Murió Alfie Evans, el bebé británico de 23 meses que permanecía internado en estado semivegetativo desde el mes de diciembre de 2016. Fue desconectado hace una semana de la respiración artificial que le mantenía con vida, por decisión de la justicia local.
El niño padecía una enfermedad neurodegenerativa. Debido a daños cerebrales irreversibles perdió el sentido de la vista, el oído, el tacto y el gusto. Se trataba de una enfermedad poco común, para lo que no existe un tratamiento médico.
Este caso se convirtió en una batalla legal entre los padres de Alfie, quienes solicitaban se mantuviera conectado, y los médicos del centro de salud que le mantenía internado, quienes consideraban inhumano seguir sometiendo al pequeño a tratamientos médicos.
Al ser desconectado de la respiración artificial, Alfie permaneció vivo durante varios días, respirando por sus propios medios. Por esta razón, los padres realizaron una segunda demanda, solicitando se aprobara su traslado a la ciudad de Roma en búsqueda de alternativas.
Esta segunda solicitud también fue rechazada por el Tribunal Superior de Justicia del Reino Unido, por valorar que el niño debía pasar sus últimos días bajo cuidados paliativos, en un pabellón fuera de la unidad de cuidados intensivos o en su hogar.
En Italia, el Ministerio de Asuntos Exteriores había concedido la ciudadanía de ese país a Alfie para facilitar su traslado y su inmediata atención, pero ninguna de estas medidas pudo cambiar la firme decisión de la justicia británica.
Los médicos que atendían al pequeño habían notado una degradación catastrófica de su tejido cerebral y valoraron que cualquier esfuerzo por mantenerlo con vida resultaría «inútil y cruel» para el niño.
EP