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El negocio de la semilla transgénica

Uno de los negocios más rentables que existe en el planeta es el de la agroproducción, por el simple hecho de que todo ser humano debe alimentarse para sobrevivir.

Desde hace algunas décadas, diversas empresas del sector químico y farmacéutico como Monsanto, DuPont y Bayern han invertido millones de dólares en el desarrollo de semillas genéticamente modificadas o transgénicas. Esto quiere decir que son semillas con nuevos genes incorporados en su genoma, provenientes de otras especies o modificaciones a sus propios genes para hacer a las plantas más resistentes a los climas extremos, a los herbicidas, a las plagas y para que los frutos sean más grandes, más resistentes, más vistosos. Al menos en teoría.

El negocio radica en que una vez que los campesinos y agricultores industriales compran las semillas transgénicas (que tienen patentes, por lo cual son propiedad privada), estos deben volver a comprarlas a las empresas porque los frutos que dan las plantas son totalmente infértiles o no generan semillas. Esto trae como consecuencia, nada más y nada menos, que la imposibilidad de seguir propagando la vida a través de los procesos naturales que existen desde hace millones de años.

A esto se suma el hecho de que Monsanto es dueña de alrededor del 80% de las patentes de semillas transgénicas, lo que significa que los agricultores quedan a merced de una sola compañía que monopoliza la producción y venta de semillas. Lo mismo aplica al destino de un país.

En otras palabras, estamos hablando de la privatización de la semilla. Esta, al volverse un producto y dejar de ser un bien natural disponible para cualquier ser humano sobre la faz de la Tierra, solo puede ser adquirida por compra a un puñado de empresas. Ningún país puede pretender alcanzar la soberanía alimentaria de esta manera.

El problema no sólo queda en el tema de la venta. Las semillas transgénicas también pueden contaminar cultivos convencionales que usan semillas tradicionales o autóctonas. Existen múltiples casos en los que las empresas han demandado a productores por “piratería biológica”, en referencia a la siembra sin permiso de las semillas transgénicas.

El uso ancestral de la semilla se pierde al convertirse en una mercancía más.
El uso ancestral de la semilla se pierde al convertirse en una mercancía más.

Aunado a esto, muchas de las semillas vienen con un kit de herbicidas y otros productos químicos que deben ser utilizados para que la planta crezca y dé frutos. El inconveniente está en que los herbicidas y cualquier otro veneno utilizado vuelven los suelos cada vez más infértiles y suponen un riesgo para quienes manipulan los alimentos, tanto productores como consumidores. Cada vez que se ingiere un alimento producido con agrotóxicos, una pequeña cantidad de estos químicos entra al organismo.

Los defensores de las semillas transgénicas aseguran que con esto se resolverá la hambruna mundial ya que se elevará la producción de alimentos, pero según cifras publicadas por Greenpeace México esto no sería del todo cierto. De hecho, Monsanto y Bayern han debido enfrentar juicios millonarios por “promesas incumplidas” como afirma el texto:

«Por citar un ejemplo, entre 2005 y 2009 en Estados Unidos se registraron bajas de 10% en las cosechas de soya transgénica Round Up Ready de Monsanto con respecto a cultivos convencionales, lo que generó pérdidas por el orden de 11 mil millones de dólares. En Canadá, se perdieron 106 millones de dólares en 2009 por problemas de exportación con la Unión Europea, ya que se detectó que la linaza producida en ese país norteamericano estaba contaminada por transgénicos».

Los transgénicos también han sido centro de atención por la posibilidad de generar daños a la salud de los consumidores. Si bien aún se está recabando evidencia de las consecuencias por la ingesta de alimentos transgénicos o genéticamente modificados, la FAO (Food and Agriculture Organization of the United Nations, ha emitido diversas alertas para que este tipo de comida esté plenamente identificada a través de su etiquetado, además de recomendar un consumo moderado.

Entre los principales problemas a la salud que pueden generar los alimentos genéticamente modificados está la intoxicación, resistencia a medicamentos, envenenamiento, mutaciones genéticas en enfermedades del ser humano, y daño al hígado.

Para ahondar más en el tema, publicamos dos documentales sobre las semillas y alimentos transgénicos. El primero toca el tema de cómo Monsanto hegemoniza el sector y de las prácticas ilegales que ha desarrollado para expandir su monopolio.

El segundo describe la situación actual de los campesinos colombianos, quienes han sido gravemente perjudicados por el Tratado de Libre Comercio firmado con Estados Unidos, que los obliga a comprar semillas modificadas genéticamente.

EL MUNDO SEGÚN MONSANTO

https://www.youtube.com/watch?v=pFxZ91HeWDw

Ley 9.70

JA

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