Ahogado por denuncias de corrupción, el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu, se dio a la tarea de multiplicar ataques contra sus vecinos. Desde este fin de semana Israel bombardeó objetivos en Siria, Irak y El Líbano, sin razones aparentes, pero con la excusa de su lucha contra bastiones terroristas. No sería tan sospechosa esta ofensiva, si los ataques no coincidieran con una nueva jornada electoral en territorio israelí.
Sumergido en la campaña por la reelección, Netanyahu comentó con aires de candidato reelecto: “En el mar tormentoso de Oriente Medio, nosotros hemos hecho que Israel sea una isla de estabilidad y seguridad”. El mensaje del mandatario fue difundido a través de un video que impulsa su estrategia electoral por quinto período consecutivo.
El pasado mes de abril, Israel celebró elecciones anticipadas en las que el partido de gobierno Likud, se vio en la obligación de convocar nuevas elecciones ante el fracaso de Natanyahu a la hora de conformar su gabinete, por lo que el nuevo proceso comicial se efectuará el 17 de septiembre. En este ambiente, la guerra es la mejor estrategia de propaganda que ha sido tradicional en las elecciones israelíes.
La campaña de Netanyahu, basada en el miedo y la guerra, trata de convencer una vez más a los electores sobre la necesidad de la defensa ante enemigos potenciales en la región. Enemigos a los que Israel bombardea para luego culparlos de terroristas si se defeienden. Ese es el caso del secretario general del Movimiento de Resistencia Islámica de El Líbano (Hezbolá), Seyed Hasan Nasralá, quien anunció que estos ataques afectarán a su propio pueblo.
“Este hombre, que tiene miedo de las elecciones y pánico por los expedientes de corrupción y espera un juicio,terminará como primer ministro o en la cárcel. No tiene otra alternativa que celebrar elecciones con la sangre de los israelíes”, dijo Nasralá.
RB