rusos, de los cuales siempre dijo estar cautivado por belleza original.

Era coleccionista de fotografías viejas, raras o extraviadas en los mercados de pulgas alrededor del mundo. Su colección es parte de un estudio del mismo diseñador sobre: La capacidad del mundo citadino de negar a los demás, lo que para muchos representa una dicotomía en el discurso personal del diseñador al ser muchas veces señalado como racista.

Luego de haber renunciado a ser director creativo de la Casa de Modas de Italia FENDI, porque es muy aburrido diseñar para gente frígida, decide escribir para el New York Times una columna semanal en pro de la satisfacción personal de la gente que para él no tuvieron ningún tipo de valor ético: los políticos.

Y además de apasionado lector de clásicos en su idioma original, financió la carrera de algunos autores en África y Asia de manera anónima pues no le gustaba le llamaran filántropo, pues a estos últimos los consideró siempre evasores de impuestos antes de altruistas.

Tal vez su mayor legado en la moda fue industrializar el arte efímero que representa el diseño y la confección de ropa común y corriente.  

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