Señalan las agencias informativas que sólo 6% de la población de Portland, en el estado de Oregon, es negra. También indican que tiene un pasado racista y que en la década de 1920 acogió una importante célula del Klu Klux Klan o que, en 1926, leyes locales prohibían la entrada de negros al estado so pena de ser azotados.
Pero con ello no podrán ocultar que, un siglo después, la historia de Portland ha cambiado. A la ciudad del noroeste estadounidense ya no le persigue su “oscuro pasado segregacionista” que, desde los años 60, dio paso a su tradición de activismo obrero y de desafío a la autoridad.
Desde la muerte de George Floyd a manos de un policía blanco en Minneapolis, en mayo pasado, se plegó a las protestas antirraciales que agitan a Estados Unidos y que han permitido a #DonaldTrump la excusa de desplegar agentes federales, porque este enclave de 650 mil habitantes simboliza, desde la elección presidencial de 2016, la oposición más virulenta contra él y su Partido Republicano.

Portland, «la Pequeña Beirut»
Relata la Agence France Press que en los años 90 la ciudad se ganó el apodo de «Pequeña Beirut», en referencia a la larga guerra del Líbano, luego que el entonces presidente George Bush padre se encontró con barricadas, neumáticos ardiendo y cánticos hostiles.
“Políticos izquierdistas antiautoritarios han estado presentes en la verdadera cultura de protesta de Portland en los últimos 30 años o más (…) Más recientemente hubo mucho de una especie de trabajo antifascista en las calles de Portland, peleando contra ultraderechistas y grupos supremacistas blancos”, dijo Joe Lowndes, profesor de ciencias políticas de la Universidad de Oregon.
Protestas y «ataques violentos» de esos grupos ultraderechistas contra residentes de Portland emergieron en 2016 e indujeron a «una activa red de activistas antifascistas que creció en los últimos años», añadió.
De hecho, en noviembre de 2016, una manifestación contra la elección de Trump derivó en tres días de disturbios y choques con la policía.
Y en 2020, escenas de supremacistas blancos y neonazis peleando contra encapuchados anarquistas «antifa» (antifacistas) se tornaron cosa común. “Es una especie de campo de batalla para los extremistas”, acotó el académico.
Un pinochetazo contra los “anarquistas”
Quizás sea por ello que hoy, a juicio del periodista Charles Pierce, autor del libro “Idiot America”, citado por el diario catalán La Vanguardia, el huésped de la Casa Blanca pretenda aplicarle un despliegue de “paramilitares del gobierno” o “escuadrón de matones” que ha dado a llamar “Pinochet’ed” (lo que podría traducirse como “pinochetada” o un “pinochetazo” para comparar al Chile de Pinochet con el país de Trump.

Bien dice el rotativo que las manifestaciones en la metrópolis de Oregón, que se repiten a diario desde hace más de 50 días tras la muerte de Floyd, el 25 de mayo, marcaban una tendencia a la merma, pero la incursión de agentes de vigilancia fronteriza vigorizó la tensión.
Y con medios como Fox News, de clara tendencia pro-Trump, emitiendo videos de caos, sensación de revuelta y miedo generalizado, mientras el jefe interino del Departamento de Seguridad Nacional, Chad Wolf, y el fiscal general, William Barr, repiten el discurso de la Casa Blanca sobre “un complot de la izquierda o los anarquistas”, pues “justificada” la acción presidencial.
Técnicas autoritarias
Lo cierto es que, con el despliegue, “el Ejecutivo federal usa técnicas autoritarias para provocar deliberadamente a sus ciudadanos”, afirma Timothy Snyder, catedrático de Historia en la Universidad de Yale y autor de “Sobre la Tiranía: Veinte lecciones que aprender del siglo XX”, también citado por el medio español.
En fin, “una gran ciudad de Estados Unidos está siendo ‘Pinochet’ed’”, señala Charles Pierce; y “se quebrantan las leyes cuando se ataca a los manifestantes con gas pimienta o cuando les arrestan agentes sin identificación”, indica Snyder.
“Trump da la impresión de admirar a los líderes autoritarios”, aporta, por otra parte, el profesor Larry Sabato, director del Centro de Política de la Universidad de Virginia. “Es un alejamiento de las prácticas del pasado y una negación de los derechos constitucionales (…) Piensa que dispone de un poder que no tiene y resulta arbitrario o imprudente al ejercerlo”.
Despliegue ampliado
Preocupa a los expertos que la Casa Blanca anunciara, esta semana, la ampliación del despliegue de los agentes federales en Chicago (Illinois); Kansas City (Missouri) o Alburquerque (Nuevo México) para “colaborar” en la lucha contra el crimen.

Bien es cierto que no es la primera vez que se produce una situación así; cabe recordar los despliegues de Fuerzas federales en Los Ángeles (1984) por los altercados del caso Rodney King; o los de Washington, Chicago y Baltimore (1968) a raíz del asesinato de Martin Luther King. Pero nunca se había llegado al nivel de basarse en excusas que, según los expertos, traspasan los principios constitucionales y se centran en territorios demócratas.
Por cierto, algunas gráficas de la ciudad estadounidense evocan irremediablemente la represión de las protestas de Santiago de Chile de 2019. ¿Coincidencia?
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